martes, 2 de noviembre de 2010

BRASIL ESTRENA PRESIDENTA

02/noviembre/2010

*Dilma Rousseff, reivindicar a las mujeres
*Continuidad desde un lulismo de éxitos

“Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer”: Antonio Machado (1875-1939).

A pesar de tanta misoginia y machismo que hay en el mundo [casi todas las culturas de los últimos tres milenios a la fecha dan cuenta de ello; no así pueblos enteros como los persas, egipcios, mexicas, cretenses; ni se diga en textos sagrados donde la creación es un acto sencillamente femenino], la mujer —como representación de la naturaleza y dadora de vida— le pone siempre un sello especial a todo lo que toca.
Inclusive al poder, cuando se le permite llegar. No obstante “La Dama de Hierro”, del Reino Unido, Margaret Thatcher; o la hoy mujer más poderosa de Europa, la canciller alemana Angela Merkel; ambas tratando de rivalizar las acciones de los hombres desde el poder. Ahora, aparte de la recién referida Cristina Fernández, presidenta de Argentina, con motivo de la muerte de su esposo y expresidente Néstor Kirchner, se trata de otra mujer digna de mención: Dilma Rousseff.
Ella, cuyo padre fue un comunista búlgaro y de madre brasileña, es la ganadora de la segunda vuelta en las elecciones que se llevaron a cabo el fin de semana pasado en Brasil, a cuyas urnas acudieron 106 millones de votantes según las cifras electorales. Y se convierte en la doceava mandataria de la región latinoamericana.
Por una diferencia [a favor con el 56% vs. un 44% del contrincante] de 11 millones de votos de su contrincante José Serra de la Social Democracia, Dilma de 62 años, del Partido de los Trabajadores [PT], será la primera mujer presidenta de su país y representa la continuidad del todavía presidente en funciones con gran éxito, Luis Ignacio Lula da Silva. Incluso seleccionada por éste para sucederlo en el cargo de la más alta responsabilidad y en un momento histórico sin parangón para su país.
Ella promete ser digna del trabajo del presidente más popular de la historia de su país, pues no sólo ha colocado a Brasil como la octava potencia económica mundial —y de paso reposicionarse en América Latina arrebatándole con razón el papel otrora de México— sino que igualmente ha sacado de la pobreza a millones de brasileños que renuevan ahora la esperanza de seguir recuperando empleos y poder adquisitivo. Volver a Brasil una “nación de clase media”.
Por eso Dilma promete “honrar la confianza depositada” y extender el legado de Lula de la “nueva era de prosperidad” manteniendo la lucha contra la pobreza, la estabilidad y el crecimiento económico, y un compromiso con los derechos fundamentales y la igualdad entre hombres y mujeres, entre sus prioridades. Y sabe cómo porque como economista dio muestra de ser una gestora eficiente y con resultados.
Por eso fue propuesta por Lula, pese a la oposición de los dirigentes del PT [marginados o bajo “control” del presidente] que protestaron por ello y a sabiendas que un candidato del partido tenía altas probabilidades de ganar, simplemente por el legado de ocho años de éxito. Ahora la triunfadora está frente al reto de profundizar y dignificar el cargo. Añadirá medidas como garantizar el derecho a la opinión y la expresión, al empleo, la distribución de la renta, la vivienda digna, la paz social y “las más absolutas libertades de prensa, religiosa y de culto”. Para eso, velará por el respeto irrestricto a la Constitución brasileña.
Para la continuidad, Dilma ha llamado sobre todo a tres sectores: “Empresarios, trabajadores e iglesia”, además de la prensa y a todas las personas de bien del país, a “colaborar con un gobierno que será para todos sin exclusión”. Impondrá su sello. Así opina Roberto Mangabeira Unger al diario El País: “Ahora empieza un momento distinto, con una persona diferente y con un trabajo que tendrá sus propias exigencias. Ahora comienza una nueva etapa de nuestra democracia”. Prolongar, si no es que superar, porque la maquinaria económica y política bajo la estampa personal de Lula está caminando y él abandonará el poder en enero entrante.
De Lula se dice que sólo volvería en 2014 sólo si Dilma fracasa. La Constitución de Brasil le prohibió a Lula tres periodos de gobierno consecutivos. Pero con sus propios amarres [la primera presidenta tiene garantizado el apoyo de 16 de los 27 gobernadores de los estados brasileños], la presidenta seguramente saldrá adelante con la legitimidad innegable tras el triunfo, el necesario para aplicar las políticas y profundizar los avances y dar nuevos resultados en el marco del lulismo.
Claro que no es sólo administrar el éxito. Pero tampoco resulta imposible. Y es que, sin aspavientos, Luis Inacio Lula da Silva sacó a su país del atraso aprovechando las oportunidades de la crisis económica mundial para relanzar al país sudamericano ampliando sus redes en todos los ámbitos. Pronto anudó una buena relación comercial y de inversiones con China y el sureste asiático, por ejemplo. Fortaleció su predominio en Latinoamérica, especialmente al sur continental. Por hace algunos años que se habla del milagro brasileño. Como antes el milagro mexicano.
No obstante, uno de los principales retos de Dilma, como el de muchas economías del mundo desarrollado y también en desarrollo, está en el control del gasto público. Eso va de la mano de los propósitos de la nueva presidenta. Sobre todo, opinan los “expertos”, por el pesado aparato burocrático. El ámbito fiscal, dice Sebastián Briozzo, un consultor regional de Standard and Poor´s, sigue siendo uno de los grandes “debe” del sector económico.
“A nivel fiscal, Brasil todavía presenta algunas vulnerabilidades. En un escenario base donde se mantiene la política (económica) actual, Brasil se beneficiará de avanzar más rápidamente si dispone reformas, reformas fiscales, en la parte tributaria, reforma provisional”. Además de luchar contra la supervalorización de la moneda frente al dólar, que perjudica a los empresarios y exportadores. Eso es verdad.
Lo que no es del todo cierto es lo que sigue, porque lleva tras de sí las medidas restrictivas muy al estilo de las propuestas por la banca internacional, cuando dice el consultor Briozzo: “La propia restricción del gasto público [sic] será el mejor remedio para equilibrar no sólo la cuestión del cambio sino también el tema de las tasas de interés, que son dos caras de la misma moneda”. A los países desarrollados, y a sus consultores, les pega profundo que los países saquen la cabeza con sus propias medidas. Con Lula, Brasil es ejemplo para Latinoamérica. Con Dilma lo será también.

Correo: maniobrasdelpoder@gmal.com

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