lunes, 31 de mayo de 2010

RECONVERSIÓN PETROLERA GLOBAL

28/mayo/2010

*Entre los riesgos, es mayor el daño ecológico
*Caduca, normatividad de la industria energética

“Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre”: Carl Sagan (1934-1996).

No siempre el que asume riesgos afronta las consecuencias. No ocurre con individuos tanto como con las empresas trasnacionales que todo el tiempo quieren ganancias millonarias y no aceptan las pérdidas, aunque forman parte de tales riesgos. Del mismo modo que otras tantas hacen negocio a pesar de las secuelas como ocurre, por ejemplo, con las multinacionales de la industria farmacéutica, las agroindustrias, grandes procesadoras y tantas más. De por sí el tipo de industria capitalista internacional es depredadora de la mano de obra trabajadora, y destructora de la naturaleza.
Pero hay negocios que implican mayores peligros, unos más que otros. Es el caso de las energías derivadas de la industria atómica y del petróleo. La fisión nuclear con fines pacíficos; el rompimiento del átomo en los grandes reactores representan una permanente vulnerabilidad en cualquier parte del proceso. El accidente de Chernobyl (26 de abril de 1986) es un ejemplo del tipo de desastre ecológico y humano que puede generarse en este renglón.
El otro ejemplo es el de la industria del petróleo. Un manejo que implica accidentes por muchas razones. Desde la extracción del crudo de los pozos —en general— hasta su refinación-industrialización por parte de las grandes empresas trasnacionales del energético, todo el proceso implica tremendos riesgos. Desde los materiales utilizados (tipos de maquinaria, de ductos, de válvulas, etc.) y el traslado (los grandes buques cisterna), o hasta los contenedores y los procesos de limpieza.
El problema es que las petroleras nunca asumen las secuelas. Simulan pagar, pero nunca logran resarcir los daños, pero hablando de accidentes en el mar cualquier fuga desde un barco cisterna o de una planta de extracción, causan daños altamente perjudiciales e irreversibles. Por eso son impagables. Y esa es una constante de la industria del energético fósil. Y de todos los países por igual. De ahí las exigencias de los organismos protectores del medio ambiente.
En el último incidente ocurrido en el Golfo de México el pasado 20 de abril, cuando explotó la plataforma Deepwater Horizont que dejó sin vida a 11 trabajadores, le tocó a la British Petroleum (BP) de la Gran Bretaña, encargada de la obra cuya extracción de poso está a 1.6 km de profundidad. Pero ningún país ni cualquier otro mar están excluidos de accidentes de ese o cualquier tamaño. Como puede verse en la historia de la industria petrolera. Le pasa tanto a empresas de países desarrollados, como a otros de menor desarrollo.
Y lo primero que han demostrado accidentes como el reciente de BP, es que en la industria del energético ni las leyes para el manejo mundialmente aceptado, ni las medidas de previsión de la seguridad de operación, física y humana, en cada caso resultan suficientes. Y luego vienen las secuelas, tragedias monumentales. Catástrofes de dimensión mundial.
Es cuando la voracidad e insaciabilidad de ganancias de la industria energética y petroquímica, en manos de empresas petroleras inglesas y gringas, está por encima de todo lo demás. Es cuando la naturaleza se impone a la soberbia del hombre “civilizado”, quien alentado por los descubrimientos de la ciencia y sus aplicaciones en “el ámbito de los negocios”, supone que puede “controlar” y “dominar” a la naturaleza para sus fines. Nada está más lejos de eso. O, ¿qué puede hacer el hombre ante fenómenos como las tormentas, los terremotos, los tornados? Nada. Pero no escarmienta, porque la ganancia está primero; la destrucción de la naturaleza es lo de menos.
Fue apenas el jueves pasado (27 de mayo) cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aceptó que el derrame de petróleo en el Golfo de México adquiere la categoría de ser “el peor desastre ecológico de la historia de los Estados Unidos”. Así lo asumió toda la prensa de su país. Y no lo dijo, pero se entiende que es causa de una destrucción incalculable de especies marinas. Aparte de los daños para la industria pesquera y turística de estados cercanos al desastre como Luisiana.
Ningún intento ha dado resultados. A 40 días del accidente, la última operación top kill, consistente en la inyección de fluidos pesados y otros materiales para tapar el poso y luego sellar con cemento, falló. “No pudimos detener el flujo”, dijo el encargado británico, Doug Suttles. BP anunció que intentará otro procedimiento consistente en “cortar caños rotos” del fondo marino para luego instalar un contenedor y tratar de capturar el petróleo fugado y enviarlo a la superficie. Llevará siete días instalar el artefacto bautizado Lower Marine Riser Package.
Lo que significa que, a partir de ayer y durante los próximos siete días seguirá creciendo el dato acumulado de la fuga —muy por arriba de los 11 millones de galones derramados por el Exxon Valdez en 1989, en las costas de Alaska—: “68 millones de litros de petróleo”, según expertos, o entre 18.6 millones y 29.5 millones de galones de crudo vertidos en aguas de Golfo de México.
Pero las cifras son conservadoras, porque el vertido podría alcanzar una mayor derrama. Los cálculos van desde los 1.9 millones, los 3 millones, hasta los 3.9 millones de litros diarios. Cualquier cantidad multiplicada por los días transcurridos desde el 20 de abril a la fecha.
Y, como era de esperarse, comienza a hablarse más del tamaño de las pérdidas económicas que del impacto del desastre: una filial de BBVA instalada al sur de EU calcula que “el impacto económico del derrame podría ascender a 4 mil 300 millones de dólares”. No se dice si por los litros derramados y “desperdiciados”, o por las pérdidas de BP en sus acciones y lo que invierta en los procedimientos para tapar el poso.
EU, impotente ante la tragedia, ahora Obama promete reglas más duras para la industria petrolera. El jueves pasado habló de la suspensión de 33 operaciones de perforación exploratoria en el Golfo, y de “cancelar o suspender temporalmente las ventas pendientes de arrendamiento y de perforación en Virginia y el Ártico. Refirió también a las relaciones “corruptas” entre los reguladores federales y la industria petrolera. Pero los peligros del negocio del energético son constantes.
Inherentes a la corrosión industrial del sistema de la maximización de la ganancia de las trasnacionales del petróleo, sean de EU o de su socio, la Gran Bretaña. La regulación será insuficiente, habrá que pensar ya en la reconversión de los procesos industriales hacia otros parámetros auténticamente autosustentables.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario