domingo, 9 de mayo de 2010

ECOCIDIO EN EL GOLFO DE MÉXICO

09/mayo/2010

*El hombre, enemigo de sí mismo
*Lastre de la industrialización global

“Sólo obedeciéndola se doblega a la naturaleza”: Francis Bacon (1561-1626).

El peor enemigo del hombre es el hombre mismo. Esa es, lamentablemente, una verdad simple y llana. La historia está plagada de ejemplos. Claro que tampoco forma parte —como se le endilga para justificarla casi siempre— de la naturaleza humana, sino que es un derivado de la ambición, del interés, del hambre de riqueza, del dominio o el poder de unos territorios, naciones, países, grupos o personas por sobre otros. Por eso los hombres se destruyen y matan con todo tipo de armas. Por eso la industria de la guerra.
Las invasiones orquestadas por los grandes imperios del pasado, las conquistas europeas en África y América, la Inquisición, las conflagraciones mundiales, el Holocausto y las últimas guerras perpetradas desde la segunda mitad del siglo XX a la fecha, son algunos ejemplos que han significado la muerte de millones de personas.
Enemigo de sí mismo, principalmente por la forma de vida social que se ha otorgado, el hombre también es el mayor depredador y destructor de la naturaleza, porque el usufructo está en primer lugar. Porque en tanto la natura fue usada para el autoconsumo humano el asunto no pasó a mayores. Pero en su expresión moderna, el capital productivo e industrial explota los recursos naturales al extremo —aparte de al hombre mismo—, e incurre en una dinámica devastadora sin precedentes, por lo menos desde los tiempos de la revolución industrial para acá. Eso se ha convertido en un problema de sobrevivencia para la humanidad.
Se extraen materias primas, procesan, utilizan y luego desechan toneladas de productos en forma de “basura”. El petróleo es un buen (mejor dicho, un mal) ejemplo, por ser uno de los contaminantes potenciales más frecuentes de los ecosistemas, principalmente del mar. Otro tanto ocurre con el uso de la energía nuclear. Todo en un marco de acelerada mercantilización y reproducción de capital monopolista mundial.
El petróleo proporciona la energía que transforma el mundo industrial para proporcionar el producto-negocio y las “comodidades” que “demanda” el mundo moderno. Del hidrocarburo pueden obtenerse hasta más de 2 mil productos. La refinación del petróleo crudo va desde la destilación (combustibles como las gasolinas para el transporte automotor), hasta la petroquímica que proporciona derivados como los polímeros.
Es también, dicho combustible, la materia prima de la que devienen las mayores ganancias. Pero igualmente es el mayor contaminante fuera de su estado natural, o en cualquiera de los productos derivados cuando se convierte en desperdicio y es arrojado a la tierra o al mar sin tratamiento alguno.
Dominada por unas cuantas empresas multinacionales, como está la extracción, el traslado y el procesamiento del energético, regularmente son los países que cuentan con las mayores reservas, primero, y luego los que tienen control del mercado en cuestión, quienes fijan los niveles de explotación, procesamiento y exportación. Pero sobre todo, son unos cuantos los que fijan de precios de mercado de cada barril de petróleo. Con EU a la cabeza, porque es el mayor consumidor.
En ese juego de dominio y control están empresas como, en primer lugar, Aramco, de Arabia Saudita. Aramco produce actualmente 8,9 millones de barriles diarios de crudo y sus reservas son del orden de 264 mil millones de barriles, según datos de agosto, 2009. En la competencia con los sauditas están también Irán (con la empresa NIOC), Estados Unidos (Exxon Mobil), Venezuela (Pdvsa en cuarto lugar) y China (CNPC, en el quinto del ranking mundial). No se quedan atrás los Emiratos Árabes, Brasil y México.
No soluble al agua, con todo y las presuntas medidas internacionales de seguridad a que está sujeto en todas sus etapas, el manejo del petróleo es altamente irresponsable por parte de las empresas. Porque lo que importa es el negocio al costo más bajo y con las mayores ganancias. Recuérdese que el petróleo está entre los tres negocios más rentables del mundo. Eso mismo ha motivado algunas de las peores catástrofes ecológicas de la humanidad. Por errores del interés humano de la empresa global.
Por motivos de la Guerra del Golfo Pérsico —la Operación Tormenta del Desierto de George Bush—, operada por EU y sus “socios” entre 1990-91, cuando Irak invadió Kuwait, Saddam Hussein incendió 600 pozos petroleros de este país. Los incendios duraron siete meses y con un daño incalculable para la atmósfera, los ecosistemas y el Golfo mismo, porque las secuelas de muerte fue mayúsculo.
El 23 de marzo de 1989, el petrolero Exxon Valdez golpeó en un arrecife frente a las costas de Alaska y derramó su cargamento estimado en 41.6 millones de litros de petróleo, causando una derrama que cubrió unos 740.7 mil kilómetros cuadrados. Por el tipo de fauna abundante y espectacular en esa zona, el daño fue terrible. Murieron aproximadamente unas 250.000 aves marinas, 2.800 nutrias marinas. Cifras pírricas porque, deliberadamente, del resto de la fauna no hay datos. A estas alturas todavía se desconoce el impacto real de la tragedia. La “limpieza”, a medias, costó 2,1 billones de dólares. El daño continúa.
El desastre del Golfo de México, por la explosión de la plataforma Deepwater Horizon que operaba la British Petroleum el 20 de abril pasado, y cobró la vida de 11 trabajadores, podría exceder al causado por el Exxon Valdez. Apunta para allá. Convertido en tragedia nacional para EU, conservadoramente se calcula la fuga de 757 mil litros diarios.
Pero es un dato altamente conservador, para no causar la reacción de los defensores de la ecología. Porque son tres fugas, apenas se ha bloqueado la de menor capacidad, y parece increíble que se hayan escapado apenas unos 13.6 millones de litros, porque la mancha de petróleo ya llegó a las playas de Louisiana. Y amenaza expandirse más allá. En tanto la captura del petróleo de la superficie es mínima, los dispersores químicos no funcionan y las redes de contención o sirven de nada frente a la magnitud. Además de tapar los pozos —lo que se ve lejos todavía—, con nada se repararán los daños. BP ha dicho que pagará. Pero no habrá dinero que cubra el ecocidio del Golfo de México. El capital depredador.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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