28/julio/2010
*La política mundial de un Estado criminal
*Dominio geopolítico y control de recursos
“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”: Friedrich Nietzsche
(1844-1900).
Como imperio autoconsiderado el más poderoso del mundo —al menos por ahora, a principios del siglo XXI, porque las cosas pueden cambiar pronto tras el brote mundial y fuerte de China, país que junto con la India crecen un tanto al margen de la dinámica mundial de la crisis financiera actual, que afecta a todos los países ricos y pobres del llamado mundo occidental— y apoyado en el aparato militar-industrial del Pentágono, Estados Unidos ha adoptado a la guerra como un modus operandi y con carácter convencional.
Por ello, su estrategia ante —o contra— el mundo pasa por la defensa de sus intereses cueste lo que cueste. Eso incluye el uso del aparato militar como el medio óptimo, porque los resultados son contundentes y siempre a su favor, hasta el ejercicio superficial de la diplomacia que lo hacen aparecer siempre ambiguo (por supuesto) y nada confiable ante cualquier país; pasando, claro está, por el uso de los instrumentos organismos internacionales (ONU, BM, FMI, OCDE, G-8, G-20, etcétera) creados ex profeso para legitimar (sic) sus acciones. Es decir, que como imperio, EU obtiene lo que quiere o lo arrebata; ya sea con sus “aliados” históricos o solo.
Al menos es la percepción común de los hombres que dirigen la política internacional del imperio, la geopolítica de EU, desde los tiempos de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y del bloque soviético, y el replanteamiento de la misma a partir de los atentados del 11/S en 2001, para acá. Se creen indispensables para ordenar al mundo arreando las banderas de la “libertad”, la “democracia” y la “paz” que pregonan como los ardides que les han brindado buenos resultados —porque así generan confusión propagandística en el “enemigo”, aparte del dinero que le inyectan para la compra de traidores, desde espías hasta presidentes— para conseguir siempre sus objetivos imperiales.
Los presidentes del imperio, por su parte, simples instrumentos de los grandes potentados que dominan la economía mundial y las finanzas de los principales centros de la inversión y la especulación (alcanza a los llamados paraísos fiscales; aquellos espacios que sirven para el lavado de dinero sucio mundial) capitalista internacional, lo menos da que sean demócratas o republicanos. Con todo y estos últimos les resultan más afines a sus reglas, todos terminan controlados como títeres que son de los poderes reales, y que imponen sus metas de modo muy específico.
Al final de cuentas no importa, ni a la maquinaria militar-industrial, ni a los barones del dinero, a los presidentes y a todos los que forman parte utilitaria o aleatoria de la guerra —con todo y defienden intereses ajenos, ellos mismos— que la pelea contra el mundo sea perdida, o que muera cualquier cantidad de soldados propios o “enemigos” de otros países; ya sean militares, o incluso población civil e inocente. Tampoco importa. Son los fines que se alcanzan a cualquier costo y sin importar los medios. La guerra es la guerra. Pero a los ojos de cualquiera, el Estado que la promueve es un Estado criminal.
Y así son las guerras por los recursos. Las guerras por la supremacía mundial. Las guerras por cuidar los territorios propios. Las guerras por la seguridad nacional. Las guerras contra el terrorismo. En fin, las guerras de uso convencional y en cualquier parte del mundo, para sobrevivir como tal imperio y conservar negocios y supremacía.
Pero aún eso no dura siempre. También los grandes imperios caen. No hay mal que dure cien años, dicta un refrán popular. Lo revisó Paul Kennedy en su Auge y caída de las grandes potencias. Hay guerras perdidas, como la de EU en Vietnam. La derrota histórica puso en entredicho el triunfo de la fuerza. La derrota de EU en Vietnam dejó para la historia postrera la lección de que aun el imperio con la fuerza militar más poderosa no puede diezmar a un pueblo entero.
Además, que el empleo de las guerras va de la mano del poderío económico. Y por lo tanto, que un imperio está siempre buscando el “equilibrio” entre la guerra y la fortaleza que le da el respaldo de su economía nacional. Y EU avanza en el filo de la navaja con esas variables. Y en cualquier momento puede resbalarse. No obstante que la guerra sigue siendo convencional a pesar de la fuerza nuclear, que en su momento puso en entredicho incluso la supervivencia misma de la humanidad, EU debe saber que no hay enemigo menor. Y, como dice el refrán, la liebre puede brincar de cualquier parte, siendo tan belicoso como es en la palestra mundial.
En otras palabras: la guerra la que hace el imperio en contra de quien sea para conseguir sus fines. Pero también, la dignidad es la que tienen los pueblos para conservar patria y honor. Eso no lo tiene claro EU como imperio que utiliza la fuerza. La seguridad nacional propia atropella la de los demás. Por eso moviliza a sus fuerzas militares en cualquier parte del mundo. No se ha retirado de Afganistán e Irak, donde, a pesar de la ocupación tampoco se irá con el triunfo en la bitácora militar.
En el informe del pasado 25 de julio, publicado por The New York Times, basado en los archivos militares clasificados del Pentágono sobre Afganistán, se advierte (entre otras cosas) que el servicio de espionaje paquistaní apoya soterradamente a la insurgencia afgana. Pese a los arreglos y apoyos de EU con Paquistán. ¡Pero qué esperaba EU si ambos países comparten creencias y cultura! Aparte que EU es un país invasor en la región.
No se olvida, también, que de la mano de Israel, EU amenaza en estos momentos a Irán, y se abre la posibilidad de que la respuesta sea nuclear, como lo ha advertido Fidel Castro. Otro tanto se ha denunciado en el caso de Corea del Norte. EU y Corea del Sur amenazan con ejercicios militares en la zona; y la contraparte con utilizar armas nucleares. El filo de la navaja, en la política internacional del imperio.
No hace tanto, pero se sabe ya, del desembarco de marines estadounidenses en el espacio marítimo de Costa Rica, so pretexto de combatir a los cárteles de la droga mexicanos y colombianos (¡ojo con el pretexto!). Llegó la cargada: 46 buques de guerra; 200 helicópteros; 10 aviones Harrier de combate, dos portaaviones, más de mil oficiales y 13 mil soldados. En otras palabras, otra vez pesa la amenaza sobre la región, tanto al norte como al sur —no se olvida que ahí anidó la guerra de baja intensidad—. El repudio que enfrenta ahora la presidenta Laura Chinchilla y la Asamblea Legislativa de su país por autorizar tamaña invasión. Porque no es otra cosa que el brazo armado de EU. ¿Con qué finalidad? Adivine Ud. amigo lector.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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