martes, 19 de octubre de 2010

SOCIEDAD, LA MÁS LASTIMADA

19/octubre/2010

*Un análisis desde la óptica sociológica
*La paga no alcanza al involucramiento

A mis amigos sociólogos que también se dedican a “indagar” el entramado de “lo social”.

“Habíase visto”, decían las abuelitas. Toda vez que la sociedad, en México como en cualquier otro país con circunstancias históricas parecidas, es quien otorga la legitimidad y la legalidad —la gobernabilidad tiene que ver más con la respuesta desde el gobierno a dicha legitimidad y confianza depositada por la sociedad— necesaria a las instituciones del Estado…
Que hay respaldo a las tres instancias, digamos, de gobierno: 1) Presidente, fuerzas armadas, gabinete, gobernadores, alcaldes, etcétera, o lo concerniente a la administración pública; 2) así sea el poder legislativo, en lo tocante a la elaboración de las leyes, y 3) al poder judicial en lo correspondiente a la vigilancia y aplicación de dichas leyes, con todo su aparatejo
Todavía que la sociedad organizada, a través de los partidos políticos como instrumentos creados para escalar hacia ciertos espacios de poder, es quien proporciona el soporte de aquellos organismos digamos “autónomos” pero allegadas o advenedizos al Estado, como los sindicatos y otras asociaciones creadas [salvo los organismos empresariales como tales] con fines pretendidamente “sociales”, etcétera. Muchos de ellos más bien instrumentos de control político-social, porque entran en el calificativo de poderes fácticos que operan como grupos de presión...
No obstante la existencia de una institucionalidad adoptada como base del Estado de derecho —o viceversa; por eso la ordenanza constitucional es donde se cimentan las leyes para edificar el resto de la estructura legal—, con todo el compromiso del avance democrático y la solución pacífica de los conflictos; además del prometido desarrollo social y la entrega de los medios óptimos para la producción y reproducción del cuerpo social, etcétera…
Con todo y que, como en México, sexenalmente se proponen —mejor dicho se prometen— políticas públicas para alentar el crecimiento económico y atender aparte las necesidades más urgentes de la sociedad, o bien se quedan en ofertas o mal se acumulan como pendientes para engordar los rezagos históricos latentes. No digamos de apostarle al futuro, porque no se invierte en la educación de la juventud, como tampoco se apoya la investigación para la creación de nuevos conocimientos en todas las ramas del saber…
Que el conflicto entre poderes generalmente se resuelve a contentillo del más fuerte —léase el Presidente— y no para consolidar al propio Estado. En los asuntos de particulares que pasan por el cedazo de la ley por cualquier aprieto, rige el principio dictatorial: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”. Porque o bien se elaboran leyes conforme al grupo de mayor poder o desde el poder mismo. Más no en aras del bienestar o del interés de la sociedad. Ni siquiera del propio Estado de derecho, porque no pocas veces se crea jurisprudencia contra natura o de las leyes fundamentales…
Lo que aplica igual para la torcedura, digamos, de las leyes —sujetas siempre a “interpretación”— tratándose de la contención social o del castigo aquellos grupos o pueblos completos que protestan contra alguna acción irracional, absurda o violatoria del derecho elemental desechado por los gobiernos. Desde la acusación, la persecución, el encarcelamiento y los golpes, hasta el asesinato vil como medio de acallar la demanda social y la protesta. O la falta de satisfactores básicos; conflictos de tierra entre campesinos, de autonomía entre comunidades indígenas o religiosos…
Para abundar, el uso de la fuerza del Estado militar o policiaca, como método característico en contra de la protesta social, sobre todo en el campo donde indígenas y campesinos presentan los mayores rezagos, tanto en materia de justicia como de conflictos intercomunitarios; atrasos ancestrales desatendidos, pese a las promesas y a la presumible vigencia del propio Estado de derecho. El uso de la fuerza pública, entonces, como medio para contener la protesta social…
En medio de la compleja red social del manejo del poder, desde el poder que tiene el gobierno por la conducción de los instrumentos del Estado, aparecen los medios de comunicación, sobre todo la televisión utilizada a conveniencia. Como herramienta de manipulación y de control ideológico, político y social. Sobre todo para legitimar truncamente, donde las acciones de ciertos grupúsculos no soportan la legalidad…
A todo ello, siempre sale a relucir que es mejor la inexistencia de un proyecto de país que comprometa al gobierno a perseguir metas y a rendir cuentas a una sociedad. Que la falta de compromiso se caza muy bien con las políticas externas aplicadas acá del laissez faire, laissez pase o del libre mercado. Injustas porque son para beneficio únicamente de los hombres ricos del país. Donde todo el entramado social sirve de contención de las mayorías, para bienestar y reproducción los grandes capitales…
Con el peine salen los piojos. Que todos, desde el gobierno, los poderes legítimos y fácticos, tienen como función el entreguismo a cambio de migajas o de cotos de poder personal o de grupúsculos. El nepotismo, la impunidad, la corrupción, etcétera, como aceites para engrasar la maquinaria política, policiaca y gubernamental corroída por su propio y sucio uso. Los hombres ricos son los que determinan para qué sirve el Estado. Son los responsables de las conductas opacas de los gobiernos. Representan el poder tras el trono que define lo que se hace y lo que no; las políticas a seguir y las que no funcionan. Lo que se invierte y lo que no; a dónde y qué se exporta. Con quienes se asocia el país y con quienes no… Etcétera…
En pocas palabras: el proyecto de la derecha panista en cuestión, más servil que la priista. Por eso, lo que parece no funcionar, funciona. Pero a beneficio de los detentadores del poder. No importa que a la masa se la cargue la tostada. Nunca reconocen desde el poder, sin embargo, que en este país también la sociedad se cansa. Más, cuando ella es la que da todo sin recibir nada a cambio. Todo le resulta insuficiente.
El poder es el verdaderamente responsable de todo lo que no funciona. Porque los demás son títeres en etapa de servicio. La estadística en el análisis sociológico —para los que creen que para eso funciona— sirve de respaldo, ¡y está siempre disponible! Sirva esto de catarsis por ahora. “Habíase visto”.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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