28/septiembre/2010
*Impacto social de la crisis económica
*Desatención del Estado, cero bienestar
“El sabio no enseña con palabras, sino con actos”: Lao-Tsé (570 AC-490 AC).
A nivel social, la crisis económica lo complica todo en un país como México. Las clases medias tienden hacia el empobrecimiento y la sociedad en general se ve presionada al descenso en sus niveles de vida. Crecen los pobres y aumenta el pauperismo. En el campo la situación es también grave, peor que en las ciudades, porque el impacto es generalizado.
En ese sentido, se presentan al menos cuatro secuelas con motivo de la crisis, dos referentes al salario, otras dos que impactan directamente al empleo. Sobre el salario tenemos: 1) una caída salarial continua, como percepción de los trabajadores, que le resta poder adquisitivo a las familias; 2) los niveles inflacionarios que resultan siempre mayores —al igual que los precios de los productos de consumo— al aumento en los ingresos que más bien tienden a bajar, en esa suerte de doble secuela que padecen los salarios.
A nivel del empleo tenemos: 1) su pérdida por el cierre de empresas obliga a los desempleados a buscar trabajo, y con ello se presiona el mercado laboral; los patrones abusan de esa situación y siempre quieran pagar salarios más bajos; 2) la carencia de empleos obliga [o bien a emigrar a los Estados Unidos] a ingresar al mercado informal; esto último deprime las condiciones laborales y sociales de las personas, con la subsecuente caída en sus niveles de vida y zozobra porque el ingreso se vuelve irregular y el trabajo fluctuante.
Condicionantes ambas, tanto la de los salarios como las del empleo, se reflejan en una caída consistente del mercado interno. Aumenta la oferta de productos pero baja la compra de los mismos, sobre todo los artículos de lujo o suntuarios. No ocurre lo mismo con los productos de primera necesidad, pese a que también bajan en calidad. Pero el mercado interno se ve agredido todavía más, por la importación de productos chatarra a precios subsidiados.
Ese contexto, el Estado se ve impactado porque sus ingresos también tienden a la baja. Disminuyen los impuestos porque caen los trabajos formales, lo que igualmente presiona a los cautivos a pagar más. Es cuando el Estado trata de imponer gravámenes nuevos. Por situaciones de agravio como estas por parte de Hacienda, es que los economistas dicen que al país no le falta una reforma fiscal sino una hacendaria. Por el simple hecho de que hay muchos, sobre todo los grandes empresarios, que no pagan lo que deben o lo hacen a destiempo, en tanto se pretende imponer cargas mayores o nuevas como a medicinas y alimentos, que impactarían mayormente a la sociedad.
Círculo vicioso, porque la depresión del mercado interno también disminuye los ingresos a las arcas del Estado. Entonces viene el abandono de la política social porque pasa a segundo término, urgido de cubrir otros compromisos “prioritarios”. Entonces el gobierno le resta recursos al presupuesto para este rubro y crecen las consecuencias al interior de la sociedad. Es cuando los pobres se vuelven más pobres.
Vulnerables resultan los indígenas y los campesinos. Pero donde impacta la crisis de peor modo es en las ciudades, las colonias pobres antes llamadas cinturones de miseria, entre los ancianos y los niños. Son ellos las víctimas principales. Para los ancianos se pierde cualquier tipo de atención, desde la médico-geriátrica como el entretenimiento y la recreación. Salvo contadas excepciones, el gobierno federal se olvida de la situación [cae la atención en las instituciones de salud, como el IMSS o el ISSSTE] y la misma se complica al interior de las familias.
Los niños, que no en su mayoría pero sí en número creciente, cuando no son bien tratados resultan víctimas también. Los dramas se complican todavía más que en Los olvidados de Luis Buñuel (1950) o Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis (1961), ambos estudios sociológicos y psicológicos de la situación de familias mexicanas de mitad del siglo XX. Historias del pasado. Durante las últimas décadas, los viejos padecen el rechazo y los niños se vuelven los más vulnerables de la sociedad. Bastan unos cuantos datos para ilustrar el impacto de la crisis en ambos niveles.
En el país hay 10 millones 600 mil adultos mayores y son atendidos por sólo 350 geriatras (El Universal, 27/IX/2010). Y la población tiende al envejecimiento, aunque no del tamaño de los países desarrollados. Los ancianos reciben abandono, maltrato físico o psicológico de familiares, despojo de propiedades, de dinero y hasta de su pensión alimenticia, en su caso. El “trato es más común hacia la mujer que para el hombre, el cual generalmente cuenta con más recursos económicos como pensión o propiedades, y porque mantiene una relación más lejana de los hijos”.
Según encuesta del Colmex, citada por el diario, es en el seno familiar en donde se da más el fenómeno. Los adultos mayores reciben maltrato sobre todo de los hijos, en un 36%, de la pareja en un 11%, los nietos en 10%, de personas ajenas en un 17.4%. La conclusión es que el seno familiar es donde se desvalorizan sus capacidades, baja la autoestima, y el viejo es “ignorado, desatendido y discriminado”. El maltrato físico es peor cuando los viejos pierden movilidad, la independencia, sufren abandono y hasta abuso sexual en algunos casos.
Pero el abuso sexual es peor en niños y niñas. Igualmente carecen de atención médica, escuela, son esclavos más allá de sus hogares y frágiles víctimas de la trata, de la explotación sexual en un trabajo mal pagado. Tan sólo hay, según datos de julio 2010 unos tres millones 14 mil 800 niños entre cinco y 17 años que trabajan en el país. De ellos, el 40.5% con explotados, un millón 221 mil 722 trabajan en condiciones precarias por estar lejos del entorno familiar. Y hay un millón de entre 14 y 17 años, el 65% no acude a la escuela. El trabajo infantil es para la OIT una clara violación de sus derechos, y expresión de la pobreza y la exclusión social de un gran número de familias en el mundo y en México. El trabajo infantil perpetúa las desigualdades sociales y económicas, y compromete el futuro de niños y del país.
Peor es el caso de entre 16 y 20 mil niños, niñas y adolescentes que son explotados sexualmente, víctimas de la trata de personas. Bandas delictivas del crimen organizado que lucran con servicio directo a clientes y venta de pornografía. Hasta llegar a las violaciones que ocurren en el seno de la propia familia pero no alcanza la denuncia. Para esto, además, hay omisión o falta de políticas de Estado para atender los casos. Síndromes de la descomposición alentada por una crisis generada y desoída desde el Estado.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario