29/junio/2010
*Temor por el crimen de Torre Cantú
*No sólo Tamaulipas, el riesgo es mayor
“Es desgracia habitual en los ineptos la de engañarse al elegir profesión, al elegir amigos y al elegir casa”: Baltasar Gracián (1601-1658).
La noticia corrió como rayo. Su eslogan de campaña era: “El Tamaulipas que todos queremos”. Y como Tamaulipas, el país que todos queremos. Cierto. Todo, menos la violencia, la inseguridad, la intranquilidad y el miedo para la sociedad. Porque ahora tenemos un país en vilo. Y pronto se manifestó el repudio generalizado y la indignación. Entre la clase política, el gobierno y los candidatos en otras entidades. En los medios de comunicación también. La condena es lo menos que se dijo ayer.
Se trató, nada menos, que del vil asesinato del candidato del PRI (en coalición con el Partido Verde y el Panal), el favorito para ganar la gubernatura del estado de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, y otras cinco personas más, entre ellos un diputado local también por dicho partido, Enrique Blackmore. Y hubo más heridos de gravedad que fueron hospitalizados para ser atendidos.
El crimen se perpetró, al filo de las 10:30 horas en el kilómetro 7.5 de la carretera Ciudad Victoria-Soto la Marina, a la altura del Parque Científico y Tecnológico Tecnotam, al tiempo que la comitiva se dirigía al aeropuerto Pedro José Méndez de Ciudad Victoria, para seguir con los actos de cierre de campaña del candidato, previos a la elección del próximo domingo 4 de julio.
En ese lugar, a unos diez kilómetros al oriente del aeropuerto, un grupo de sicarios armados, conformado por siete camionetas, habría colocado un camión sobre la carretera (según versión extraoficial), para detener la comitiva conformada por dos Suburban en las que viajaban el candidato, sus acompañantes y escoltas, y dos automóviles más. Es decir, que se trató de una emboscada. ¿Narcoasesinato?
Rodolfo Torre era médico de profesión, de 45 años de edad y originario de Ciudad Victoria. Había sido director del DIF en Tamaulipas, titular de Salud durante el gobierno de Eugenio Hernández y diputado federal. Era el candidato puntero en las preferencias electorales, de acuerdo con las últimas encuestas. Como lo son también la mayoría de los candidatos priistas en los otros estados del país donde habrá elecciones el domingo entrante.
Sin actos demagógicos, ni oportunistas o electoreros, sino en aras de la justicia, lo menos que debe hacer el gobierno, PGR y procuraduría local, es aclarar el crimen. Porque luego la impunidad deja un mal sabor de boca. Y alienta perpetrar más acciones de esta naturaleza. Peor si los asesinos son integrantes del crimen organizado. Ahora que amenaza el flagelo del narcotráfico.
Con hechos como este, los procesos electorales están en riesgo. Ahora no sólo en Tamaulipas, sino en los demás estados donde habrá elección de autoridades, diputaciones y alcaldes locales. Porque se trata, desde luego, de un candidato a gobernador. En un estado donde el crimen organizado está yendo más allá, poniendo en riesgo la gobernabilidad (recuérdese las amenazas en contra de los trabajadores de Pemex) y al propio Estado.
Por eso, en este momento de zozobra, no falta quién, en un acto de buena voluntad, hace un llamado al gobierno para que suspenda las elecciones en cinco estados más en donde se considera igualmente peligroso. Pero eso sería como hacerle el juego a los generadores de la violencia y del clima de inestabilidad. Cierto que acciones como la perpetrada ayer en Tamaulipas, no sólo inyectan temor a los electores, también desalientan la participación.
Pero en estos momentos, el llamado de todos —actores políticos, partidos y dirigentes, candidatos y medios— es y debe ser que todos los ciudadanos salgan a votar el domingo 4. Principalmente, para no dejarse intimidar por actos viles como este. Pero igual, porque sólo una masiva participación desarticula las intenciones de quienes le apuestan al miedo, a la generalización de la violencia y la inestabilidad.
Aparte que, con la violencia también la democracia electoral corre peligros. Y si la hay ahora la habrá después. El 2010 es espejo del 2011, y alcanzará hasta la elección presidencial del 2012. Por eso no hay que apostarle al desaliento, sino a la participación llamando a los ciudadanos a votar. Más cuando no hay representación más legítima entre la población que un gobernante o representante popular electo por la voluntad de la mayoría. Y surgido de un proceso electoral limpio y transparente.
Además, el compromiso de rescatar al país de las manos de la ineptitud es de todos. Sacarlo de la postración de la violencia y la inseguridad en que se encuentra, o más allá. Recordemos que entre muchas de las verdades lapidarias y últimas de Carlos Monsiváis esta que el país se encamina “hacia el fascismo”. ¿Por qué? Por el empecinamiento de un presidente a continuar con una estrategia que está orillando al país a la violencia generalizada. Y por las decisiones típicamente presidencialistas y autoritarias y, otro ingrediente, porque el Ejército está en las calles. Y de ahí al fascismo sólo hay un paso.
Que no se diga que no debe combatirse al crimen organizado. Eso jamás. Que el gobierno no se justifique con esa falacia. Eso nadie lo ha pedido tampoco. Pero que lo haga con inteligencia, no con el pragmatismo que sólo alienta a los criminales para seguir con la violencia. Sí, porque el país está perdiendo la gobernabilidad. Y la está perdiendo, en gran medida, porque la amenaza del crimen organizado aumenta, y el gobierno está perdiendo su dichosa “guerra”.
Esto es, que mucho de lo que está ocurriendo, sobre todo en materia de inseguridad y de violencia, es el resultado de la fallida estrategia antinarco. Se ha dicho muchas veces pero no se rectifica. Porque, ¿en dónde están las investigaciones en contra del lavado de dinero? ¿A quién se quiere proteger de semejantes ilícitos, cuando no se atacan las finanzas de los capos que manejan cuentas millonarias en la banca? ¿Por qué no se capacita a la policía lo suficiente? ¿En dónde está una elite para investigar y perseguir a los criminales? ¿Cuándo se convoca a la sociedad a participar? Nada.
Porque más parece, como califica Manuel Clouthier a los panistas que, “Se hacen pendejos”, por querer cobrar facturas y controlar al PAN, “al no poder gobernar al país”. ¡Y vaya que no lo gobiernan! Y a Felipe Calderón, por tener el “complejo napoleónico” en contra de los enemigos. Así, entra la ineptitud y el fascismo no hay una gran distancia. Calderón es “un dictador”, califica Raúl Vera, el obispo de Saltillo. Gómez Mont es un “fascista”. Por mientras tenemos un país en vilo. Y con elecciones en puerta.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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