31/agosto/2011
*Ante el vacío de poder, renuncia de Calderón
*Amenaza intervencionista de EU a México
En México no hay más un ¡“solitario de Palacio”! Esa condición típica de otros presidentes —en el marco del presidencialismo trasnochado a la luz característica del viejo sistema político mexicano; ese que presidió el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante 70 años—, a estas alturas de un sexenio que en los hechos y por sus secuelas ya se terminó, presente a uno débil ante tamañas circunstancias.
Porque la situación de ahora tienen al presidente mexicano, Felipe Calderón Hinojosa, si no perdido frente a la gravedad del país por el síndrome que representa el crimen organizado y su fallida estrategia para combatirlo, sí controlado desde afuera y sin poder evitarlo. Porque de Washington parecen provenir muchas decisiones de gobierno, sobre todo por la amenaza de últimas fechas de intervenir militarmente en suelo mexicano so pretexto de combatir a las bandas del narcotráfico y resguardar su “seguridad nacional”, sin que ello motive una réplica contundente y clara de parte del gobierno de Felipe Calderón, ni del Senado de la República. Ahí hay una corresponsabilidad.
En gran manera por la irresponsabilidad de no enfrentar los retos [desde adentro y hacia afuera] de renovar al viejo sistema político, herencia del PRI, con muchos síntomas de descomposición; entre ellos la corrupción, la impunidad y la irrupción de la violencia como método para resolver las controversias, cotos de poder e intereses, al interior de la propia clase política —recuérdense los asesinatos en los meses negros del sexenio de Carlos Salinas de Gortari—. Una tarea que desdeñó, precisamente, el ganador por el Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox en el año 2000, con toda la legitimidad alcanzada. Por cierto que frente a EU cuajó el sometimiento irresponsable y vil.
Precisamente porque al no encarar la transición democrática del régimen político, al tiempo que los síntomas de descomposición apenas asomaban la cabeza y no el cuerpo completo como ahora, las contradicciones se agudizaron sobremanera al grado del descontrol que hoy representan. Y por eso una oportunidad de oro se perdió. Porque ahora las circunstancias muestran una faz perversa, en muchos sentidos tanto internos como externos. Es decir, que a la suma de contradicciones que presentaba el sistema político priista, se agregaron otras que resultan peores todavía desde que el PAN está en el poder, con sendos presidentes, Fox y Calderón.
Por ejemplo, el presidencialismo devino en un engendro todavía peor, porque por un lado el ejercicio institucional consintió las viejas facultades —constitucionales y metaconstitucionales—, y por otro en la práctica hubo un desequilibrio de poder entre el Presidente, los demás poderes y las otras instancias del Estado, la sociedad incluida. Y así los poderes se entramparon y con ello se asentó la ingobernabilidad. Porque ante los conflictos las contradicciones se hicieron expresas y anidaron con secuelas de violencia.
¿Alguien duda que el peligro que representa el crimen organizado es un síndrome del propio sistema político en descomposición [puesto que lo que no se atiende a su debido tiempo sigue putrefacto]? Un síndrome precisamente porque surgió al cobijo de instancias policiacas, o de otra índole desde las propias corporaciones encargadas de la seguridad pública y del Estado. Porque es un consenso que el crimen organizado no habría crecido, sin colusión o comisión, al grado del desbordamiento actual si el problema es atendido en tiempo y forma, con la ley en la mano.
Es decir, castigando a los responsables tanto desde adentro del propio sistema putrefacto como persiguiendo a los delincuentes antes de que aparecieran en las listas de Forbes. Como nada se hizo, ahí están las consecuencias ahora. Y eso incluye, desde luego en cuanto a responsabilidad, tanto a los priistas que heredaron el cochinero como a los panistas que hoy mantienen el poder. Porque el síndrome no creció únicamente durante los últimos dos sexenios. Aunque la responsabilidad sea de ahora; de Calderón que tiene el problema como titular de un Estado cuya —una de tantas— tarea es brindar seguridad a los mexicanos como lo prometió.
Pero no sólo es el problema de la inseguridad. Es el dilema del proyecto de nación que está detrás; mejor dicho, que no está. Algo en lo que tampoco el PAN ha mostrado algún interés. Como que el laissez faire, laissez passer del libre mercado que instalaron los últimos presidentes priistas [De la Madrid, Salinas y Zedillo] llegó para quedarse. Como que se ha instalado en el país y nadie tiene la capacidad para hacer algo por remediar sus letales consecuencias, pese a que el país se hunde.
Mucho se dice, por ejemplo, que para atacar de fondo el problema que representa para la sociedad mexicana en la actualidad el crimen organizado, se tiene que hacer algo por generar empleos remunerados [el “presidente del empleo” resultó un fiasco], brindar una educación de apertura y calidad para los jóvenes, una política social amplia también en atención de la juventud —que incluye la asistencia médica y sicológica—, una política cultural que admita amplias posibilidades de expresión, una reforma integral al sistema penal y de justicia que resulte apegada a las leyes y al respeto a los derechos humanos, entre otras acciones. Amén de atacar de raíz problemas de fondo como la corrupción y la impunidad.
Pero nada de eso se da sin un cambio en el proyecto de nación, que ni antes los últimos presidentes priistas ni ahora los presidentes panistas, quieren emprender por sometimiento a Estados Unidos. Porque desde los últimos lineamientos impuestos a México por el Consenso de Washington —aquéllos años reacios de la crisis de los 80— las cosas no cambian porque el modelo económico se colgó de los preceptos impuestos por los gringos.
Y la absurda dependencia de México quedó sellada desde las firmas de los grandes tratados de sometimiento [TLCAN, ASPAN, Plan Mérida], también de los últimos presidentes del PRI. Y los panistas no han más que avalado lo anterior. Porque no les interesó más que gobernar sin gobernar para todos y sin el peso de EU. Luego entonces, a un año de que concluya el actual sexenio, Felipe Calderón no está solo. Es un títere controlado desde Washington. Por eso EU está aprovechando las indecisiones y debilidades de un presidente cuya legitimidad vendió al mejor postor. Carta que compró EU. Un presidente que mejor debiera ¡renunciar!
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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