miércoles, 19 de diciembre de 2012

PARA ANALIZAR LA SEGURIDAD




Salvador González Briceño

“Lo que no se puede refutar es que, en tanto más amplio, complejo y abstracto sea nuestro objeto de estudio y su respectivo marco de investigación, cuanto más grande es el margen que alcanzamos de su misma comprensión.”

“La mirada está puesta en Felipe Calderón (presidente de México 2006-2012), porque el juicio de la historia para él apenas comienza.”

“Es cuando se descubre, por la fragilidad interna, que buena parte de los sucesos trágicos tienen hilos negros tendidos desde afuera. Así se explican muchas cosas. El origen de tanta inoperancia al interior de los gobiernos y sus políticas, porque están sometidos a fuertes presiones e intereses foráneos. So riesgo de la seguridad nacional.”



I] CUESTIÓN DE FORMA
  
Preámbulo

De las formas primero; del enfoque también. O para asentar algunos principios de procedimiento. Estudiar para luego comprender cualquier aspecto de la sociedad, como la seguridad. En un país y a un periodo de tiempo determinado. Para una solución a presente, a futuro. Desde la coyuntura hasta la prospectiva.

No hay problema comprensible fuera de su contexto económico, político, social, histórico y cultural en general. Como ahora México, inmerso en una globalización impulsada por los países desarrollados: los Estados Unidos, Gran Bretaña y algunos de la Unión Europea, ahora en franco retroceso.

Por tanto, para países como México el contexto es de indefinición. Por seguir lineamientos globales que le han generado un ambiente de descomposición; es decir, proyectos neoliberales que están desbaratando al país.

Sucede porque no existe un proyecto de nación; tampoco hay identidad desde las elites políticas, cuando se apoderan del Estado. De ahí las puertas, de par en par, a la injerencia extranjera —no sólo a la inversión—. Como el vecino de México, Estados Unidos, que se entromete en casi todo. Por la ilegitimidad o la torpeza de los últimos presidentes mexicanos es que adoptan una actitud de entreguismo y tolerancia a todo. Como ceder en materia de seguridad nacional, a merced de los intereses foráneos.

La adopción en México de políticas como la “guerra contra las drogas” decretada desde 1971 por Richard Nixon por intereses geopolíticos, con iniciativas como “la guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón en 2006, atizó la violencia. Como darle de escobazos al avispero. Con ello vino el trastrocamiento a la vida y los derechos ciudadanos. De la mano de la impunidad, los miles de asesinatos no tienen a un culpable en la cárcel. Más los desplazados, los desaparecidos, los secuestrados, etcétera, todos víctimas.

Desde el punto de vista económico, cuando la globalización derribó fronteras contra las “barreras proteccionistas”, los saldos son destructivos. Se profundizaron la desigualdad, la pobreza y la violación de los derechos humanos en general.

Y sin proyecto de país no hay mayor opción. Porque tampoco hay miras de mediano y largo plazo. La impunidad, la ilegitimidad y la globalización minan lo poco que exista de democracia. Ocurre cuando el poder se ejerce sin atender a la sociedad. Sólo a fines específicos, los de la élite económica y los extranjeros. Peor si a eso se suma la violencia.

Dicho sea, entonces, que para mayor claridad hablar de las formas es referirse también al fondo. El contenido y el contexto de los problemas van da la mano. Así es con la seguridad.

El objeto de estudio

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Luego entonces, se trata del análisis de un asunto tanto en términos coyunturales como en el contexto global. Reflexión indispensable. ¿Cómo convertir la seguridad en objeto de estudio? A primera vista puede decirse que como cualquier otro problema, como la alimentación, la salud, el empleo, etcétera. Por cierto el comienzo representa un dilema permanente para las ciencias sociales. Ahora no es tiempo de polémicas.

Claro que un primer acercamiento al objeto de estudio nos lo brindan las herramientas periodísticas. Por ejemplo: 1) leer para enterarse del problema vía los diarios, con extracción de apuntes sobre el tema; 2) realizar las entrevistas con aquellos personajes especializados; 3) emprender recorridos o visitas de campo para conocer a los involucrados; 4) cruzar la información a partir del principal objetivo, aprovechar el material que se tiene de primera mano; 5) precisar el tema para un periodo temporal determinado; 6) desarrollar el  estudio en un espacio, una región o país en particular, y de ser necesario dirigirlo a una determinada comunidad, localidad, familias o personajes. Los dos últimos puntos son para acotar el objeto de estudio.

Así, desde esta perspectiva y una vez recabada la información necesaria o disponible, se procede a elaborar o redactar el respectivo informe, como si dijéramos periodísticamente hablando el reportaje. En ambos casos se incluye el punto de vista del observador y analista. El involucrado quien tarde o temprano forma parte de los acontecimientos, como sucede con los “reporteros de guerra”.

De este modo se consigue un primer acercamiento al problema de la seguridad. Al entrar a su contraparte, la inseguridad, cambia la perspectiva porque es otra variable del mismo estudio. Pero más allá.

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Para salir de la perspectiva inicial, y cuestionarse sobre qué origina la carencia de seguridad, se modifica el panorama. Se tiene que ahondar en el análisis. Crecen las necesidades y exigencias de comprensión del fenómeno. Como si se revisan los orígenes de la pobreza para entender la alimentación; de las enfermedades para entender la salud; del desempleo para conocer el empleo, etcétera. La exigencia es un estudio más profundo.

Como se podrá ver, también crecen las complicaciones. Se entra en dilemas que tienen que ser resueltos ya por las ciencias sociales. Aquí las reglas y procedimientos son más rigurosos. Participan ahora sí los principios metodológicos, sobre el cómo hacer una investigación mayormente exhaustiva; desarrollar hipótesis; el análisis de las variables; la revisión los datos; las conclusiones, etcétera.

Todo para alcanzar el mayor rigor posible, hasta una comprensión “científica” de la cuestión. Seguimos con la seguridad, pero ahora revisada con el cedazo de la inseguridad.

Aquí, profundizar la investigación implica el escenario de la historia, por aquello de los antecedentes. También se requiere precisar las hipótesis y los procedimientos. Se amplían los parámetros espaciotemporales, al igual que  los actores, los involucrados, las metas. Y las propuestas para los mejores cambios. Cómo minar a la inseguridad para alcanzar una mayor seguridad.

Aquí se revisa el problema desde una comunidad hasta un país o grupo de países completos. El objeto y el estudio se complican pero a la vez son más interesantes; de mayores alcances. Así como crecen los retos las conclusiones nos brindan una mayor utilidad.

Porque un clima de tranquilidad contribuye a brindar un mejor desempeño de todas las actividades estatales, sociales, familiares, personales. Para, en otras palabras, saber qué hacer como individuos y qué como gobierno y como Estado, para garantizar seguridad. Con mayores elementos y una mejor comprensión del problema, hay opciones de elaborar una planeación futura. Con una visión de prospectiva.

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De la mano del inciso anterior entra lo siguiente, que se puede identificar con un fenómeno de confusión. No desdeñable resulta todo lo contrario.

Ya con la metodología adecuada, todavía se puede caer en interpretaciones sesgadas, parciales o limitadas. Quedarse cortos en el entendimiento, o caer en confusiones; digamos que bajo un cierto grado de objetividad “cuestionada”. ¿Por qué? Hasta en historia hay disquisiciones, malentendidos o interpretaciones, según los autores.

Y no hay por qué extrañarse por eso. Sucede con demasiada frecuencia; incluso entre los estudiosos, los especialistas de las ciencias sociales. Porque a estas alturas de la investigación llegan con frecuencia los debates sobre la “objetividad” y la “subjetividad”; hasta se cuestiona la “cientificidad”. Entran a escena los puntos de vista divergentes; las polémicas. Incluso se ponen en duda los resultados obtenidos.

Entran a discusión —diálogo de sordos— asuntos tan diversos como las variables, las estadísticas, las hipótesis, la amplitud y alcance de los estudios, etcétera. Se cuestionan los procedimientos, el “método” y su utilidad “científica” para comprender la realidad.

De igual manera, que si se trata de una interpretación u otra. Este o aquél enfoque. Que si se pertenece a una corriente de pensamiento u otra. De las corrientes a las etiquetas. Que si se entendió bien el precepto de equis autor o no. Los bemoles todos.

Este es el terreno fangoso de la investigación social, donde cualquiera se extravía cuando no cae en complicaciones. Es el momento donde fácilmente se puede inducir que hay tantos métodos como investigadores; tantos puntos de vista como analistas; tantas conclusiones como intereses.

