lunes, 17 de mayo de 2010

DIEGO, EL MÓVIL POLÍTICO

18/mayo/2010

*Peligro, si el plagio es del narcotráfico
*Llegó el tiempo de repensar la estrategia

“Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen;
los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitas saber a dónde van”:
José Ingenieros (1877-1925).

Hay zozobra entre la clase política. Es el temor entre la sociedad. La indignación es generalizada. Es sólo parte del sentir de los mexicanos, porque no aparece Diego Fernández de Cevallos. Amigo de muchos, enemigo de otros tantos. Pero la desgracia es la desgracia. Algo que a nadie se le desea. No se sabe todavía quiénes habrían sido los plagiarios. Pero en cualquier caso el móvil a todas luces es político.
Porque el excandidato presidencial panista es una pieza clave de la vida política nacional. Lo ha sido durante las últimas décadas. Aparte de ser abogado de sonados litigios y un hombre que habría amasado cuantiosas sumas en dinero y propiedades. El caso es que sigue en calidad de desaparecido. Desde las altas horas del viernes 14 de mayo. Allá en una de sus propiedades conocida como La Cabaña, ubicada en San Pedro Escobedo, Querétaro.
Desde que se difundió la noticia, el sábado por la tarde hasta este lunes, las autoridades no lo encuentran y, al parecer tampoco tienen pistas. Únicamente la descripción del lugar de los hechos: que lo esperaban adentro de su finca, que hay rastros de sangre en unas tijeras confirmando que es de su tipo, unos lentes rotos y… el resto es materia de investigación. Eso sí, en su búsqueda se ha desplegado un cuantioso aparato policiaco y militar, para rastrear cualquier pista.
De los delincuentes, nada. Pero habrían tenido la noche del viernes y madrugada del sábado para escabullirse. Los hijos de Diego abrieron ya las puertas de una posible negociación. En tanto no aparezca, el caso obliga a plantear algunas hipótesis. No hay mucha tela de dónde cortar. Sólo que es un plagio con claros tintes políticos. Eso no es mucho, pero sí lo es. El delito común estaría descartado por obvias razones; porque nada le robaron. Luego, ¿podría tratarse de un ajuste de cuentas de un enemigo personal, o secuela de alguno de sus tantos litigios? Tal vez.
Pero si su plagio está asociado u orquestado desde algún grupo ligado o perteneciente a las bandas del crimen organizado o del narcotráfico, entonces su vida corre peligro. Y no sólo él. Porque de ahora en adelante cualquier otro político —¡y qué decir del ciudadano de a pié!— estría en alto riesgo. El caso Diego es un parteaguas en el tema del crimen, dijo ayer el presidente de la Comisión de Defensa Nacional, diputado Ardelio Vargas Fosado del PRI. Y tendrá que haber cambios en la política de seguridad interior.
Porque el crimen organizado estaría comenzando, a partir de ahora, a golpear directamente a la clase política. Como sucedió en Colombia. Por eso, lo que admitió Felipe Calderón también ayer en España no es poca cosa. México, dijo, está viviendo algunas fases como las que enfrentó Colombia en los años 80. Pero no de la gravedad del asesinato de un candidato presidencial (¿Luis Carlos Galán?), el secuestro de la Suprema Corte de Justicia y un asalto al Congreso de ese país.
¡Pero cuidado!, porque la amenaza es real y las consecuencias están a la vista. No cabe, como lo dijo el propio Calderón, que “México está combatiendo dichas fases en menos tiempo que el que ha requerido en Colombia”. Porque la estrategia de Calderón carece de logros. O ¿en dónde están? No se puede seguir metido en el engaño.
No se ve que el golpe fue directo al corazón del gobierno federal. Como al centro del propio PAN (porque Diego es un político de consulta permanente) y a los procesos electorales (el plagio ocurrió a unas horas del proceso electoral yucateco; la primera elección de 2010). Por eso es que el asunto se vuelve una preocupación de Estado.
Primero, porque le compete al Estado responder por la seguridad de todos los mexicanos. En segunda instancia, porque a partir de ahora el gobierno tiene que repensar, replantear, volver a estudiar y analizar a conciencia (aprovechar la experiencia de otros países que han pasado por situaciones similares), la estrategia contra el narcotráfico y el crimen organizado.
¿Será que ya llegó el momento de los balances y de componer lo que anda torcido? ¿Acaso no vale el esfuerzo de tantos miles de mexicanos caídos en esta cruenta lucha entre y contra los cárteles de la droga? ¿Será que como parte del Estado, el gobierno tenga que esperar a que la violencia tenga todavía manifestaciones de mayor crueldad? No. Llegó el tiempo de replantear la estrategia antinarco. La política de seguridad interior, como dice el diputado Presidente de la Comisión de Defensa Nacional.
Nadie en su sano juicio ha pedido el retiro per sé de las Fuerzas Armadas. Pero las funciones de policía no le van. Desgate aparte, su mera presencia ha sido insuficiente o contradictoria. Véase en cualquier ciudad dónde han estado: Ciudad Juárez, Morelia, Monterrey, Chihuahua, etcétera. Podrán seguir, pero bajo nuevas reglas. Más no con mayores facultades. ¡De por sí los “daños colaterales”!
Además, el gobierno debe inicia la indagatoria de todos los delitos cometidos hasta ahora que deban investigarse. Es tiempo de acotar la impunidad desde el poder que padece la sociedad. Aparte. En el replanteamiento de la estrategia, hace falta que el Estado se apoye en la sociedad. Que vaya con ella, no en contra de ella. Porque el gobierno desoye las propuestas de la sociedad civil. Por eso tampoco hay resultados.
Porque el gobierno debe construir una estrategia integral para combatir al narcotráfico y a las bandas del crimen organizado. La pauta la debe dar el gobierno federal. Porque así como ocupa y preocupa la desaparición de un personaje como Diego de Cevallos, así también duelen los caídos inocentes. Basta ver cualquier drama familiar. Hasta de aquellos que están involucrados, porque ¿cuántos mexicanos no son atraídos a las bandas del crimen porque no tiene una opción laboral y de ingreso? ¿Y la política social y de prevención?
Porque la solución es integral es que se trata de una cuestión de Estado. En bien de la tan anhelada seguridad. Y de la democracia electoral coyuntural. A ver qué dicen —no los políticos— los estadistas…

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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