lunes, 29 de noviembre de 2010

EL ESTADO, INSTRUMENTO DE PODER

29/noviembre/2010

*La institucionalidad y legalidad es camuflaje
*Son los ricos quienes promueven la violencia

Aún sin entrar a discutir definiciones pasadas o presentes, formales u obtusas; sin caer en etiquetas escolásticas o en axiomas, tendencias, autores o dogmas de actualidad, analizar las funciones del Estado, sus fines y su organización o estructuración, es tanto como —o sirve para— descubrir y describir los intereses que salvaguarda, su utilidad al interior de una sociedad cualquiera en lo que al famoso Estado de derecho corresponde. De tal manera queda al desnudo su finalidad y utilidad formal. Su apropiación instrumental por unos cuantos y las consiguientes maniobras desde el poder para el bienestar privado y su pretendida continuidad en el tiempo.
El Estado capitalista o burgués —el de mayor aceptación y vigencia por el tipo de estratificación e institucionalidad adoptada en el mundo; la expresión, formalidad o “legalidad” es lo de menos—, ese viejo decrépito que entre más se complica se autoprotege y fortifica, es el saldo histórico de la desigualdad en la apropiación y distribución de la riqueza y la promoción de los desequilibrios socialmente estructurados. Fruto de la institucionalización de los intereses de unos cuantos, los más ricos, sobre el resto de la estructura social, consecuentemente funciona menos a satisfacción del bienestar general.
Por ello, aún con todos los síntomas de decadencia de un Estado, la urgencia marcada por un periodo histórico, los síndromes de decrepitud económicos y políticos o las exigencias de la presión social por desatender la generalidad, está claro que el sistema político de un país, si no es bajo la fórmula de la violencia —o pretendido cambio revolucionario, conforme a la fórmula socialista que intenta destruir el viejo modelo económico y político burgués, desde los tiempos emancipadores de África, Asia y Latinoamérica—, difícilmente cambia pacíficamente. Y menos como el deseo coyuntural urge en ocasiones; es decir, a voluntad.
El pretendido cambio enfrenta varias resistencias que se manifiestan también de muy diversas maneras. Veamos algunas generalidades.
1) El concierto mundial que amalgama los intereses de las clases dominantes allende las fronteras, que implantan tanto el modelo económico y sus lineamientos como el político. El Estado o Leviatán como simple instrumento. Desde las cúpulas ultranacionales hasta locales; desde los países más desarrollados hasta los más pobres. En ese contexto se desarrolla y reglamentan tanto los términos de la propiedad como su salvaguarda. El derecho de unos se desenvuelve o aplica como el derecho de los demás, aunque sea contrario a estos últimos. Ya por la vía de la conquista o ya sea por la imposición violenta o mera copia [el modelo constitucional estadounidense fue reproducido en varios países de Latinoamérica; México en primara instancia y no sólo por la cercanía]. Es la defensa general del estatus quo burgués, o de los ricos sobre el derecho de —o ausencia de— los demás. El derecho de unos cuantos sobre el atropello de las mayorías.
2) Así se ordena el derecho internacional también. De idéntica manera se erigen instituciones —creadas exprofeso para la defensa del interés privado— que son dirigidas desde los centros del poder mundial [ni qué decir de los centros financieros mundiales, las agrupaciones como el Club Bilderberg, la comunidad judía y otros menores identificados como sectas bajo estrictas reglas de obediencia utilizadas para el control mundial] como los clubes de países ricos —G-8, G-20, OCDE, OTAN, Unión Europea, y la Organización de las Naciones Unidas (de aceptación general pero de objetivos finamente camuflados), etcétera—, que se encargan de cumplir y hacer cumplir los fines y políticas de consenso establecidos previamente.
3) La defensa de tales intereses estructurada en todas las formas posibles del derecho privado, desarrolla toda una amalgama jurídica que establece reglas e institucionaliza el dominio y el control. Pero cuando los mecanismos legaloides establecidos no dan los resultados esperados, asoma el uso de la fuerza. La utilidad de la violencia en todas sus formas. El intervencionismo militar que pasa por el espionaje, el terrorismo, los golpes de Estado, la vigilancia satelital, la intervención de todas las formas de identidad privada, etcétera. La guerra como el instrumento más “efectivo” por letal. Y todo lo que deriva de ello, como la aplicación de la ciencia en el desarrollo de las armas, desde las convencionales hasta la bomba nuclear. La industria de la guerra y los usos que le han dado los imperios.
4) Las llamadas burguesías locales, o de las zonas periféricas, que defienden a capa y espada el funcionamiento estatal y el estatus quo de todo tipo de oposición y resistencia organizada o de los sectores sociales contrarios. El Estado ligado directamente a la preservación de los intereses ajenos, extranjeros, y los propios locales. Los pocos que responden a los beneficios de otros y los suyos [como la extracción y explotación de energías para bienestar extranjero], y hacen uso de todas las herramientas disponibles. Incluso con el uso manipulador y enajenante de los medios de comunicación para el control.
5) El orden político que, aún con la presión social y mayoritaria encima para el cambio por la polaridad extrema de las contradicciones generadas, no lo hace como el mexicano, se defiende a capa y espada aún bajo el artilugio de la democracia para la solución de controversias. Atole con el dedo. Porque el simple uso del “voto libre” no basta. Sucede muchas veces que aún como tal se expresa la “libertad de elegir” a los representantes del ordenamiento político [aún con todas las promesas de campaña y suponiendo que el sistema electoral funcione legal y transparentemente; el caso de México es un fracaso en esta materia], éstos terminan por adaptarse al sistema de contubernio, corrupción y colusión de los intereses estatales y particulares. La democracia como artilugio de convencimiento para la continuidad económica y política.
6) Bajo presión de intereses y corporativos de países extranjeros, el Estado mexicano es dirigido por unos cuantos. Los políticos como servidores del auténtico poder. Así, como muchos otros estados, con todo y que las demandas de cambio son pacíficas, los que poseen el control económico y político parecen apostarle a la violencia; o la ejercen como política de Estado. Impiden los avances a cualquier costo. Políticos serviles de un Estado que tiene dueños; aquellos que lo utilizan como instrumento, aunque su operación parezca muy compleja. La complejidad es voluntaria de los acaparadores del poder y de la riqueza general. Por eso son ellos quienes se resisten al cambio. Los que alientan la violencia. El interés tiene pies.

Correo maniobrasdelpoder@gmail.com

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