Elementos todos para generar confusión. Que la hay, pero sobre todo donde impera el interés privado. Son los toques de parcialidad, de subjetividad, de un análisis tendencioso y hasta de especialidad, para beneficio de unos pocos. Todo esto, y más, forma parte de los dilemas a que se enfrentan las ciencias sociales al analizar.

Empero, existe la ventaja que también a estas alturas entra la valoración de los alcances del estudio en cuestión. Es cuando las confrontaciones, con otras investigaciones sobre el mismo tema, igualmente ponen a cada uno en su lugar. Hasta cierto punto se ha logrado el objetivo, a juzgar por la utilidad alcanzada. El caso es que la investigación está avanzada. Y la comprensión por la profunda temática también.

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Ocurre con la seguridad que nos ocupa ahora. Ni qué decir del caso específico de México, donde las personas padecen en carne propia los problemas de una inseguridad desbordada. Como decíamos, no se puede hablar de cómo alcanzar la primera sin hablar de la segunda y las circunstancias que la generan. O contribuyen a su deterioro.

Ni qué decir que durante la primera década del siglo XXI, con los gobernantes de la derecha perteneciente al Partido Acción Nacional (PAN), el problema se complicó. Pero en la línea del tiempo, los antecedentes se remontan a la década de los 20 del siglo XX, donde se rastrea participación tanto de los gobiernos de México como de EU.

Dicho lo anterior, entonces, por lo pronto diremos que nosotros resolvemos el dilema de procedimiento para comprender el problema, siguiendo un método que comprenda el contexto histórico, el político, el económico y sobre todo el social.

De este modo, se procede a jalar los hilos del pasado. Todos los antecedentes posibles. A estas alturas se sobreentiende el uso práctico de técnicas de investigación como las siguientes: 1) consultar en los archivos propios; 2) hacer el rastreo bibliotecario, de información, en todas la fuentes posibles, archivos, diarios, revistas, anuarios; 3) platicar con todas aquellas personas, como los viejos de la comunidad, que cuenten con las evidencias indispensables; 4) entrevistar a todo actor involucrado o implicado, siempre que sea posible hacerlo porque se complica cuando se trata de los cabecillas del narcotráfico, o de autoridades involucradas; 5) el punto de vista de los especialistas resulta imprescindible.

Con todo el material disponible se puede resolver el asunto de la redacción del estudio. Es decir, acorde con el fin planteado de inicio y la respectiva corroboración de las hipótesis; trazar el contexto que se requiera para la debida comprensión. En otras palabras, desarrollar en la exposición el tema con el debido soporte. Incorporando elementos de la economía, la política y la vertiente “social”, etcétera. Ni qué decir el contexto internacional, porque la inseguridad se desarrolla y crece como parte de esta etapa ignominiosa del capitalismo global.

No obstante, todavía bajo este proceder se tiene el déficit, que de entrada posee el hecho de abordar un solo aspecto de la realidad, como sucede en este caso, hablando solo de seguridad. Incluso a pesar que tal revisión incluya muchas variables.

Por eso, aún a estas alturas del estudio (exposición y desarrollo) podemos estar repitiendo los bemoles referidos en el inciso 3. Y contar con un trabajo en cierto sentido limitado. Pero eso forma parte de los riesgos de las ciencias sociales. Con todo y el conocimiento último ni objetivo existen. Sólo el conocimiento relativo. Aquí entra también la polémica señalada.

Además, como si hiciera falta complicar las cosas, recordemos que se trata de los varios tipos de seguridad, individual o colectiva. Es decir: personal, pública, interna, nacional, hasta los peligros de la seguridad internacional y la moderna ciberseguridad, que exigen, desde luego, ampliar los enfoques y el método. Todas, por supuesto, con sus respectivas indagatorias y sus categorías propias.

Como quiera, no nos extrañemos. Porque con todo, a estas alturas ciertamente nos hemos acercado a una buena comprensión del problema. Incluso es ahora cuando se puede proceder a elaborar líneas de acción; orientaciones para las políticas públicas, para el gobierno y el Estado, a fin de resolver el problema en cuestión. Aún con todas las limitantes posibles.


Para concluir

El caso es que el uso de las herramientas que proporcionan las ciencias sociales se hace indispensable.

