jueves, 27 de mayo de 2010

SECUESTRO, MENSAJE A CALDERÓN

27/mayo/2010

*Plagio de Diego, un reto para el poder
*¿El narco?, ¿quién? Va vs. el gobierno

“Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa”: Enrique Jardiel Pondela (1901-1952).

Asunto de Estado. El caso es que lo de Diego Fernández de Cevallos se trata de un secuestro, y no como durante siete días sostuvieron las autoridades judiciales: que estaba “desaparecido”. Es la opinión generalizada, al menos desde el pasado jueves 20 por la noche, cuando comenzó a circular por internet una fotografía, con todas las evidencias de que era la persona de Diego, que mostraba signos de vida. Luego se reprodujo en los periódicos y nadie cuestionó la autenticidad de la foto con los ojos vendados.
El mensaje, muy preciso, decía que “El jefe Diego goza de cabal salud, y manda enternecido saludo a quienes lo quieren y hasta rezan por él”. Igualmente se pide al hijo que exija a las autoridades “desbloquear” la comunicación y mantenerse al margen de la negociación que su familia ofrecía públicamente por su liberación.
Pronto los hijos aceptaron que el “enternecido” saludo es típico de su padre, de El Jefe Diego. Por lo tanto, a partir de ese momento todo el mundo aceptó que era un secuestro. Vinieron las reacciones. Siguieron las contradicciones de las autoridades, y hasta policiales. Los dimes y diretes de los medios. Más cuando el noticiero de Televisa decidió “no volver a informar de este caso hasta su desenlace”, del tema del secuestro, “por respeto a la vida” de Diego y de la familia.
Esta peculiaridad de la televisora más influyente del país, junto con el aparatoso dispositivo de seguridad y rastreo de cualquier posible pista o huella para determinar el paradero de El Jefe Diego, causó tremenda zozobra en los medios de comunicación, sacudimiento entre la clase política y, sobre todo, la indignación de la propia sociedad en contra del gobierno porque no hace lo mismo para aclarar delitos que sufren ciudadanos comunes. Porque no se vale la discriminación. La justicia selectiva. Y sale a flote la impunidad del sistema.
Porque, además, el caso de este secuestro aparece frente a la opinión pública como tal sui géneris. En primera instancia, por tratarse de quien se trata. De uno de los hombres más influyentes del propio sistema político mexicano. Un hombre clave al interior del PAN —con todo y que muchos políticos, incluso de su propio partido (ni se diga de otros), tienen sus reservas y le guardan su distancia— porque se le tiene en cuenta para muchas de las decisiones importantes partidistas y del mismo gobierno federal.
Un abogado polémico por tantos casos peleados, y ganados aún a costa del erario público. Señalado por abogar a favor de algunos narcotraficantes (no se le dice “abogado del narco, sino empleado de la mafia”), específicamente del cártel de Juárez en los tiempos de Amado Carrillo. Pero sobre todo el tráfico de influencias porque siendo diputado o senador llevó pleitos legales que le generan ganancias millonarias. Los casos ganados están ampliamente documentados en la prensa (de su momento y de ahora).
Pero si el secuestro es un hecho, lo que todo el mundo se pregunta es quién o quiénes se habrían atrevido al plagio de un sujeto como Diego Fernández de Cevallos. Esa es, y seguirá siendo la gran incógnita. Y las autoridades del caso, sobre todo la PGR, contribuyen a la ampliación de dudas y a generar un amplio clima de incertidumbre porque no informa nada sobre la investigación. Luego entonces, le dejan todo a la especulación.
Aventuremos, pues, en aras del esclarecimiento. Por su influencia dentro del sistema, así como por sus enormes ganancias que le depara la profesión de abogado, es de pensarse que El Jefe Diego sería un hombre tipo, un objetivo para ser plagiado. Pero los secuestradores tendrían que medir las consecuencias posteriores al secuestro de un hombre así. Digamos, prever la reacción de los aparatos de justicia y la participación de los medios de comunicación.
Pero sobre todo, el impacto y la reacción de la clase política. Por estas mínimas previsiones —las secuelas son mayores—, está claro que no cualquier grupo se atrevería a echarse encima un paquete de ese tamaño. Por lo tanto, si quien lo perpetró tuvo las mínimas mediciones de esas reacciones, de todos modos quien o quienes lo hicieron no sería un grupo cualquiera. Es decir, que se trataría de profesionales (una muestra de ello es que no dejaron huella, más allá del propio aparente tiroteo cuando lo “toparon” adentro de su rancho).
Plagio político. De un grupo especial que va, o bien por dinero, o por un escarmiento o mensaje claro y abierto al gobierno de Felipe Calderón. Como se ve, las opciones no son muchas. Sólo hay de dos sopas, a las que habría que agregar la coyuntura. Al menos es lo que parece. Por lo tanto, una primera opción sería —mera suposición— que en el momento que los secuestradores manden otra señal tratando de contactar a la familia para pedir rescate, luego entonces por muy fuerte que sea el grupo el caso será por dinero. Pero el grupo guerrillero ERPI dice que no lo tiene.
Por ese lado habría la esperanza de que el caso se resuelva pronto y bien. Y Diego esté de regreso. La otra opción es más delicada y difícil, si se tratara de uno de los grupos ligados con el crimen organizado, porque entonces sí los objetivos serían de mayor alcance, y el plagio también. El mensaje sería político y para el gobierno. Y no hay tantos “enemigos” enfrente, más allá de los que el propio gobierno tenga identificados, como pudieran ser las bandas ligadas al crimen organizado.
Ahí caben los de mayor sospecha: los cárteles del narcotráfico que se sienten perseguidos por las Fuerzas Armadas, por una decisión presidencial. Pero en este terreno no hay muchas posibilidades de saber de qué se trata. Hasta en tanto no se cuente con mayores pistas. O más señales. Aquí el objetivo principal del secuestro de Diego de Cevallos no se sabe. ¿Será una acción de desesperación porque se sienten acorralados? También puede ser.
Sólo recordemos que hace algunos meses el grupo de Los Zetas —que estarían fuertes en el estado de Hidalgo, cercano al lugar donde ocurrió el levantón de Diego— junto con otros cárteles, han alegado en mensajes vía las narcomantas por qué se protege a El Chapo Guzmán. Y señalan directamente a Calderón. Pero no son los únicos. También los señalamientos vienen desde Washington y por la prensa estadounidense. Tampoco el gobierno federal aclara bien a bien esos señalamientos.
El problema se complica, hasta para la suposición, cuando en la coyuntura se atraviesa el proceso electoral de julio. Delicado asunto para el Estado.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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