30/septiembre/2010
*De empresarios, el gobierno no es de ahora
*Exención, trampa contra los inconformes
“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”: Groucho Marx (1890-1977).
A nadie engañan. El modelo neoliberal es devastador. Crea círculos viciosos. Aniquila la economía de un país, y sus derivados, como le está ocurriendo a México durante los casi 30 años que lleva de vigencia, porque agudiza las contradicciones. Por cierto que no es sólo responsabilidad política de los gobiernos del Partido Acción Nacional, también lo es y primordialmente de los presidentes surgidos del Partido Revolucionario Institucional desde Miguel de la Madrid ahora.
Nada más véase la tasa de crecimiento del PIB promedio, para todo el periodo neoliberal entre 1982 y 2010, no ha sido superior al 2.1 porcentual; eso sí, altamente vulnerable. Cuando con modelos anteriores México tenía dicho indicador por arriba del 6 por ciento, y con tasas de empleo aceptables, buenos salarios, una paridad manejable, y con fondos en las arcas de la hacienda pública superavitarios. Con un saldo donde se ha polarizado la riqueza y la pobreza. Más lo que se acumule.
Pero la reflexión de ahora, más que para destripar el modelo, lo que pretende es resaltar el asunto de la exención fiscal a favor de las empresas [y el juego, o el manejo digamos, que conlleva], en deterioro de la obtención de recursos públicos por parte de la Secretaría de Hacienda y la presión que ello significa para intentar incrementos en impuestos [como ahora que está a discusión en el Congreso el paquete fiscal 2011] en perjuicio siempre de la población, como sería el caso de aumentarlo en medicinas y alimentos. O el ya vigente, el aplicado a IVA e ISR desde 2009, los aumentos a las gasolinas y otros servicios que presta el Estado.
Al poco tiempo de ganar las elecciones, el Partido Acción Nacional en el 2000 con Vicente Fox, el nuevo Presidente llegó para implantar la “alternancia” y con ello operar la “transición democrática” en el país. Nada de eso. Dijo, eso sí, que su gobierno era “de empresarios y para empresarios”. Para la gente, habría “tele, changarro y bocho”, donde hasta el bocho se descontinuó. Su sexenio transcurrió, y ciertamente ganaron los empresarios durante el foxismo. Desde entonces, con la sucesión de Felipe Calderón en la Presidencia, las cosas no han sido diferentes. Mejor dicho, siguen peor. Los mismos preceptos neoliberales, eso sí, que los aplicados por el PRI pero llevados al extremo.
El problema es que se trabaja sólo para beneficio de los empresarios. Sobre todo selectos, los más ricos; porque la gran mayoría padece las inclemencias de una banca extranjerizada, con pocos créditos y caros con altas tasas de interés. Pero la trampa para mantenerlos contentos y que no protesten está en las exenciones las prerrogativas que les otorga el gobierno por la vía de Hacienda.
Así, los gobiernos trabajan para los más ricos, o peor aún, para satisfacción del sistema financiero internacional, que pasa por el aval del Departamento del Tesoro norteamericano, y para los especuladores que llegan de todo el mundo a “invertir” en México como en un paraíso. No un “paraíso fiscal”, por cierto, porque los países que caen en esa categoría cobran caro el anonimato en la titularidad de los depósitos.
Desde luego que ese tipo de prácticas gubernamentales sólo confirman la tesis neoliberal. Un modelo en donde las reformas macroeconómicas no son otra cosa que la desarticulación del Estado, con la venta indiscriminada de las empresas otrora paraestatales, dizque para cubrir los adeudos por concepto de intereses y deuda a los acreedores internacionales [cuando la promesa fue que habría mayores recursos en la hacienda pública]. Así se instrumentó a todas luces un estilo proempresarial de conducir la economía del país.
Esos fueron los objetivos de aplicar tales cambios, mejor conocidos como
Reforma del Estado. Pero, no se olvide que fueron sólo los grandes corporativos, instituciones financieras, banqueros e inversionistas especuladores de los países desarrollados quienes se llevaron la mayor parte.
Hay muchos asuntos en el inter, económicos todos, pero también por decisiones políticas [ambos aspectos están siempre íntimamente relacionados, como hablar de la política económica] que se determinan desde los gobiernos, para calificar que los más beneficiados son unos cuantos empresarios. Baste recordar que el hombre más rico del mundo es mexicano, pero también es el país con el mayor índice de población por abajo de la franja de la pobreza.
Apenas ayer se dijo en La Jornada, que entre exenciones, subsidios, deducciones, créditos y diferimientos fiscales, entre otros, Hacienda deja de percibir unos 201 mil millones de pesos a favor de las empresas. Tan sólo el diferimiento en el pago de ISR, el monto alcanza los 69 mil millones de pesos. El monto del sacrificio es mayor, porque alcanza los 210 mil 248.2 millones de pesos.
Y “esa cantidad representa casi tres veces los 70 mil millones de pesos requeridos por el Seguro Social para sufragar sus gastos para la atención médica, corresponde a aquellos tratamientos de carácter impositivo que significan una disminución en la recaudación tributaria, y dan lugar a la aplicación de regímenes de exención, define la dependencia en el Presupuesto de Gastos Fiscales 2010”.
No se trata de una erogación de recursos previamente obtenidos, sino del beneficio de diferir, evitar o disminuir el pago de impuestos. Así por ejemplo, como el costo del gasto fiscal a favor del sector empresarial por concepto de ISR alcanza la cifra de 68 mil 872.7 millones de pesos, y el IETU alcanza el monto de 13 mil 594.5 millones. Pero hay más. En ambos casos, por ejemplo, con la compra de autos cuyo precio unitario es de 175 mil pesos no se paga la deducción.
La trampa es que tales beneficios son entrecomillas. Primero para que no protesten por lo injusto del modelo. Porque en el fondo, desde los empresarios grandes para abajo están perdiendo todos. Pero no le protestan al gobierno porque los tiene entrampados con los espejitos del impuesto. El gobierno les da lo menos a cambio de que ellos no cuestionan lo más. El problema es que, a menores recursos fiscales disminuye la disponibilidad presupuestal. Y eso presiona alza en los impuestos.
Y finalmente la paga el que ni la debe ni la teme, sino que es el soporte de todo: la población en general. Se cae en un círculo vicioso donde perdemos todos. A excepción de los más grandes, a cuyo servicio están los gobernantes.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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