miércoles, 22 de septiembre de 2010

SISTEMA MUNDIAL, DE EXCLUSIÓN

22/septiembre/2010

*Crisis recurrentes del capitalismo global
*Tiempos para cambiar, no sólo denunciar

“No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder”: Benjamín Franklin (1706-1790).

Hay discursos hermanados por sus contenidos, así sean pronunciados por personajes de la política muy diferentes entre sí, en tiempos distantes y escenarios también lejanos, por el sólo hecho de referir una problemática común y una visión, aquí sí, crítica de la misma. Los problemas del capitalismo, en su actual fase imperialista y globalizadora, cada vez más agudos son arrastrados desde el surgimiento como régimen económico, político y social en el mundo occidental. Un sistema con serias contradicciones es delatado tan pronto salen a flote y explotan en la superficie de las sociedades.
Es el caso de las crisis recurrentes del capitalismo desarrollado, en los puntales de dicho sistema, que a fuerza de golpes de timón arremeten contra el resto so pretexto de obtener una tasa de ganancia cada vez mayor, para acrecentar así los capitales invertidos en las áreas productivas de mayor avance del momento histórico en curso, y hacer de los ricos hombres más ricos.
También, de la explosión de dichas contradicciones en su forma de lucha de clases, primero al interior de un solo país [empresarios vs. trabajadores; mayor jornada laboral y menor paga o mejor salario, reducción de horas y mejores condiciones], y luego entre países ricos y explotados [que no “en vías de desarrollo”, porque nunca salen del atraso en tanto permanecen colgados a intereses ajenos], hasta generar un esquema en donde unos cuantos magnates del mundo son los dueños hasta de los ladrillos del jacal de los hombres más pobres de los países cuya desgracia toca entre los menos favorecidos en sus condiciones de vida económica, política y social.
Sobre todo la diferenciación, entre los mismos países explotados, surge conforme la posesión o no de materias primas en su suelo, útiles para el desarrollo de dichos capitales foráneos [la inversión externa con fines de extracción de la riqueza local]. Por eso hay países abandonados, entre ellos muchos de los africanos y tantos de Latinoamérica, luego de comprobar que no poseen materiales explotables y exportables, en beneficio de aquellas empresas de los países avorazados para quienes su transformación deviene jugoso negocio. No son polos para atraer inversiones.
Sólo países explotados, como los poseedores de materias primas, digamos gas y petróleo, subsisten gracias a que en el tiempo construyen o bien sistemas de defensa propios [se preparan para la guerra y evitar invasiones de terceros para cuidar sus patrimonios], o se someten a un injusto mecanismo de intercambio que les da un respiro, pero a la postre resulta perjudicial. Los ejemplos sobran.
En otras palabras, el sistema es sucio por naturaleza con abultadas fracturas en contra. Y con crisis sistémicas bajo el brazo. Cualquiera de los sectores de punta de los países desarrollados, alcanza un clímax para luego caer en una crisis que se rebota al resto del sistema como debacle inevitable. Esa ha sido la historia del capital desde sus orígenes hasta su desarrollo actual. Por eso el mundo está pendiendo de un hilo por dos razones: la amenaza nuclear y la destrucción de la madre tierra por las alteraciones climáticas globales. Y no se vislumbra salida alguna que no arrastre con la vida y destino de pueblos enteros. Por sendos impactos, climáticos y la amenaza nuclear, que desde la segunda posguerra está presente, pero ahora carga un sello apocalíptico.
Los grandes foros han servido más para la denuncia y el desahogo de los tribunos —así sean presidentes, jefes de Estado o líderes mundiales— como el de la Organización de las Naciones Unidas, que para enfrentar soluciones. Resulta que la salida de los grandes problemas no llegará, hasta en tanto no se modifiquen las estructuras del sistema capital-imperialista-global. Y eso no ocurrirá sin los grandes consensos de aquellos países que son más víctimas que protagonistas de la centralización de la riqueza.
En otras palabras: el hundimiento del sistema destructivo es cuestión de pueblos enteros y de una sociedad ampliamente organizada y consciente de los objetivos. Ello no sucederá con la prontitud deseada, porque los grandes medios de comunicación masivos son controlados desde los países poderosos, y siempre vociferan a conveniencia para aborregar al resto de ciudadanos que pueden apoyar en las grandes tareas. Pero nada es imposible. No obstante el reto de la prensa independiente y crítica, con alternativas desde los medios es monumental.
La denuncia de las tropelías ha sido pronunciada por aquellos hombres que se oponen, con la solidez del argumento, en importantes foros como el mencionado de la ONU. Apenas ayer en Nueva York, el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, dijo que “el capitalismo está al borde de la muerte y que es hora de un nuevo sistema económico”. “El orden discriminador del capitalismo y los enfoques hegemónicos enfrentan la derrota y se acercan a su muerte”. Es más, agregó: “Las estructuras de administración antidemocráticas e injustas de los cuerpos de toma de decisiones en las esferas de política y economía internacional son las razones detrás de la mayoría de los problemas que hoy enfrenta la humanidad”. El mundo necesita un orden incluyente y, por supuesto, justo y humanitario en cuya luz los derechos de todos sean preservados y la paz y seguridad sean salvaguardados”.
Tiempo atrás (26/IX/1960), en ese mismo foro, el líder cubano, Fidel Castro decía: “Para qué darle vueltas a la cuestión. Este es el quid de la cosa, incluso el quid de la paz y de la guerra… Las guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido fundamentalmente por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas. ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra! ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso! Y concluía: “Mientras ese paso no se da, mientras esa etapa no se alcanza, el mundo tiene que vivir constantemente bajo la pesadilla de verse envuelto en cualquier crisis, en una conflagración atómica. ¿Por qué? Porque hay quienes están interesados en mantener el despojo, hay quienes están interesados en mantener la explotación”.
Es hora de los hechos. Como lo he sostenido siempre: el cambio de modelo le conviene a los mismos hombres del dinero. Pero no lo ven así. No miden el caso exitoso de China o la India, donde no se acaban las grandes fortunas pero el avance económico y social es sustancial. También Chomsky arremetió ayer en la UNAM contra el sistema capitalista mundial. Pero ese es tema de celebración por el Centenario de nuestra Institución.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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