lunes, 9 de agosto de 2010

RETORNA LA POLÍTICA INDUSTRIAL

09/agosto/2010

*Neopolíticas de los países desarrollados
*Salir de la crisis, la exigencia imperial

Al mismo tiempo que los países del mundo industrializado están padeciendo los desastres generados a sus economías reales por la profunda crisis a que los condujo el sistema financiero global en 2008 —que primeramente en los Estados Unidos— y de la cual todavía no salen porque la luz al final del túnel no aparece (ni en chispazo), en la búsqueda de alternativas los políticos de dichos países desarrollados están volviendo la mirada hacia la instrumentación de una neopolítica industrial, bajo las presiones de los grandes empresarios.
Sí. Y de colofón, tanto los gobiernos como los mismos dirigentes se están dando cuenta que el “laissez faire, laissez passer” (el dejar hacer, dejar pasar), como recepto de la economía de mercado está completamente rebasado. Porque no hay libre mercado que mantenga las cosas en equilibrio permanente, como quisieran los magnates del poder y del dinero global, sin la participación del Estado. Ni las ganancias de las empresas son constantes y de continua alza (como también desearían), ni mucho menos el capitalismo en cualquiera de sus fases históricas queda exento nunca de las crisis que le son inherentes a su propia y voraz dinámica.
Ya un sector hace añicos ahora, ya otro —el industrial, el banquero, tecnológico y el financiero— mañana. El caso es que luego de cada ciclo de crecimiento económico viene inevitablemente otro de caída. Mucho se ha escrito sobre las crisis y las teorías del derrumbe del sistema, sobre todo del imperialista. Pero, “cae que no cae”, invariablemente lo salvan siempre la mano de obra (cada vez más explotada; procesos de intensificación y menor paga salarial, porque hasta ahora ningún descubrimiento de la ciencia ha desentrañado un mecanismo diferente para crear valor que este que le inyecta la mano de obra, calificada por Marx como fuerza de trabajo) y las innovaciones tecnológicas en alguna de las ramas cuyos avances científicos marchan a la zaga.
Son los tiempos de la renovación, los de crisis más o menos profundas —la de ahora se asimila como la de los años 30 del siglo XX—, de la innovación, del replanteamiento de las políticas económicas (incluso de los arrebatos irrenunciables entre las teorías) y de las “oportunidades”. La crisis como oportunidad para volver a crecer. Cada vez, por cierto, bajo peores condiciones para los trabajadores, porque nunca se le reconoce el sacrificio y menos se les paga conforme a su “productividad” lograda en los procesos de producción (y de creación de valor); ni durante el periodo conocido como fordismo (segunda mitad del siglo pasado), y tampoco el reciente toyotización (de los noventa para acá) de explotación extrema.
Ahora, toda vez que el sistema financiero como tal no ofrece salidas a la profunda crisis que reventó en su seno por el manejo desaseado de las inversiones —lo contrario, solicita apoyos de los gobiernos como para cubrir hoyos sin fondo; no obstante que los afectados derivan en millones de personas (como los que ejercieron créditos de vivienda en EU)—, y que les toca a los gobiernos tomar la iniciativa y a la sociedad asumir todos los costos, lo ojos vuelven a mirar hacia las políticas industriales.
Neoliberalismo desfasado desde la década de los 90 en países como EU, Gran Bretaña y otros —en tanto los países en (eterno) subdesarrollo como México siguen el credo peor que todos, incluso los creadores, no obstante las fallas a flor de tierra, en todas las aristas del modelo económico—, tanto a los magnates del capital internacional o trasnacionalizado, como a los gobiernos, todos tienen los ojos puestos en India y Brasil, pero sobre todo en China.
El caso es que todos, capitales y gobiernos de países en crisis, urgen a los políticos en la necesidad de adoptar la participación del Estado para una neopolítica industrial. EU, Bretaña, Francia, Alemania por no decir que toda Europa y en Japón, están en esa tónica en estos días. Así lo reveló ayer domingo un análisis de The Economist. En dos artículos: “El Estado y las empresas. Leviatán Inc.”, y “El resurgimiento global de la política industrial”, o “La política industrial está nuevamente de moda. ¿Los gobiernos aprendieron de los errores del pasado?”.
“Los políticos están reviviendo la idea de que la intervención en las distintas industrias y las empresas pueden impulsar el crecimiento y la creación de puestos de trabajo”, dice la prestigiada revista en “El Estado…”; no obstante existen las dudas porque hay experiencias fallidas en el pasado de los años 70. Son cuatro las fuerzas que están impulsando la reactivación de dicha política industrial, dice The Economist en el segundo artículo.
Así: 1) La debilidad de la economía mundial. Las presiones de los gobiernos para reducir el desempleo y estimular el crecimiento; 2) EU y Bretaña quieren volver al equilibrio de sus economías y sus finanzas. Más producción de tecnología limpia creando empleos “verdes”; 3) el uso emergente de las políticas industriales presiona ampliarlas. ¿Por qué sólo las grandes como AIG o General Motors? Parecen reclamar a Obama el resto de las empresas; 4) Como respuesta de los ricos a “las políticas aparentemente (¡sic!) exitosas de economías en rápido crecimiento, especialmente China y Corea del Sur.
Casi nada. China, sobre todo, no sólo es una imparable locomotora en la marcha de la economía global. Amenaza convertirse en la primera economía muy pronto. EU y Europa lo saben. Y le temen. Se calcula hacia 2025. Su estrategia combinada de intervención estatal, con políticas de apoyo a sectores clave y subsidios que la he permitido penetrar en amplios mercados de mundo, y participación en el libre mercado, lo tienen en tasas de crecimiento del 10 por ciento en promedio durante la última década.
Ni puro mercado ni puro Estado. Combinar la participación de ambos. Esa parece ser la estrategia que están replanteando ya los países desarrollados. Y la preocupación reciente de políticos y empresarios. ¿Y los trabajadores? Ellos son los aportantes de la fuerza de trabajo. La presión social la entienden los gobiernos como creación de empleos. No hablan de mejoras salariales. Eso no. Pero porque, sea mercado o sea Estado o combinación perfecta (que no la hay), lo que persigue el capital es una mayor ganancia. Para eso están los explotados. Pero de la unidad de los trabajadores depende que así sea. El as bajo la manga es que sin mano de obra no hay capital. Carta para negociar.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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