viernes, 11 de junio de 2010

EDUCACIÓN, PILAR TRUNCO

11/junio/2010

*Ni el abandono ni la privatización
*Los jóvenes requieren preparación

“Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”: John Ruskin (1819-1900).

Tiempo ha, que la educación en México se quiere privatizar. Desde que llegó al país la ola privatizadora a principios de los años 80, cuando el entonces presidente era Miguel de la Madrid Hurtado, comenzaron los convenios de achicamiento del Estado en el país a instancias —o mejor dicho, bajo presión— de la banca internacional encabezada por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Iniciaron, entonces, las políticas de privatización del Estado con la exigencia de vender las empresas paraestatales para adquirir recursos y pagar intereses por la deuda, abrir la economía en términos más allá de los firmados anteriormente vía el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, el extinto (GATT) —al igual que hacerla más receptiva de las inversiones externas— y controlar las principales variables económicas. Todo debía de funcionar, a partir de entonces, por los rieles del libre mercado, la mano invisible del economista clásico, Adam Smith; ya superado, ya redivivo.
De colofón, claro está, entre las exigencias para que el Estado abandone múltiples funciones, cabe la parte social, como todo lo que tiene que ver con la llamada política social; de seguridad, de salud y —por supuesto— la educación incluida. Así, entre finales de los 80 y la década de los 90, especialmente, el BM presionó para que igualmente el Estado abandonase su ocupación del ámbito educativo del país.
Las presiones llegaron por dos vías. Primero, desde las evaluaciones del sector elaboradas por el propio BM, cuyas conclusiones sostenían la tesis de la pésima calidad educativa, “fuera de foco”, que venía ofertando el Estado en su parte oficial vía la Secretaría de Educación Pública (SEP) en lo correspondiente a los niveles elementales, al igual que la educación “socialista” ofrecida por instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en los niveles medio superior y superior (el cambio “curricular” y el ajuste de carreras); y segundo, por las presiones para bajar el subsidio (entiéndase en términos presupuestales y de asignación por parte del poder legislativo), cada vez más hasta alcanzar el ahogamiento del sector. La táctica utilizada para justificar la venta de muchas empresas.
Ambas tesis atendían, y atienden todavía, a la hipótesis de que la educación debe ser (en síntesis) útil a los procesos productivos directos. Si no, pues no funciona. Desde entonces el sector magisterial ha sostenido una lucha constante y permanente en contra de las pretensiones del mismo Estado (ese es un mérito particularmente de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación [CNTE], en varias de sus secciones más activas del país [entre cuyos fundadores estuvo el maestro y amigo Germán Aguilar Olvera, a quien ayer dimos el último adiós: qepd]; la histórica demanda del 8 porcentual del PIB para la educación), tanto para que le brinde mejoras justas y dignas vía los incrementos salariales, más allá de los “topes” impuestos como parte del control de tales variables de la economía —siempre en el falso entendido de que los salarios son inflacionarios, pero en muchos países se ha comprobado que no lo son; al contrario, es un activo real y directo de la actividad productiva, porque el poder adquisitivo no decae y aumenta con ello la demanda—, como para que los programas educativos se modifiquen sí, pero en conformidad con las exigencias regionales del país, en todo caso, pero nunca en los términos propuestos por el BM.
Afortunadamente, una vez descubierta la intencionalidad del BM para con la educación en el país (hasta la fecha la educación privatizada, en cualesquiera de sus niveles, no ha demostrado ser tanto o más eficiente que la educación de corte oficial; y contrariamente es totalmente excluyente y elitista), como la exigencia de una preparación y capacitación más focalizada, que apunte hacia la parte utilitaria y de más alto rendimiento en la especialización correspondiente. Esto es, como para adaptarse mejor al estudio y desempeño en las carreras técnicas, e incorporarse al ciclo productivo que la economía demanda en sus diversas actividades. Y no la educación tan “dispersa”, del análisis de las ciencias de las humanidades.
Pero ni siquiera el abandono presupuestal, como las presiones para cambiar la plantilla curricular, han rendido los frutos —con todo y que el Estado no ha dejado de presionar para imponer los designios del BM— deseados. No sólo eso, tampoco ha sido suficiente el entreguismo y manipulación del sector magisterial, de la organización sindical del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que comanda la enquistada y siempre mal vista Elba Esther Gordillo (prototipo de la corrupción sindical), tan útil a los designios de las distintas administraciones del Estado, desde De la Madrid a la fecha.
Como tampoco la insistencia del BM de presionar para modificar la estructura educacional del país, que es a todas luces regresiva y elitista en un país eminentemente de jóvenes. Porque al igual que la resistencia de los maestros de la Coordinadora, en el caso de la SEP (pese a tantos desafíos y hasta desdeño por parte de la sociedad misma que ve mal sus plantones en las calles de la Ciudad de México, donde se centralizan oficinas y, por tanto, las decisiones; no entiende que lucha por defender la educación para los mexicanos y rechaza las exigencias y condicionamientos externos), en los niveles superiores la UNAM ha encabezado —aunque no es la única— las luchas en contra de la intentona de los gobiernos locales y de las exigencias del BM.
Por lo tanto, ni de acá ni de allá porque no encaja en el proyecto neoliberal de los Chicago boy de México (los Presidentes “educados” en el extranjero, y por lo tanto, más fieles y serviles a las tesis de los “expertos” de afuera), pero principalmente porque está en el casi completo abandono; este sector, el educativo, tan fundamental en y para el desarrollo del país —a las mejoras en la educación le apuestan todos los países que quieren salir del hoyo al que lo refunden las crisis económicas— vive una de las peores y desastrosas crisis, en lo que va de los años 80, 90 y la primera década del siglo XXI.
En el abandono casi total, el Estado no atina a reevaluar la parte social que es la más importante, incluso para su propio sostén. Pero la educación es como el campo: un Estado que no tiene autonomía agraria ni es autosuficiente en educar a sus hombres, es un país perdido. Rumbo al desfiladero siguen empujando a México los gobernantes que le apuestan más a las tesis retrógradas del BM. En tanto Calderón le pide a los empresarios participar, “más activamente” en el sector. ¡En mala hora!

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

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