martes, 10 de agosto de 2010

PROTESTA CONTRA LA IMPUNIDAD

10/agosto/2010

*Periodistas en marcha contra la violencia
*Más víctimas de la guerra contra el narco

Es compresible la protesta de cientos de periodistas que el pasado sábado 7 se manifestaron en el Distrito Federal. La marcha, que sucedió en silencio pero con demandas impresas con marcador a mano en las cartulinas, partió del Ángel de la Independencia y llegó hasta la Secretaría de Gobernación. Hubo igualmente expresiones similares en otras 13 ciudades del interior del país.
Un sector desunido normalmente, esta ocasión los reunió la necesidad urgente por denunciar públicamente la violencia y las amenazas a las que se ve sometido —al menos 64 han perdido la vida y otros 11 están en calidad de desaparecidos—, desde el año 2000 para acá cuando el país entró de lleno en la vorágine de la violencia y en la lucha contra el crimen organizado.
No se solicitó precisamente protección, pero se protestó en contra de la impunidad porque el gobierno, versus las autoridades competentes (Ministerios Públicos y policías judiciales federales ni municipales), no aclaran las desapariciones forzadas de los profesionales del ramo, principalmente reporteros y fotógrafos de medios de provincia que son los más afectados, al igual que los decesos.
Y que los crímenes queden en la impunidad, es tanto como solapar el clima de desapariciones y/o alentar que sigan ocurriendo. Impunidad temible, puesto que los periodistas son los primeros “objetivos” considerados como peligrosos “enemigos”, porque son ellos los que testifican o quienes revelan primero que nadie las informaciones que resultan incómodas para los involucrados.
Dicho sea, para aquellos personajes que, por supuesto, no quieren verse descubiertos en ilícitas actividades. Porque sabido es que el mayor número de amenazas y desapariciones de periodistas está ligado con servidores públicos (policías y otras autoridades de cabildo) más que con operadores de las bandas del crimen organizado. Por eso deben aclararse los crímenes, para desmentirlo en todo caso.
Por la misma razón, se entiende la marcha de protesta en contra de la libertad de expresión. No sólo porque nadie quiere ser parte de las estadísticas, sino porque: “No queremos más compañeros asesinados, secuestrados ni desaparecidos, porque no queremos zonas de silencio en el país. Rechazamos cualquier acto de intimidación en contra de la libertad de expresión, porque defendemos el derecho de los ciudadanos a saber”, según el comunicado.
Además, culpar de la muerte de periodistas a operadores de las bandas del crimen organizado, con todo y que el país está pasando por un clima tan cruel como de la guerra misma, o peor que eso, seguir solapando la violencia es tanto como tolerar que a la sociedad se le acote todavía más con la falta de información veraz y oportuna.
Se trata, en otras palabras, del sector periodístico tanto de medios impresos como de la televisión, que está siendo víctima de igual manera que la sociedad lo es. Ciertamente. Y en ese sentido también les asiste la razón a aquellos periodistas (sobre todo columnistas), que asumen que los riesgos son inherentes a la profesión misma en tiempos de guerra. Sí.
Pero carecen de verdad cuando bajo ese argumento se pretende descalificar al movimiento mismo, porque más que coadyuva contribuye al solapamiento tanto de la violencia misma como de la impunidad ingente. Por eso la demanda para el gobierno, en claridad hacia el titular de Gobernación y a los gobernadores de los estados, para que investigue, juzgue y castigue a los responsables.
Es cierto que en los tiempos de guerra, trátese de cualquier país en cuestión, la profesión es de riesgo. Y que de lo que se trata es de servir a la sociedad informando. Pero la protesta de los periodistas no sólo es inédita en el país, también es llamar la atención sobre el problema. Además, ni se está renunciando a seguir con la labor informativa, como tampoco claudicar a mantener informada a la sociedad para quien se trabaja.
Lo primero no descalifica lo segundo. Al contrario, lo consolida y dignifica. Sobre todo, presiona al gobierno para que aclare tanto los crímenes impunes de víctimas de medios como de la sociedad en general. ¿Cuántos de los 28 mil caídos en la actual guerra contra el narcotráfico son realmente, en el 90 por ciento que alega el gobierno, miembros de los cárteles de las drogas? No lo sabemos en tanto no se investiguen. Y eso tampoco está ocurriendo en estos momentos; o en su caso cuando suceden los hechos.
El problema es que los caídos considerados como simples “daños colaterales”, quizá sean más de los que aceptan los números. Eso es lo que también debe exigírsele al propio gobierno que aclare. Que se investigue. Porque son los muertos, pero también son los vivos. O, mejor dicho, los sobrevivientes, como es el caso de las familias desintegradas.
El gobierno de Felipe Calderón inició una lucha frontal. Pero no midió las consecuencias. Porque entre las víctimas “colaterales”, también están los niños cuyos padres han sido asesinados en esta guerra y luego quedan en el desamparo. Es decir, por un lado están los crímenes no investigados; por el otro las familias sin la figura del padre. Los hijos que se quedan huérfanos, porque la mayoría de los caídos rondan entre los 15 y los 39 años de edad. Hombres y en su mayoría con hijos.
“Pesadillas de la orfandad”, así titula la revista Proceso de esta semana su nota principal, donde cuenta historias desgarradoras de familias, de niños, que son víctimas de la violencia en Ciudad Juárez. Otro problema que padece Juárez, ¡como si le faltaran! Nada hay que sustituya a un padre que se pierde; para nadie, mucho menos para un menor. El panorama es negro para las familias afectadas. ¿Y las indagatorias cuándo?
Cualquier protesta en contra de la impunidad vale, como todo esfuerzo. Ahora les tocó a los periodistas, que pese a la desunión en este momento una causa común logró reunirlos. Tantos más sectores de la sociedad hace falta que se unan para protestar por lo que está ocurriendo. Las acusaciones en contra los jefes de la Policía Federal en Juárez, también, por presuntos nexos con los cárteles o porque aparecen en las narcolistas, son un buen ejemplo de que algo o mucho anda mal desde las instancias encargadas del combate al crimen, hacia arriba. Por eso urge detener la impunidad. Contra eso valen todas las protestas y todas las marchas también.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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