Todavía más: debe quedar claro que en tanto más amplio, complejo y abstracto sea nuestro objeto de estudio y su respectivo marco de investigación, cuanto más grande es el margen que alcanzamos de su comprensión.

Igual que si nos fijamos como objeto de estudio el modelo de país, porque entran todas las variables posibles; nada qué ver con un solo aspecto tan específico, como el señalado de la seguridad o cualquier otro.

Con todo y por ahora, está en pie el procedimiento de lo general a lo particular. El que seguimos con estos temas. [Hay que decir que no se trata “de lo abstracto a lo concreto”, el eslogan se refiere a la herencia metodológica marxista que implica otros elementos para el análisis. Una referencia claramente incomprendida, cuando es traída a colación].


II] MÉXICO, ¿Y LA SEGURIDAD?
  
La antítesis

Cabe entonces el propósito siguiente: Para resolver los dilemas que impiden la seguridad de la sociedad mexicana de principios de siglo XXI, se hace indispensable su debida comprensión para, de ahí, proceder a desarrollar y —contribuir en— proponer lineamientos de políticas públicas. Las más adecuadas para que sean aplicadas como políticas de Estado. A partir de ahora, como queda en claro supra, se vuelve obligatorio investigar la antítesis de la seguridad que es la inseguridad, más lo que implica en toda su expresión.

Cabe cuestionar, como para desarrollar la o las hipótesis correspondientes —de ahí la complejidad que deriva también del problema convertido en objeto de estudio—: ¿Por qué se desbordó la inseguridad en México? Los orígenes. ¿Qué acciones permitieron o aceleraron tamaña descomposición al interior de la sociedad, que impiden un margen aceptable de seguridad? El fenómeno del narcotráfico en México. Las bandas del crimen organizado, entre las que se encuentran los narcos. Y la guerra declarada por Felipe Calderón por un solo frente.

Nunca se atacó el corazón, por ejemplo, de las finanzas. Entre otras razones, porque los recursos millonarios procedentes tanto del narcotráfico como del producto de los otros delitos que comete el crimen organizado tienen destinatario; pasan a formar parte de los circuitos financieros del mercado global. Y eso es vital en tiempos de crisis capitalista mundial. Por eso mismo se dice que el fenómeno del crimen organizado forma parte de los síndromes de descomposición o salvamento del sistema de producción y financiero imperial, con EU al frente.

Igualmente las preguntas: ¿Quién o quiénes han fracasado en la contención de todo aquello que, peor aún, deriva en zozobra, incertidumbre y miedo, por las amenazas reales del crimen organizado? ¿El Estado, los gobiernos, las policías federales, estatales y municipales? ¿Cómo ha fallado la estrategia para enfrentar a los narcos? ¿Por qué se habla de la guerra fallida contra el narcotráfico? ¿Qué intereses defiende EU, y qué explica tamaña política de seguridad nacional de intervencionismo en los asuntos de México?

¿Qué está haciendo el gobierno de EU y sus aparatos de inteligencia con presencia en el país? ¿No está México amenazado en su seguridad, por la política de ofensiva de su vecino, quien se ocupa abiertamente solo de sus intereses? ¿Qué hay del narcotráfico, por ejemplo, como fenómeno global? ¿Cómo y por qué está en riesgo la seguridad nacional de México? ¿Qué con la geopolítica estadounidense?

Esas y otras preocupaciones están como brazas en la piel de los mexicanos, por la tan vulnerada seguridad de los últimos años, zozobra e inestabilidad social derivada. ¿Es la herencia de Felipe Calderón?

Hay que partir de que el crimen organizado mexicano usufructúa enormes ganancias, como el multimillonario negocio del narcotráfico —hasta el 40 por ciento del PIB nacional—. Si tan solo por este último capta entre el 45 y el 48 por ciento de sus ingresos, por los demás delitos como tráfico y trata de personas, secuestro, extorsión, fraude electrónico, contrabando, piratería, tráfico de armas, etcétera, capta el restante entre 52 y 55 por ciento de ingresos. Junto a la trata de personas están la pornografía, la venta de órganos, las “cuotas” por la protección o “derecho de piso”, la inmigración de centroamericanos que pasan por México. Entre otros.

El negocio del tráfico de armas donde está metido EU, como en el resto de los negocios, por ser el mayor consumidor de drogas y uno de los principales en lavado de dinero del mundo. Y, en general, la venta de todo tipo de drogas del mercado global, entre las que se encuentran las más baratas y de mayor daño como resultan las metanfetaminas.

