martes, 13 de abril de 2010

LOS DEMONIOS ANDAN SUELTOS II

13/abril/2010

*Ratzinger, el Papa de la crisis
*La Iglesia católica sin rumbo

“La disputa por la verdad no debería degenerar nunca en lucha por el poder”: Hans Küng (1928-)

Especialmente en México y la América española, a simple vista pareciera que la polémica sobre lo que acontece al interior y hacia afuera de la Iglesia católica, como institución religiosa, resultara en un asunto marginal, pese a la importante presencia por el número de creyentes en esta región. Hacia 2008 había 1.166 millones de católicos, según cifras de la Santa Sede; equivalente al 17.40% de la población mundial. Y de ese 17.4, un 63 por ciento es de habla española. Son los frutos de la conquista religiosa en América, emprendida desde el siglo XVI a la fecha.
Pero no. Porque aún queriendo tapar el sol con un dedo, la polémica levantada en otras partes del mundo, en Estados Unidos pero sobre todo en Europa, merced al conservadurismo bajo el cual está conduciendo a la institución religiosa el otrora sacerdote alemán Joseph Ratzinger desde su llegada al papado, genera la indignación total al grado de solicitar su renuncia.
Son muchos los problemas por los que se está cuestionando el pontificado de Benedicto XVI. Ahí están para la historia los errores sobre el proceso de perdón a los lefebvristas, que generó tremenda rebelión interna; la determinación de una iglesia rígida e inflexible a los temas actuales, como los anticonceptivos y el aborto. En cambio, impulsa la reconciliación con los sectores más conservadores, a costa de marginar a los teólogos reformistas del Concilio Vaticano II.
Ni qué decir por el error en Ratisbona frente a los musulmanes, cuando dijo que “Mahoma no había traído nada nuevo, solo cosas malvadas e inhumanas”; sus falsos cometarios sobre los indígenas en el Consejo Episcopal Latinoamericano; el nombramiento de obispos de la ultra conservadora, etcétera. Pero llama poderosamente la atención, ni se diga, el grado de tolerancia e impunidad con el que se ha conducido desde siempre que ha estado en sus manos el asunto de la pederastia sacerdotal en todo el mundo.
El de los curas pedófilos es un problema que ha destrozado cientos de vidas de personas que se acercan desde niños y jóvenes a la feligresía, y con ello a la religión católica misma. Pero de los casos que abundan en todas partes, Europa (escándalos en Irlanda; a los que pidió perdón) y EU (Boston, 4,500 casos) donde las denuncias son más consistentes, especialmente en la América española los casos son manejados con la mayor discreción posible por los obispos que encubren a los curas descubiertos por violar niños y a niñas.
Es una conducta generalizada de la iglesia, como denuncian las propias víctimas. Y la Iglesia católica maneja, desde el propio Vaticano, y al interior un “código secreto” el llamado “Delito de solicitación”, bajo el cual se decreta que los delitos sexuales deben ser manejados como “secretos de confesión” para que no salgan a la luz pública y evitar el escándalo. Data de 1962, y delinea la política de “controlar y manipular”, “castigar y reprimir”, porque rige la consigna de “que nada se descubre, que (todo) quede en secreto”. Es el “control de los daños”, una amenaza para los 50 millones de niños que hay entre la congregación. Y, de ser el caso, todos los asuntos deben ser manejados desde El Vaticano. A esto, el Papa Ratzinger tiene mucho qué decir, y qué hacer. Al igual que los obispos del mundo.
Los muchos casos de denuncia a curas por pederastia en Latinoamérica están en el limbo. El caso del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, es el de una perla fina que atentó hasta contra sus propios hijos. Pero es práctica generalizada que los obispos ocultan a los delincuentes cambiándolos de parroquia en parroquia y oficiando misas. Está el otro caso, de los más sonados, del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar. Denunciado en su momento, Aguilar fue enviado por el cardenal Norberto Rivera para Los Ángeles donde siguió cometiendo sus ilícitos. En los alegatos de la Corte Superior de California en EU, quedó demostrado que Norberto sabía que mediante el “código secreto” estaba transfiriendo a un sacerdote pederasta. Pero como estos, los demás casos siguen impunes.
Ratzinger calla. Enmudece frente a las evidencias de deshonra para la Iglesia, a que la conducen sus propios clérigos que delinquen y dañan física y mentalmente (psicológicamente los afectados no superan los traumas de la violación; máxime tratándose de “los representantes de Dios en la tierra”) a tantos agraviados. Al contrario, se lava la conciencia. O cree que lo hace.
En su mensaje de Pascuas del domingo 4 de abril, Benedicto XVI insto a la humanidad: a “una reconversión espiritual y moral”. ¿Acaso olvidó que debería ver primero la viga en el propio, más que la paja en el ojo ajeno? ¿Con qué calidad moral hace llamados a la humanidad a reconvertirse espiritualmente, si él no hace lo propio por la autoconversión, ni por la Iglesia? Cierto que, como dijo, para salir de la “profunda crisis” se requieren “cambios profundos, comenzando por las conciencias”. Pero en el Urbi et Orbi debería comenzar barriendo la propia casa.
Como dice el sacerdote, teólogo, excompañero de Joseph en el Concilio II, el sueco Hans Küng, en un extracto de conferencia por la presentación de su libro Verdad controvertida, la segunda parte de sus memorias: “Es tiempo de que lo releven”. U, otra afirmación de Hermann Häring y el propio Küng: “Si este Papa quiere hacer algo bueno por la Iglesia, que dimita”. Y los argumentos de ambos teólogos abundan. Y proponen.
Dice Küng: ¿Qué es lo que necesitamos para los próximos tiempos? Necesitamos: 1) en primer lugar, un episcopado que no disimula los notorios problemas de la Iglesia, sino que los llame abiertamente pos su nombre y los aborde enérgicamente en el ámbito diocesano; 2) teólogos que contribuyan activamente a elaborar una visión de futuro de nuestra Iglesia y que no teman decir y escribir la verdad; 3) pastores que combatan las cargas a veces excesivas de un ministerio pastoral y que asuman con coraje su propia responsabilidad como pastores; 4) Especialmente mujeres sin cuya participación la actividad pastoral se vendría abajo en miles de sitios, mujeres que tomen conciencia de su valía y de sus posibilidades de ejercer influencia.
Por eso, Benedicto XVI debe renunciar. Porque, como dicen los teólogos, es un Papa que está conduciendo a la Iglesia católica al sectarismo. Es más que la pederastia, es la incompetencia. ¿O es preludio de un caos mayor?

Correo: sgb33@hotmail.com

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