27/agosto/2010
*Celebraciones sin sentido gubernamental
*Apostar a la unidad, salida a la violencia
Estaba leyendo “La guerra entre Ejército y Marina por el poder”, un artículo de Jorge Carrillo Olea (un personaje que no requiere presentación, pero fue el director fundador del Cisen, el órgano de inteligencia del gobierno federal, así como gobernador de su estado natal Morelos entre 1994-1998), ayer por la mañana en el diario La Jornada, cuando llegó el cartero a mi casa con un sobre tamaño carta con el lema “México 2010”, y el escudo nacional sobre fondo blanco e impreso en tela al centro del mismo. —“Es su bandera”, me dijo.
La acepté con gusto, pero con un sentimiento encontrado. Primero por los millones de pesos que está gastando Felipe Calderón en promover su gobierno a través de los uso indiscriminado de recursos y el abuso de algunos de los valores de los mexicanos —como el manoseo a la memoria de los “héroes” al sacar sus restos, “analizarlos”, pasearlos y luego exhibirlos como trofeo y sin el menor tino de respeto en Palacio Nacional—, más que subrayar la importancia y ofrecer los motivos para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana.
Luego, porque tener un símbolo de identidad de la mexicanidad tan importante como la Bandera en casa (muchos tienen a la Virgen de Guadalupe), resulta grato y satisfactorio. Más ahora, cuando lo que estamos perdiendo son, precisamente, muchos de nuestros valores de unidad como país. Pero no es con suvenires —tiempo atrás había recibido el libro “Viaje por la Historia de México” del historiador Luis González y González—, mucho menos con una fiesta de luces y oropel como el gobierno de Calderón pondrá su huella entre los mexicanos durante estas celebraciones.
Resultados tendría que dar, a casi cuatro años de su sexenio, y no los tiene. Por eso mismo no irá a entregar personalmente el IV Informe de Gobierno, sobre el estado que guarda la administración pública federal, el próximo 1 de septiembre, al Congreso de la Unión. Escondido en el cambio a la norma fundamental, por un lado, pero igual porque tampoco tiene nada digno de resaltar e informar al Poder Legislativo y asimismo al pueblo de México. Su mayor batalla, la de la seguridad pública, la está y la seguirá perdiendo.
En esas estaba, decía, con el artículo de Carrillo Olea, donde diserta sobre un tema que ocupa a las Fuerzas Armadas, pero debería preocuparnos a todos. Habla de la “cada vez más frecuente irritación” que está ocurriendo en el Ejército, pero también en la Marina, “en términos de violación a los espacios naturales de actuación y operación y, consecuentemente, en la percepción e interpretación que de ello tienen sus miembros y la sociedad”.
Se refiere a “la contrariedad” que están generando las actuaciones “invasivas del secretario de Marina sobre los espacios reservados a las fuerzas de tierra, y sus consecuencias sobre las instituciones y su estado de ánimo”. Como las creadas “unidades de infantería de Marina semejantes a las del Ejército y [que] se les ha dado como base un manual que no tiene ningún soporte legal”. Pero la paz pública debe estar sustentada en la preservación del orden legal, como “único requisito”, agrega. Y ni “decretos, acuerdos, convenios, reglamentos, instructivos y menos órdenes verbales” pueden darse contraviniendo a la ley. “Pero hoy esto es letra muerta”. Grave señalamiento.
Siendo ambas instituciones “igualmente respetables”. Un principio cuyas leyes se están violentando. Todo, bajo “riesgos incalculables”, que “sucede con la indiferencia del Presidente, que agobiado no quiere saber, y menos resolver el problema que él creó”. Pero advierte Carrillo: “Lo que está en juego es muy grave, pero lo es más en su posible efecto sobre los intereses nacionales superiores”.
Es decir, con esto “hay efectos totalmente insólitos” que impactan ambas instituciones. Así: “En la Defensa es la pérdida de respetabilidad y toda deferencia hacia su titular, eso ha conducido el enojo y a la desilusión. En Marina las opiniones se dividen. Unos aplauden los golpes del almirante… (su titular). Otros, los más serenos e institucionales, ven cómo se va perdiendo la esencia de ese cuerpo, sus tradiciones y proyecto de futuro”. El descontento en otras palabras, tanto por las normas sin sustento, como por la invasión de áreas de competencia otrora precisas.
Y a esto, afirma Carrillo Olea, “el mayor perdedor es el Presidente”. Porque “no se entiende cómo permite esta aventura que es sumamente riesgosa. Y el gran ganador actual y potencial es el crimen organizado, pues la situación de enfrentamiento descrita resta efectividad a las tareas persecutorias del gobierno”. Pero a Olea le asiste la razón en señalar el clima de adversidades, pero no en la salida de su análisis.
Falso es que “un encuentro entre las tropas de ambos bandos es (o sea) previsible”. Eso sí de plano ya es apostarle al crimen, en lugar de la prevalencia de la institucionalidad. El descontento no puede llegar al grado de la confrontación. Aún al interior de las Fuerzas Armadas. Menos a sabiendas de que una situación de ilegalidad estaría de trasfondo. Eso sería motivo insuficiente, peor a estas alturas de lastimosa violencia en contra de la sociedad.
No es de esperarse tamaña división. Sería como romper el engrudo que está implícito entre mexicanos por preservar a México como nación. Al contrario. Debemos pugnar porque haya un replanteamiento del combate al crimen organizado. Y la unión que generan los valores es imprescindible ahora. Además, recuérdese que entre las instituciones que conservan el respeto de la sociedad está, precisamente, el Ejército. No le echemos leña al fuego. Porque una cosa es llamar la atención sobre posibles diferendos, y otra muy distinta sacar conclusiones falsamente “predecibles”.
En todo caso debemos tener presente que, en primera instancia —y con el paso del tiempo tendrá que responder por ello—, el principal responsable de sacar a las Fuerzas Armadas a la calle es el propio Presidente. Y a ojos vistos está perdiendo su dichosa “guerra”, porque la estrategia es monolítica y no múltiple, diversa como se requiere. Pronto llegará el tiempo de las evaluaciones. Resaltarán los valores, las instituciones y las normas; los principios de libertad, democracia y unidad también. Eso, la sociedad sí lo “percibe”. No como lo valora Carrillo Olea. La bandera me recuerda que, sin el patriotismo ramplón de la celebración desde el gobierno del tricentenario 1810-1910-2010, los símbolos también valen.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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