12/septiembre/2010
*El neoliberalismo, sin resultados
*Redefinición, tarea de la sociedad
Durante décadas, los políticos gustaban de repetir: “Si le va bien al Presidente le va bien a México”. Tiempos idos. Eran los voceros, paleros y serviciales enquistados en el sistema político mexicano durante los años recios del presidencialismo mexicano los que aplaudían. Es decir, los largos años del predominio priista (71 con la Presidencia), que se vieron interrumpidos hacia el año 2000, cuando se prometió la apertura hacia una nueva etapa de alternancia en el poder en beneficio del país, y donde los ciudadanos depositaron su esperanza.
Se preveía cambio de régimen, y con ello un replanteamiento del modelo económico [al menos era la esperanza], luego que el priismo hacía añicos tras una crisis sistémica y de la política, con fuertes pugnas al interior del grupo y del partido en el poder, al grado de asesinar a un candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio. Pero nada. La llegada del Partido Acción Nacional con, Vicente Fox, fue de pleno desencanto. El PAN devino en simple y llana continuidad del Partido Revolucionario Institucional, PRI, a su arribo en el poder.
Cómplices del modelo económico y de los lastres de la política. No hubo cambios. Porque la prometida alternancia no significó la inauguración de un nuevo periodo histórico para el país. Triste realidad cuando llegó el desencanto. Solo la élite que mantiene el poder [los pocos ricos que retienen el porcentaje mayor de la riqueza creada en este país y controlan la política] mantuvo sus beneficios. En la política están los hombres que coadyuvan a la legitimidad y la continuidad del sistema, porque responden al poder dentro del sistema.
Así, más allá del precepto que refiere “el estilo personal de gobernar”, conforme a la calificación de Daniel Cosío Villegas sobre el Presidente en turno, en el fondo el régimen económico y político se reproduce a sí mismo. Por eso son los pocos, también los que resultan siempre los beneficiados; empresarios, inversionistas, banqueros, propietarios de los activos productivos del país. Eso no ha cambiado. Se mueven los políticos, pero se sostienen los grandes capitales. Pese al modelo económico.
De parapeto, los integrantes del grupo político y del partido en el poder en turno, son quienes reciben algunos mínimos [mayores en comparación con el grueso de la sociedad] beneficios. De ahí el uso y abuso del poder, cuando se tiene el control del aparato estatal. No se diga con la apropiación de los activos del Estado en beneficio particular. Unos periodos más, otros menos.
Sobre todo, esto último, durante los gobiernos neoliberales que comenzaron con Miguel De la Madrid, hasta la fecha. El periodo económico de México, vigente todavía, que acarrea los mayores lastres y mantiene en un atraso cada vez mayor al país. Y recientemente al borde del colapso por el problema desatado de la creciente inseguridad a causa del crimen organizado, particularmente el narcotráfico.
Un sistema, eso sí, permeado por una lacerante corrupción y desde luego una impunidad que se cultiva desde el poder mismo. Porque todos los vicios que luego se han reproducido al interior de la sociedad, han comenzado desde el mismísimo poder; así sea municipal, estatal o federal. El involucramiento de funcionarios, mayores o menores, en prácticas que corroen a la sociedad, como el propio narcotráfico, el secuestro, el tráfico de armas, el blanqueo de recursos ilícitos, la trata de personas, etcétera, tiene de raíz la colusión, la participación encubierta o directa, la corrupción o la impunidad de autoridades. Lo contrario no prospera.
No obstante, queda en la memoria histórica que sí se puede elaborar un proyecto con resultados. Lo que no se mide, no se cuida, no se ve o se quiere ver, elaborar o aplicar en el país es un modelo económico para ir tras el desarrollo. Muchos países así lo han demostrado en los hechos. México lo ha vivido y durante décadas. Crecimiento económico con desarrollo. Tiempos idos, pero que pueden o sirven de parámetro. Hoy sería retomar lo que funcionó antaño, bajo las nuevas condiciones históricas y necesidades.
Lo que le falta a México, es eso: un modelo económico plausible, como su gente se lo merece. Con objetivos claros, metas e inversiones operadas desde el Estado para apoyar el crecimiento, el desarrollo del país y en todo sentido a beneficio de la población creadora de riqueza. Los tiempos del llamado milagro económico, fueron de Jauja. Había proyectos sexenales como mínimo. Con metas y objetivos.
Cuando incluso los hombres ricos del país comprendían que hacer funcional el sistema político, y económico, era invertir en estabilidad, en crecimiento; incluso en ganancias y acuerdos básicos al interior del sistema para operar. Esa fue una característica prevaleciente durante un largo periodo, que abarca desde 1938 hasta 1971, con elevadas tasas de crecimiento económico, generación de empleos, déficit e inflación bajo control. Con una etapa cumbre, la de Ortiz Mena en Hacienda, que va de 1956 hasta 1970 y se conoce como modelo estabilizador. Ahí el país registró desarrollo económico con beneficio social para los mexicanos.
Ejemplifica que con un programa de gobierno, incluso planes sexenales que ahora no se siguen (aunque se tengan no funcionan) se pude sacar del bache al país. Y no con recetas ajenas. Impuestas, como las que se aplican desde principios de los años 80 que respondieron a los designios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y mantienen al país en continuas crisis, o recurrentes. El saldo neoliberal es de contradicción creciente entre dinero y trabajador, riqueza y pobreza, desigualdad creciente. De eso se han encargado los gobiernos del PRI y los dos del PAN, desde la Presidencia.
La cuestión es para qué o a quién sirve el poder; los operadores desde la política. Y eso compete a la sociedad determinar. Es decir, si desde la política unos cuantos se apropian de las herramientas del Estado para beneficio propio o de unos cuantos, eso es lo que debe cambiar. En eso radica la debacle de país, en la crisis de modelo y en los destinatarios del poder. Es trabajo de la sociedad organizada, siempre golpeada, retomar el rumbo que el país requiere.
No ser más los “tontos útiles” de un sistema que atiende nada más a los pocos que siempre ganan. Porque los que generan la riqueza también tienen derecho. Aún visto desde el concepto de Estado, de un derecho al servicio del poder. Tiempo ha, que les va mal a los Presidentes; a la inversa, porque le va mal al país. Tareas para la redefinición.
[Por descanso obligatorio, Maniobras del poder regresa el día 20 de septiembre de 2010]
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario