03/agosto/2011
*Caos: escenarios de la política interna
*Obama perdió el piso y se derechizó
“Cuando se mira un reloj de arena se ve la disolución de un imperio”: Jorge Luis Borges.
Con tamaña treta bajo la cual se resolvió el asunto del techo de endeudamiento del Estado gringo, completamente avasallada por los republicanos de la extrema derecha, del Tea Party —ya pasó ayer la prueba en la Cámara baja por 269 votos contra 161, y en el Senado pasará sin apuros—, los legisladores le apostaron en el largo plazo al desastre del imperio estadounidense. Todo en aras de mostrar el control, el interés mezquino, que tienen de la política y de un presidente tan endeble como presionado para obligarlo a declinar sus principios demócratas y encaminarse hacia la derecha por sus intenciones simplemente reeleccionistas. Una situación que apunta en varios sentidos, delicados todos, derivados de dicho acuerdo.
1.— El sometimiento de los demócratas y el mismo presidente Barack Obama, a los lineamientos e imposiciones; en pocas palabras, a los intereses de los miembros del Partido Republicano y sus representados, la elite político-económica de ese país. Pierden los del Partido Demócrata con esta situación y también el pueblo estadounidense.
2.— Las señales de que la derecha extrema se ha apropiado de las posturas republicanas, con respecto al Estado todavía más grande del mundo, porque salieron a relucir las presiones del Tae Party. Posición que enfila al Estado a dejar de ser el más poderoso al imponer condiciones que lo enfilan hacia la debacle. El economista Paul Krugman escribe en este sentido, cuando asegura, entre otras cosas que el acuerdo es un desastre. No sólo para el presidente sino también para su partido. Ni qué decir del país y del mundo, diremos nosotros en honor a la verdad. “Dañará a una economía ya deprimida —alega Krugman—; probablemente empeorará el problema del déficit a largo plazo… y, más importante, al demostrar que la extorsión cruda (de republicanos) funciona y no conlleva ningún costo político, hará recorrer a Estados Unidos un buen trecho del camino hacia el estatus de república bananera”. [Por cierto, discúlpese por el calificativo, señor Krugman; pero los latinoamericanos le recordamos que precisamente las políticas avasalladoras, de violencia y sujeción de los países pobres por parte de los políticos y las políticas gringas, han encaminado a muchos países hacia la condición de “bananeros”. Y no precisamente porque produzcan bananas]. Aparte que, en sus conceptos, míster Krugman, EU no va hacia la “república bananera” sino hacia la debacle como todo imperio que cae cuando comienza a caminar con pies de barro.
3.— La fragilidad del Estado en lo tocante al manejo subsiguiente en estos temas de la deuda, del déficit presupuestal, más lo que se derive del “acuerdo”; las complicaciones que tiene hacia adelante en cuanto al crecimiento económico —no habrá despegue en el mediano plazo—, sobre todo por el dilema de la creación de empleos para los trabajadores. El desempleo como parámetro, un indicador para medir el grado de recuperación económica. Todo por el sometimiento demócrata a un acuerdo que no supieron negociar [¿O sí?, ¿Obama negoció la reelección?; cuestión al tiempo] con los republicanos.
4.— El desgaste y la pérdida de representación del presidente Obama, porque se prestó a las tretas de los republicanos. El presidente pierde credibilidad frente a los demócratas y a todos los sectores de la sociedad rumbo a las elecciones de septiembre de 2012. El Medicare y otros programas que resulten afectados le harán perder popularidad —dizque habrá reducción en el rubro militar—, y votos también. No obstante le estaría apostando al apoyo republicano para seguir en el cargo otros cuatro años.
5.— El augurio de la derecha, porque los republicanos le apostaron, simple y llanamente, a la propuesta neoliberal sin más. La reducción del margen de maniobra de la economía por parte del Estado, limita las acciones de éste para impulsar el crecimiento. A la vez que le apuesta al desgaste en el largo plazo.
Porque, tal y como ha resultado en los países llamados pomposamente “en desarrollo”, las tesis neoliberales sólo han servido para acarrear desastre económico, de la mano del político y sobre todo el social. En otras palabras, que sin herramientas porque todo queda en las manos del “libre mercado” —que de libre no tiene nada, puesto que los saldos son siempre inequitativos—, el Estado no tiene con qué empujar el crecimiento del país en cuestión. Más bien es el augurio del desastre; un desastre anunciado para la economía de Estados Unidos. ¿Y los impuestos a los ricos? Bien gracias.
Luego entonces, toda promesa por parte del presidente Obama —ahora con el sello de la derecha en la frente—, no pasará de eso. Por ejemplo, dice: “No debimos llegar al borde de la catástrofe”; pero la catástrofe apenas comienza. Pronto los estadounidenses lo verán reflejado en sus bolsillos, en su nivel de vida y en el mayor desempleo que se avecina. Ese es el panorama tanto a mediano como a largo plazo.
Como dijo otro economista de renombre, “En el largo plazo todos estaremos muertos”: Keynes. Es, además, el entierro de sus postulados; los mismos que sacaron a los Estados Unidos de la caída drástica de la economía estadounidense de los años 30 del siglo XX. El Estado benefactor es el que están enterrando los republicanos en EU. Y con ello también están generando el hundimiento del imperio estadounidense.
Así lo refirió Paul Kennedy en su libro: Auge y caída de las grandes potencias. “La preservación de los intereses americanos a largo plazo, no recibe ciertamente ayuda cuando el sistema de toma de decisiones va acompañado de frecuentes discrepancias en su interior”. (P. 814). Pero además agrega una idea que resulta sintomática ahora, parodiando a G. K. Chesterton: “El hombre vigoroso… no se preocupa de su eficacia corporal; sólo cuando se debilita empieza a hablar de su salud. De la misma manera, cuando una gran potencia es fuerte y no tiene rival, es mucho menos probable que discuta su capacidad para cumplir sus obligaciones que cuando es relativamente débil”. (P. 822). Los partidos políticos y su presidente Obama, han llevado a EU a esos escenarios que preludian la debacle del imperio. El problema son las consecuencias para los estadounidenses y el mundo.
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