20/septiembre/2010
*Condiciones, tan peores como en la dependencia
*Errores de un gobierno sin proyecto de nación
Efímeras, como era de esperarse, así resultaron las festividades orquestadas por el gobierno de Felipe Calderón sobre el Bicentenario. Lo mismo pasará, entre luces de colores, con la superficialidad para festejar el Centenario de la Revolución Mexicana. Lo peor de todo: sin propuestas específicas mínimas para revertir ni las condiciones de hoy, tan similares a las existentes cuando se luchó por la Independencia, como tampoco a las vigentes previo estallido de la Revolución. Ni en el mediano, menos para el largo plazo.
Lo contrario; el país parece ir en reversa. No avanza, retrocede. Todo como resultado de los desatinos del ejercicio del poder, deliberados y a cuenta del saqueo de la riqueza nacional. La dependencia de México del exterior es tan profunda de la España de hoy, como antes lo fue de la “madre patria”. Ni se diga de los Estados Unidos. El traslado de riqueza sigue siendo una constante, como resultado de sus “productivas” inversiones; véase tan sólo las utilidades de la banca extranjera en México, de españoles. Las condiciones de miseria y explotación de las clases populares es tan lacerante hoy como ayer, en los años del levantamiento revolucionario de 1910.
Tan sólo con dos de los grandes ausentes, los olvidados del sistema: los indígenas que guerrearon a lado de los criollos y caudillos, como Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Guerrero, por lograr la independencia de España en la coyuntura del nombramiento de Napoleón Bonaparte del hermano José como gobernante español. Morelos comenzó con un ejército de 16 indígenas chichimecas de Nocupétaro, Michoacán (hoy los Sentimientos de la Nación, la primera Constitución de México, en el olvido), entidad hoy allanada por militares; y los obreros y campesinos que se lanzaron a “la bola” tras unos cuantos líderes para derribar al dictador Porfirio Díaz bajo la promesa democratizadora de Francisco I. Madero. La democracia como gran pendiente; otrora bandera del PAN y hoy abiertamente olvidada.
Y no porque formaran parte del desfile conmemorativo de Chapultepec al Zócalo, por el Paseo de la Reforma el pasado 15, con bombo y platillo (luces y disfraces), sino porque los indígenas son los relegados del sistema caciquil estatal priista, y los campesinos rezagados y sin apoyo siquiera para la producción agrícola de subsistencia. De los trabajadores en general ni se diga, porque lo único que falta para que vivan igual a la primera década del siglo XX es quedar sujetos al control de las tiendas de raya del patrón. Porque la explotación en las minas, en las fábricas y la industria en general, no le pide nada a la época prerrevolucionaria porfirista. Del entreguismo de la industria petrolera a manos del exterior, ni se diga ahora que Pemex está a punto de “importar petróleo”.
Del mismo modo, con un gobierno sin proyecto de nación como el que preside Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional, tampoco era de esperarse más. Ni siquiera Porfirio Díaz conmemoró con tanta mediocridad el Centenario independentista de España como Calderón. Banalidad en acción. Así, ni todo el repudio que se ganó Díaz por su saldo represor dictatorial alcanzará cuando se ponga en la balanza de la historia al gobierno y su fiesta bicentenaria de 3 mil millones de pesos del presidente actual.
No sólo hizo una inversión millonaria innecesaria, lo gastó en las cuentas de las televisoras y en la emisión ordenada que se transmitió hacia el exterior, porque no lució siquiera la noche del 15 con su gigante de yeso. El Coloso, el caballo de Troya erigido en pleno zócalo, la estatua con la espada rota, como la del propio Calderón en su desdichada guerra antinarco. El símbolo no de la memoria del pueblo mexicano (pasado y futuro de por medio), como se dijo, sino del fracaso mismo de la celebración.
Peor si se trató del rescate de un personaje reaccionario, como lo asegura Pablo Moctezuma Barragán, del contrarrevolucionario y traidor Benjamín Argumedo “rescatado del basurero de la historia” —el parecido no descarta la idea—, que apoyó a Pascual Orozco contra Francisco I. Madero y reconoció al usurpador y asesino Victoriano Huerta; aparte un enemigo que combatió a revolucionarios como Francisco Villa y luego fue asesinado por carrancistas por ser traidor. De ese tamaño es el festejo del desatino de Felipe Calderón, pese a la asesoría de personalidades como el historiador José Manuel Villalpando.
Ni se diga del llamado Arco del Bicentenario, una obra que será terminada hasta 2011 en las calles de Reforma y Lieja. Pero no como arco sino como “Estela de luz”. Pospuesta por tratarse de una obra de “inédita complejidad”, como salió en defensa el titular de Educación, Alonso Lujambio, quien quedó “100 por ciento satisfecho” por el éxito de la festividad bicentenaria, fiesta de luces y oropel. Tampoco el Parque Bicentenario a erigirse en Azcapotzalco.
La tregua del narcotráfico con saldo blanco, fue un punto a favor de Calderón durante las festividades. La caída de personas inocentes que agrandan las cuentas pendientes por la ineptitud de Calderón en lo que va del sexenio es una muestra de su embelesamiento en una batalla perdida. Sin estrategia el saldo es peor que de resultados. Sin una estrategia integral la batalla concluirá con saldo en contra.
Del respeto por la memoria de los hombres participantes en la gesta independentista ni se diga. Errores y omisiones, como la exhumación de los restos de los héroes que reposan en la Columna de la Independencia para su exhibición en Palacio Nacional, como trofeos de batalla más para conmemorar su entrega por la patria.
Peor todavía el balance, aún a los 200 años transcurridos, del papel histórico en los acontecimientos independentistas de personajes como el propio Agustín de Iturbide, el primer presidente de México autónomo de España; el mismo Hidalgo que aparece más como un perfecto desconocido para la historia oficial o el juicio falaz de Vicente Guerrero. Nada. Mucho menos la reescritura de la historia a la luz de las investigaciones recientes. Meras repeticiones de los manuales ya aprobados.
Qué decir de la oportunidad para el replanteamiento de los ideales de los revolucionarios que nos dieron patria. No se hizo con motivo del Bicentenario de la Independencia. No se hará en el Centenario de la Revolución Mexicana. Oportunidad perdida, como siempre por la ineptitud de un gobierno sin proyecto de nación. Los libros de historia en estas fechas se están vendiendo más, porque la gente piensa diferente.
Correo: maiobrasdelpoder@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario