12/septiembre/2010
*El 11/S, atentado para ganar petróleo
*Choque de civilizaciones, justificador
El 11 de septiembre 2010, a nueve años del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio hexagonal del Pentágono (sic). A partir de entonces la geopolítica cambió en el mundo. Pero especialmente para Estados Unidos. O mejor dicho, Estados Unidos modificó la geopolítica mundial bajo el pretexto de los atentados terroristas. Se apresuró a replantear sus nexos no sólo con los países musulmanes, sino con el resto del mundo.
La seguridad nacional retomó el rumbo de la más alta prioridad para el gabinete de George W. Bush. Y el desquite fue lo primero. El envío de tropas a Irak y Afganistán formó parte de ese replanteamiento de la geopolítica. En duda quedó siempre si los propios EU habrían estado al tanto de los atentados. Al menos en el Pentágono. ¿Y si lo supieron por qué nada hicieron? ¿Acaso el sistema de seguridad nacional resultó tan vulnerable? Poco creíble.
Lo que principalmente alimentó las dudas, fue que por un lado EU actuó casi al margen del mundo porque atacó a Irak presionando a la ONU y sin la prueba de que Hussein contara con “armas de destrucción masiva”, y por el otro, que nunca ni detuvo o aniquiló, como se presumió desde un principio, al principal enemigo musulmán y líder Osama bin Laden.
Porque Bin Laden, se aseguró siempre, era la cabeza visible de la agrupación terrorista y el principal instigador de los atentados a las Torres Gemelas y de otras partes del mundo en contra de las embajadas gringas. Sin embargo, las bombas cayeron pero Laden sigue vivo y curiosamente EU lo dejó de perseguir. ¿Tampoco funcionó en ese caso el trabajo de los organismos de inteligencia de EU para localizarlo?
Pronto se descubrió el fondo del asunto: EU quería apropiarse de los ricos yacimientos de petróleo de Irak y de la explotación de los campos de amapola de Afganistán también, para garantizar el abastecimiento energético de su industria capitalista global y participar del negocio de las drogas igual. La elevada vulnerabilidad y dependencia de EU del energético manifiesta unos años atrás, habría justificado la urgencia de cualquier reacción del imperio. En los dos sentidos: de los atentados y de la guerra desatada después.
Otros factores, además del petróleo como el principal requerimiento de la economía de EU y del entramado de un equipo encargado de garantizar la seguridad nacional en entredicho, habrían alentado sendas reacciones del gabinete de Bush, de los halcones enquistados en el poder desde la plataforma del Partido Republicano y su cercanía con los petroleros texanos: 1) La urgencia de una redefinición de la geopolítica mundial desde los EU al inicio del siglo XXI y en lo subsiguiente, y; 2) Llevar a la práctica las construcciones teórico-ideológicas elaboradas ex profeso por los panegíricos del imperio.
Ambas tendencias alimentadas por la necesidad de reposicionarse como imperio, así fuera desde una visión unilateral, a raíz de la caída del bloque soviético y la pérdida del enemigo que lo mantuvo en plan bélico durante toda la posguerra (la llamada guerra fría), y por las tesis que lo colocaban frente a otros nuevos enemigos.
En este sentido, primero Francis Fukuyama previno la pérdida del “enemigo” asegurando “el fin de la historia” en El fin de la historia y el último hombre, por el derrumbe soviético y la extinción del socialismo. Una tesis soportada también por el asesor de EU durante la guerra fría, Zhigniew Brzezinski con un agregado: en lo adelante los conflictos serían filosófico culturales (¡sic y re contra sic!).
Pero no sería sino un profesor de ciencias políticas e investigador —como para legitimar la tesis que ni el fin de la historia había llegado y en cambio habría nuevo enemigo enfrente para justificar el belicismo imperial—, el entonces director del Instituto Olin de Estudios Estratégicos en la Universidad de Harvard, Samuel Phillips Huntington quien elaboraría el trabajo y daría sustento al fantasma recién aparecido: Asia del Este o el mundo musulmán.
Justificación ideológica, más que teórica, para el imperio recién descubierto sin el enemigo guardado desde el fin de la Segunda Guerra. Se trató del (primero artículo y luego inflado en libro) El choque de civilizaciones, y la reconfiguración del orden mundial, 1996, como la fuente más importante de los conflictos en el futuro. El choque entre culturas, a partir de la occidental. Pero nadie creyó que con efectos tan mediatos.
“Es mi hipótesis —habría dicho Huntington—, que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será primariamente ideológico o primariamente económica. Tanto las grandes divisiones de la humanidad como la fuente dominante de conflicto serán culturales. Los Estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos en los asuntos mundiales, pero los principales conflictos políticos internacionales ocurrirán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones. El choque de las civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de factura entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro”.
Con sus ideas habría justificado el belicismo del imperio. Con la salvedad que se trató, muy claramente, de un panfleto muy divulgado e influyente tanto al interior como hacia afuera de los EU. Nadie sabía lo que estaba a punto de despertar. Los odios encerrados contra el imperio. Y la reacción propia del imperio. Pero no por motivos culturales sino justamente económicos. Y por la hegemonía del siglo XXI.
En ese contexto se habrían “justificado” los atentados de1 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Y preparados, alentados y desoídos, el caso es que el terrorismo le dio el pretexto a EU para lanzarse contra “otra civilización”, la musulmana. La crisis petrolera imperial estuvo presente siempre. Y la guerra como el mejor medio para restaurarla en beneficio de las grandes petroleras y los intereses que están detrás.
Por ello, en tanto Obama apoya la creación de una mezquita en la Zona Cero como para limar asperezas, un solo párroco Terry Jones de Florida desde una iglesia solitaria que amenaza quemar ejemplares de El Corán, no sólo despiertan el antiamericanismo en Afganistán quemado bandera con las barras y las estrellas, sino que calientan la conmemoración del atentado. En tanto Obama trata de apaciguar los ánimos y la derecha de tumbarlo del poder porque regresa a los soldados del Pentágono de los escenarios de guerra.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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