25/junio/2010
*Ecos de una guerra perdida en Afganistán
*Declaraciones de un general protagonista
“La guerra terminaría si los muertos pudieran regresar”: James Baldwin (1924-1987).
Los imperios no entienden que no pueden derrotar a los pueblos, así sea con el peso de las armas más modernas. Como tampoco les queda en claro que “los valientes viven hasta que los cobardes quieren”, como resulta evidente entre la gente común y corriente, o con todo el peso y el ejemplo de la historia cuando se habla de los pueblos.
Y para Estados Unidos, la derrota en la guerra de Afganistán es inminente; sólo falta ponerle fecha. Esa es la sombra que recorre los pasillos de la Casa Blanca y la oficina oval del presidente Barack Obama, porque la victoria no la tienen cerca. Aunque no lo vean. Pero es el trasfondo de la crisis que les asiste en estos momentos, tanto al Pentágono como al gabinete, a demócratas y a los republicanos.
La invasión perpetrada desde 2001 por George Bush, so pretexto de acabar con los talibanes culpados por los atentados del 11/S, terminará arrinconando al ejército más poderoso del mundo a padecer la derrota y a limpiar sus propias heridas. Tan evidente como la lección que dejó el pequeño país asiático de Vietnam en 1975; no obstante las superproducciones de Hollywood que dan cuenta de tantas y heroicas historietas para lavar su imagen. Como al Ejército Rojo de la antigua URSS cuando invadió en diciembre de 1979 el territorio afgano, y luego tuvo que sacar a sus 100 000 efectivos una década después con la humillación colgada del cuello.
Por muy valientes que resulten los militares —capacitados en West Point con el estigma y la sorna por la hombría, la humillación más denigrante y el cinismo para matar sin pizca de culpabilidad— o muy equipados con las más modernas armas, o mucho se modifiquen o cuestionen las estrategias, se cambien a los generales estrategas comandantes de la guerra, los reportes serán negativos; y entre más tarde resultará peor. Ese es el destino anticipado que tienen frente al espejo los Estados Unidos con aquél país.
La sustitución del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y de la OTAN en Afganistán, Stanley Stan McCrystal, tiene varias lecturas que compaginan con los pretextos para sacarlo de la jugada. El principal fue el reportaje de la revista Rolling Stone, “El General Runaway”, publicado bajo la firma de Michael Hastings en su más reciente número. Donde el comandante se descose y suelta lo que piensa sobre el propio Obama, la guerra que dirigía, la estrategia y otros funcionarios del gabinete cercanos al presidente.
McCrystal dijo, entre muchas otras cosas (el reportaje es largo), lo que piensa del propio Obama, del vicepresidente y del consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca. “El propio presidente, tan incómodo con los jefes militares y en un principio ni ocupado en la política de defensa”. En tanto de Biden se expresó, en palabras de un asistente: “Desestimó la estrategia antiterrorista, respaldada por el vicepresidente Joe Biden, como corta de miras, alegando que conduciría a un estado de Caos-istán”. Del consejero en cuestión, como “un payaso que se ha quedado en 1985”. Casi nada.
Sea o no verdad el juicio que emite sobre los funcionarios menores, al menos lo que dice del presidente es cierto. Al menos porque primero el propio Obama tenía otra perspectiva sobre la guerra y la presencia militar de EU en Afganistán. Por lo mismo había puesto la fecha de 2011 para el retiro de tropas. Pero luego sucumbió a las presiones de los halcones de la derecha que son quienes alimentan la guerra, y Obama cambió hasta autorizar el incremento en 17 mil efectivos más en febrero de 2009 y su envío a la guerra a petición del propio McCrystal; con todo y éste habría pedido 40 mil soldados más.
Así, el comandante en jefe del frente militar en Afganistán hasta el miércoles 23 pasado —ahora sustituido por el general David Petraeus— McCrystal, creyó en su estrategia para ganar la guerra en Afganistán. “Estaba decidido a dejar su sello personal en Afganistán —dice el reportaje que desató el escándalo de Rolling Stone—, a usarla como un laboratorio para una controvertida estrategia militar, conocida como la contrainsurgencia. COIN, como es conocida la teoría, es la nueva biblia de los jefazos del pentágono. Una doctrina que promete compatibilizar la preferencia de los militares que la violencia de alta tecnología, con las demandas de batallas prolongadas en el tiempo, en estados fallidos”. Y Afganistán es eso para EU, un Estado fallido.
Pero hay más. “COIN llama al envío de grandes números de tropas sobre el terreno, no sólo para destruir al enemigo, sino también para vivir entre la población civil y, lentamente, reconstruir, o construir de la nada, otro gobierno de la nación. Un proceso que incluso sus defensores más acérrimos admiten que no requiere años, sino décadas, para llevarse a cabo. Esta teoría, esencialmente renombra a las fuerzas militares, expandiendo su autoridad (y sus fondos) para abarcar los lados diplomáticos y político de la guerra: piense en los Boinas Verdes [fuerzas especiales de la Armada] como si fueran voluntarios de operaciones de paz. En 2006, después de que el general David Patraeus probó la teoría durante su renacer en Irak, rápidamente se ganó un núcleo de seguidores como tink-tankers (grupos de asesoramiento), periodistas, oficiales militares y civiles. Aprobados COINdinistas por su entusiasmo sectario, este influyente equipo creyó que la doctrina sería la solución perfecta para Afganistán. Lo único que necesitaban era un general con suficiente carisma y desparpajo político para implementarla”. Y se creyó que el indicado era McCrystal.
Pero ya desde que el general solicitó más tropas, la Casa Blanca interpretó la medida como de presión a Obama. Obama o el Pentágono, se dijo entonces. Y el artífice era McCrystal. Luego entonces estaba en el ojo del huracán, por lo mismo el presidente decidió tan pronto su relevo. Por lo mismo, pronto le resultaron los críticos acérrimos. “Toda la estrategia COIN es un fraude, dijo Doiglas Macgregor, un coronel retirado y un crítico líder contra la contrainsurgencia, que asistió a West Point con McCrystal. La idea de que nos vamos a gastar un trillón de dólares en la reconstrucción de la cultura islámica es un total sinsentido”.
Y hasta el propio Stan comprendía que la tropa no entendía sus palabras. O por un lado le decía que sí, pero en los hechos la muerte para los soldados es otra cosa. En fin. Que la decisión de sacar a McCrystal de la jugada no fue complicada para Obama. Lo complicado es la guerra, que no tiene para cuándo. De todos modos, el saldo será negativo. Al tiempo.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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