domingo, 23 de mayo de 2010

TIMORATA, LEY OBAMA

23/mayo/2010

*Regular los mercados financieros, ¡vil cuento!
*Con o sin la ley, no termina la especulación

“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”: Martin Luther King (1929-1968).

Seducidos por el canto de la sirena. “Habemus reforma financiera”, dijo Barack Obama. Pero apenas son los primeros pasos. Son tantas las expectativas que ha despertado la aprobación en el Senado de Estados Unidos la reforma al sistema financiero, propuesta por el presidente en junio de 2009 y avalada el pasado jueves 20 de mayo por apenas 59 votos demócratas contra 39 republicanos, que se han sobredimensionado sus alcances aún y cuando todavía tiene obstáculos que brincar, tanto en la Cámara de Representantes al “empatar” —o quizá no— con la propuesta presentada por ésta, hasta ser llevada al Congreso en diciembre para su posible aprobación final. Y, luego entonces, su entrada en vigor.
Se quiere antes del 4 de julio, pero eso es demasiado pronto. O sea que, en los hechos, todavía es larga la carrera de obstáculos que tiene por delante la pretendida reforma financiera. Y, por lo mismo, no es tiempo de cantar victoria; mucho menos compararla con la, esa sí, Ley de Salud que está vigente. E igualmente le aportó un gran capital político a Obama —por el impacto social que conlleva—, previo a su posible reelección hacia otro periodo presidencial como se estila en aquél país. ¡Qué más quisieran Obama y los demócratas!
Y no cabe duda que las intenciones del actual presidente sean positivas, cuando les plantea a los estadounidenses la importancia de regular al sistema financiero. La razón fundamental es que la ciudadanía, con dicha ley en vigor, ya no tenga que pagar los platos rotos por los errores de Wall Street, “los abusos y excesos” de los corredores. Cubrir los costos de otra crisis similar a la de 2008, que acabó afectando a los contribuyentes vía el pago de rescates de empresas con fondos públicos, como Goldman Sachs, para evitar su caída y el hundimiento en general del esquema de las finanzas en los EU. Buenas intenciones.
Pero también es verdad que, con todo y que la pretendida reforma al sistema bancario sea la más importante desde los tiempos postreros a la crisis del 29 que tanto golpeó a la economía estadounidense —lo que prueba que los magnates de la banca y de la bolsa, siempre han tenido manga ancha para especular con toda la libertad que les brinda el capitalismo puro primero, el imperialismo después y la globalización reciente—, de no hacerse todavía más profunda (y esa no es una característica distintiva de la reforma Obama), las triquiñuelas estilo casino de los corredores de la bolsa en Wall Street seguirán sin freno.
En primera porque las propuestas medidas regulatorias tienen agujeros por donde seguramente se filtrarán especuladores puros y más dañinos como los del mercado de derivados. En segundo, porque las apuestas por valores y papeles vía la especulación y la ganancia fácil no pararán con una ley tan corta. Mucho menos, y principalmente, por la razón de que quien le dio el toque a la globalización de ahora es, precisamente, el sistema financiero. En otras palabras, porque la globalización es de las finanzas y por eso los contagios a todas las bolsas del mundo, en cuanto brotan los primeros síntomas de inestabilidad en cualquier país por muy insignificante que parezca.
Porque se queda corta la idea de que la era de la globalización la tipificó el avance tecnológico de las computadores y el internet —grandes instrumentos, ¡y muy útiles por cierto!, porque igual han socializado las denuncias en contra de dicha globalización—; más bien lo que la caracteriza y determinó durante las décadas de los 80 y 90 del siglo XX, fueron los acelerados procesos de liberalizaciones de los mercados financieros en cada rincón del planeta, respondiendo a presiones de los organismos financieros, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que sirven porque representan los intereses de los grandes banqueros que tienen en sus manos el poder económico en los EU.
Particularmente útil resultó la liberalización en los países en desarrollo quienes, una vez desnudos frente al mercado de capitales que maneja Wall Street con el apoyo de la Reserva Federal (sujeta a los intereses de los presidentes en turno, ¡pero por supuesto!; como le sirvió la FED comandada por Alan Greenspan a los Bush, por mucho alarde de “autonomía”) y aplicados los procesos de choque respectivos con los tremendos trastornos sociales que han traído consigo, quedaron a expensas de la especulación. O a ser golpeados en sus monedas, en su tipo de cambio; o para recibir capitales golondrinos o de rápida movilidad en los mercados porque van por los más altos rendimientos y en los tiempos más cortos.
Todo eso ha volatilizado a las economías de los países en desarrollo, al dejarlos a disposición de los lineamientos y las expectativas de atraer capitales. Unos capitales que nunca tienen la característica de ser invertidos en la economía real, porque el desarrollo de los países es lo que menos les importa. Eso es asunto de sus gobiernos, sobre todo que lidien con las protestas de la población que está expuesta a un mayor desempleo, a la carencia de ingresos, etcétera. Pero sobre todo a ser golpeados, en cualquier momento, por una decisión tomada desde afuera trastocando inversiones, finanzas públicas y socializando las pérdidas cuando así conviene.
Por eso es que los pueblos tienen todo el derecho a la protesta en contra del seguimiento de políticas instrumentadas —como responde el modelo neoliberal aplicado en países como México— desde afuera. Porque responden a un esquema financiero que está controlado desde los centros del poder, como las bolsas responden a Wall Street y los bancos a la FED (y ellos a los magnates de las finanzas que no arriesgan nada y van por todo).
Que desaparezca la FED, como lo propuso en algún momento Milton Freedman. ¡Aunque lo tiraron de a loco! Pero esa sí que sería una reforma de fondo y no las timideces de Obama (por eso algunos republicanos avalaron los cambios en el Senado). Para acabar con las especulaciones. Y con el modelo de la globalización. ¡Entonces sí, los magnates dueños de los mercados financieros estarían a las puertas del infierno! Si acaso volver a la idea de un banco central para regular la emisión de la moneda, regular los procesos de intercambio con el exterior y los préstamos para favorecer a la economía real. Y dejar atrás la especulación estilo ruleta rusa. Con o sin reforma Obama.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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