Sin olvidar que la impunidad y la corrupción están atrás, como añejas prácticas enquistadas en la sociedad mexicana. Por corrupción se colude a funcionarios, por impunidad no se investigan los asesinatos derivados de la violencia.

Así, mientras el gobierno de Calderón fue omiso a otras propuestas con otros métodos que la confrontación, la incertidumbre en la sociedad se potencializó a raíz de la violencia. No le bastó al presidente el número de muertos, ni los desaparecidos, los desplazados o la migración interna, los niños abandonados, las familias afectadas. Nada. Solo creyó que se legitimó.

Pero, ¿qué con propuestas tan acabadas como las desarrolladas por la UNAM? ¿Qué con los convenios internacionales firmados por México como la Convención de Palermo, entre otras propuestas?

La sociedad tiene la expectativa que, toda vez el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder presidencial en México, lo menos que espera es un replanteamiento de la estrategia fallida de Calderón. La única aplicada por los gobiernos de la derecha del PAN. Para Felipe Calderón (presidente de México 2006-2012) falta el juicio de la historia que apenas comienza.

Como se puede apreciar, hay más preguntas que respuestas sobre estos temas. Un reto que desborda a cualquier individuo o equipo de investigadores. Caben los antecedentes de los analistas, la experiencia acumulada sobre el flagelo, la práctica de este tipo de indagatorias; el oficio periodístico, el rol del economista, del abogado; así como “el oficio del sociólogo”, entre otros.

A estas alturas, ciertamente que el problema se complicó, pero también se volvió tanto más interesante como necesario y obligado. Más lo será si las  conclusiones llevan a que es urgente replantear incluso, de la mano del modelo de desarrollo, el proyecto de nación, que incluye a la política —al sistema político, claro está—. Porque México requiere redefinir el rumbo. Para eso sí que serían útiles los “pactos por México”. Porque todo lo que no salga del parámetro del TLCAN y los demás planes procedentes de EU son y seguirán siendo intervencionistas. Y la seguridad nacional de México amenazada por todos los instrumentos que tiene caminando EU ante su vecino del sur.

Inseguridad, amenaza creciente

Luego entonces, para hablar de la seguridad y cómo recuperarla se tiene que analizar su contraparte. El contexto es de guerra declarada, por el gobierno federal a las bandas del crimen organizado encarándolas únicamente vía la confrontación directa, con las Fuerzas Armadas de México (FAM) haciendo en las calles tareas propias de las policías federal (PF), la estatal y la municipal.

El trasfondo de la inseguridad radica en la estrategia incorrecta por incompleta, o inadecuada que a la postre resultó fallida. Tan sólo cuatro indicadores: 1) El número de muertos que oscila entre los 88 mil 361 reconocidos al corte de junio de 2012, pasando por los 150 mil que anunciara tres meses antes, en marzo, el Secretario de Defensa de EU, Leon Panetta, con motivo de la Primera Reunión Trilateral de Ministros de Defensa de Norteamérica; sin contar con los desaparecidos, hasta 25 mil desaparecidos, según datos de The Washington Post; 2) El clima de violencia general, porque se ha propagado por todo el territorio nacional por las disputas tanto de plazas y pasos de droga como por el mercado interno mismo; 3) Qué decir del desgrane de los grandes carteles: había siete en el 2006 y se pasó al menos a 11, hacia el final de 2012, tan sólo el sexenio de Calderón. El procurador del nuevo gobierno federal supone el surgimiento de hasta entre ¡60 y 80 bandas del crimen!; 4) Los delitos cometidos por el crimen organizado, no sólo los cometidos por las bandas del narcotráfico.

En la coyuntura presente de México, nadie duda que todo cuanto acontece en la vida social se entrecruza con la inseguridad generada por los grupos delincuenciales, que amenazan la convivencia política y económica en casi todo el territorio nacional, por los delitos señalados. Pero también porque infiltró al sistema político; que no de ahora, porque los antecedentes señalan a principios del siglo XX mexicano. Siempre bajo la cortesía de EU.

