04/agosto/2010
*Neoestrategia para contener al narco
*Corrupción e impunidad, los vicios
Al fin. Sólo forzado por las circunstancias, las críticas y los fuertes cuestionamientos a su fallida estrategia antidrogas, únicamente por eso ahora reconoce el Presidente Felipe Calderón que su ofensiva —o contención, si se quiere— contra el flagelo del narcotráfico debe mejorarse, por no aceptar que debe cambiar. Necesita a la sociedad como garante, algo que finalmente también comprende. Exíjanos resultados, dijo, desde las alcaldías hasta la misma residencia oficial de Los Pinos.
Por lo que se ve, la presente es la semana del revire. En cuanto al reconocimiento de que la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado está sobrepasando a las autoridades por la agudización del problema. Son muchos los terrenos en los que el crimen se está movilizando, en tanto el gobierno no le da batería, porque con la lucha meramente frontal los resultados son insuficientes. Esto, porque si bien las Fuerzas Armadas cumplen la encomienda por obediencia institucional, están en una lucha que no les corresponde. Al menos no únicamente a ellas.
Ocurren varios encuentros (por lo menos tres) en estos días entre el gabinete presidencial y la sociedad civil organizada; como la iniciativa privada, especialistas en el tema y los medios de comunicación, en el marco del programa oficial “Diálogo por la seguridad, evaluación y fortalecimiento”, para una nueva etapa “dentro del fenómeno de la inseguridad”, a quienes Calderón pide propuestas para poder replantear soluciones al problema de la violencia generalizada en el país.
Que la confrontación al flagelo que atiza la inseguridad en el país se abra a muchos terrenos. Además de la lucha de los militares, hace falta replantear el de las estructuras policiacas: su capacitación, su depuración. Crear cuerpos de élite que investiguen. Armar mejor a las policías municipales, sin desaparecerlos o subsumirlos en los cuerpos estatales y bajo un mando único porque eso burocratiza las decisiones y los hace más ineficientes.
Atender el problema del lavado de dinero, en todos los terrenos en donde se presenta. En inversiones sospechosas, casas de cambio, en transacciones bancarias irregulares, en el manejo de cuentas y el traslado de recursos al exterior, sin que por eso cualquier persona pase por sospechosa en tanto sus transacciones sean lícitas. Atender problemas sociales como la prevención, la atención a las adicciones, el esparcimiento y la recreación, pero sobre todo la educación. Es mayor el daño que le causa al país la dirigencia sindical corrupta en el magisterio, que los beneficios que le depara al poder en cualquier tipo de elecciones una líder como Elba Esther Gordillo. Cierto. Y, por encima de todo, la colaboración —con su respectivo apoyo, pero en todo el país— de la sociedad en general. También reactivar la economía para generar empleo y brindar oportunidades a los jóvenes.
El asunto es grave. Tal vez uno de los retos más grandes —si no es el más— que enfrenta el Estado mexicano desde los tiempos de su consolidación allá por los años 40 del siglo XX, y de entonces para acá. Porque esta etapa parece como de un trastocamiento de las instituciones; a ese grado llega la agudización de los problemas que se presentan, lo cuestionan y ponen en entredicho.
Por eso la importancia de la sociedad, de todos los sectores involucrados. No importa, en este caso, que no se trate de un programa sexenal porque para eso el presidente ya quemó sus tiempos. Pero la disponibilidad para hacer todo lo necesario y ganarle la carrera a la inseguridad es importante. Es el tiempo. Nada puede en contra de la sociedad, por mucha presión que se le ponga; sólo debe tomar conciencia y hacerla partícipe. Es todo.
Además, las cifras ponen al desnudo la fallida estrategia. Que no son 25 mil sino “poco más de 28 mil asesinatos”, los derivados del combate al crimen organizado, como lo reconoció ayer el director del Cisen, Guillermo Valdés, de 2006 a la fecha. Lo que “muestra que en el país hay una violencia creciente”, dijo. ¿Cuántos son inocentes? Nadie sabe nada, porque no se investigan los motivos de las muertes; o estaban coludidos o son “daños colaterales”. En eso faltan indagatorias, para procurar justicia a los inocentes.
Y, ¿qué hacer con los municipios que están en manos de las bandas del narcotráfico? Es un reto tan grande como controlar aquellos que igualmente roban el energético de Pemex en los estados del norte del país. Porque tampoco resulta suficiente cazar capos; es acabar con las bandas. Igualmente presionar a los Estados Unidos para coadyuvar en controlar el flujo de armas desde su frontera. Porque al vecino sólo le interesa el negocio, en tanto los caídos sean mexicanos.
Sin olvidar que entre los peores enemigos internos —del propio sistema político, del que también el PRI tiene mucha responsabilidad— están la corrupción y la impunidad, como fenómenos que han permitido, protegido o tolerado, las actividades relacionadas con el crimen organizado. “México no puede convertirse en otra Colombia —con estas palabras arranca su libro publicado en 1991 Manú Dornbierer— pareció decir Carlos Salinas de Gortari al sentarse en la silla presidencial el primer día de diciembre de 1988”. ¡Desde entonces! Pero “la verdad es que México estaba ya altamente ‘colombianizado’ durante el régimen anterior (se refiere al periodo del presidente Miguel de la Madrid). ¡Si no lo sabría Enrique Álvarez del Castillo, gobernador del estado de Jalisco, de marzo de 1983 a noviembre de 1988, el hombre al que el nuevo presidente llamaba a dirigir la Procuraduría General de Justicia de la Republica, cuartel general de la lucha contra la droga!”. (La otra guerra contra las drogas).
Prosigue: “Guadalajara era ya un verdadero Medellín cuando la dejó. ¿Por qué? ¿Por qué los reportes sobre los narcotraficantes aposentados en Guadalajara, que enviaba al centro el entonces gobernador Álvarez del Castillo, no fructificaban en los arrestos bastante fáciles de éste o de aquél capo, y que posteriormente veríamos en los medios de comunicación? Quizá porque simplemente Miguel de la Madrid no entró de lleno en el combate a la droga… o quizá porque solapó al narcotráfico”. En el mejor de los casos “Es la indiferencia en el asunto de las drogas; en el peor, de complicidad”.
Antes era, ahora es peor. ¿Por qué si se sabía en dónde vivía el capo Nacho Coronel era intocable? ¿Por qué la preocupación ahora por el contenido de la computadora personal del capo? ¡Por las narcolistas? ¿Sólo de Jalisco, o de otras entidades y otros niveles de gobierno? La corrosión es del sistema.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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