Amenazas todas para la vida y la seguridad de las personas. Una situación de peligro que se desbordó en el país sobre todo durante el curso de un sexenio. En este entramado devienen circunstancias todas que alimentan, soportan, constituyen y hasta condicionan a la seguridad. Por ello en la actualidad se ha convertido en una prioridad; tanto de atención como de estudio. Claro está que el fenómeno nos conduce hasta la seguridad nacional del país, no de EU sino de México que está abiertamente amenazada.

El dilema se complica porque, además del intento de Felipe Calderón de legitimarse no solo desatendió otras medidas aleatorias, también erró desde el diagnóstico del problema cuando decidió muy prematuramente la guerra contra el narcotráfico.

De modo tal que, fuera de las Fuerzas Armadas, el resto de los operadores del gobierno, las instancias federales, estatales y municipales y todo el aparato judicial y policiaco, quedaron atrapados en una sospechosa red de colusión o impunidad. También en los estados gobernados por el PRI creció la amenaza.

Son problema, lo señalamos ya, la corrupción y la impunidad. La primera se ha generalizado infiltrando por décadas desde la estructura del Estado a todo el entramado social. La codicia que se alimenta por los montos millonarios derivados del manejo del crimen organizado. La protección y el soborno, por amenaza o colusión, por voluntad o como víctima también.

Por otra parte, resulta que para la sociedad y el Estado, el problema —esa hidra de las mil cabezas— del crimen organizado representa una zozobra que amenaza la gobernabilidad.

El dominio territorial que tienen las bandas del narcotráfico deriva en el agudizamiento de la violencia. Comunidades enteras convertidas en tierra de nadie, porque no hay la protección debida. La frágil seguridad frente a una inseguridad amenazante.

México, seguridad nacional endeble

Todo se complica, de la mano de la incidencia extranjera y la inoperancia de los gobiernos mexicanos, como le sucedió a México con los presidentes del PAN. Cierto que con el neoliberalismo de la globalización llegaron el injerencismo externo y la ausencia de directrices nacionales. Pero se agudizó con la derecha panista. Por eso pareció como que la realidad se volvió contra sí misma. No fue la realidad, como los propios gobiernos.

Se desató la violencia y la inseguridad también. La seguridad se trastoca desde todos los órdenes. Qué decir de la gobernabilidad, que falla desde el instante mismo en que las políticas públicas no responden a un proyecto de nación. Pues tampoco hay políticas propias para cada problema.

De la mano está que, con la violencia en las calles, México ya mostró al resto del mundo sus debilidades. Pero primordialmente a los EU. Porque el país está a tiro de piedra de un vecino que amenaza constantemente en aras de sus intereses geopolíticos imperiales.

Es cuando se descubre, por la fragilidad interna, que buena parte los sucesos trágicos tienen hilos negros desde afuera. Así se explican muchas cosas. El origen de tanta inoperancia al interior de los gobiernos y sus políticas, porque están sometidos a fuertes presiones e intereses foráneos. So riesgo de la seguridad nacional.

Seguridad en jaque. Más cuando se trata de gobernantes que requieren el reconocimiento por su cuestionada legitimidad que no se consiguen los votos suficientes en las urnas. El caso de Felipe Calderón, antes de Carlos Salinas.

De ese modo, el llamado de atención es para encender los focos rojos, porque un país cualquiera en las circunstancias de México está en peligro. La vulnerabilidad de todas las expresiones de la seguridad es frágil. Por eso la urgencia de tomar cartas en el asunto.

Ante tamaña amenaza a la seguridad nacional no se pueden poner oídos sordos, tampoco aplicar la política del avestruz. Por eso el llamado a replantearse el proyecto de nación. Incluyente, desde todos los foros.

Por razones de método

Luego entonces, ante el reto de cómo abordar la seguridad, cabe recordar que la realidad es tan compleja como diversa. Y que con frecuencia los analistas tienen frente a sí un cúmulo de conceptos que, en cualquier caso, resultan extraños a la realidad que intentan expresar. Como también caer en el riesgo de perderse en la complejidad que representa el objeto en cuestión.

Del mismo modo que no faltan quienes, así con la preparación debida, alquilan la pluma para sorprender y confundir incautos distorsionando el análisis.

No siendo el tema propiamente, aquí basta señalarlo; pero de ello estriba, también en cierta medida, la falta de resultados. De ahí que éstos dependan más de la pericia del investigador que de la “metodología”. Mal presagio, para problemas que tanto lastiman a una sociedad como la mexicana. Tremendo reto.