01/septiembre /2011
*La violencia pasó a afectar a la sociedad civil
*Amenaza militarista del imperio, sobre México
La clasificación de terrorista, como fue catalogado por Felipe Calderón [un acto de “verdadero terrorismo”] el ataque al Casino Royal de Monterrey el pasado 25, en donde lamentablemente perdieron la vida ¡52 personas! —un acontecimiento que conmovió a la sociedad mexicana y aterrorizó al mundo—, tiene una doble acepción tan riesgosa la una como la otra. Cierto que es como meter en una misma bolsa lo que ocurrió en Morelia, Michoacán, el 15 de septiembre de 2008, con la explosión de granadas en plena celebración patria; el coche bomba hecho estallar el 15 de julio de 2010 en Ciudad Juárez, cerca de una estación de policía, y ahora el de Monterrey.
Donde los tres atentados fueron perpetrados por bandas del crimen organizado. El de Morelia se adjudicó a los Zetas, en su disputa territorial con La Familia michoacana; el de Juárez se achacó a La Línea, grupo armado del cartel de Juárez en pleito con otros carteles como el de la Congregación que dirige Joaquín El Chapo Guzmán, también en la rebatinga por ese “paso del norte” de las drogas hacia Estados Unidos. Y el último, por “desacuerdo” en la “cuota de protección” de presuntos Zetas con los administradores del lugar, según declaraciones de los primeros cinco detenidos y presuntos responsables, por la policía local, la Procuraduría General del Justicia de Nuevo León (PGJE).
Por esto comenzó a hablarse de narcoterrorismo. Una vertiente donde las bandas del crimen organizado están pasando de la lucha entre ellas por los mercados o el reparto de territorios y la confrontación abierta con las Fuerzas Armadas, a los atentados directos a la población civil inocente que nada tiene que ver, sino todo lo contrario porque es la primera que paga los platos rotos [léase también la balacera en el estadio de futbol de Torreón]. Una modalidad, esa ligada a golpes terroristas, que no había aparecido en México desde que comenzó el combate frontal por el gobierno mediante el uso de la fuerza contra las bandas del crimen organizado.
El caso es que apegarse a una clasificación u otra, si lo son o no actos de terrorismo, tiene sus consecuencias y habría que argumentar a favor o en contra de ambas posturas. Veamos por qué.
Por un lado está la postura de Edgardo Buscaglia, en el sentido que si Calderón hubiera calificado como acto terrorista el perpetrado ya en Morelia, desde entonces México habría conseguido por un lado evitar las subsiguientes acciones de los carteles como esta última de Monterrey. Por otro lado, que como los gobiernos de Rusia, Italia y Colombia recibieron apoyo económico para “perseguir internacionalmente” a los responsables catalogados como terroristas, también aquí se habrían conseguido los recursos y la cooperación internacional desde la ONU en contra de esos delincuentes.
Eso, afirma Buscaglia, habría impedido “la proliferación de mercenarios estadounidenses” en territorio mexicano, según su dicho. Pero el dilema es que, entonces, se habrían brindado los elementos suficientes, tan inmediatos como aquél 25 de septiembre de ¡hace dos años ya!, para que Estados Unidos pretextara el paso del asesoramiento técnico —que nadie cree, porque está aplicando acciones claramente intervencionistas de los asuntos propios de México; sus agentes de espionaje no son almas de la caridad—, a la participación directa. No se olvide que EU quiere cualquier pretexto, cualquier descuido, oportunidad o llamado desde México, para ofrecer sus servicios de país geopolíticamente guerrero, militarista e intervencionista.
Eso nos llama a la segunda consideración. Que EU estaría aplicando en México los mismos preceptos adoptados desde el 11/S en contra de Irak y luego de Afganistán [avalados por la ONU], de guerra contra los terroristas. Postura que de todas maneras, más paciente pero al fin y al cabo agreste, EU ha fraguando desde sus oficinas en Washington —la ATF, cuyo titular acaba de renunciar, no es más que un brazo del trabajo de seguridad interna de la propia secretaría de Estado que preside Hillary Clinton— para con su vecino del sur. Nada más véase el asunto de Rápido y furioso; una argucia para armar a los carteles y arreciar la guerra ya entre sí o en contra del Estado —si no es que prestando un servicio de traidores o mercenarios—, haciendo el trabajo sucio suficiente para desestabilizar amplias parcelas del territorio mexicano y crear la necesidad de la intervención armada.
De por sí, como lo señaló recién el propio diario estadounidense The New York Times, Calderón avaló la presencia de agentes de la DEA, de operadores de la CIA y militares retirados del Pentágono en el norte de México; más, como sabemos, no únicamente en la frontera norte sino desde el centro mismo de operaciones en avenida Reforma, en pleno corazón del país en el Distrito Federal. El entreguismo y servilismo típico del presidente ilegítimo de México, ese que dobló las manos frente a las políticas de Washington al principio de su pésima gestión.
De todas maneras la amenaza del intervencionismo militar en contra de México crece. Les ayuda a los gringos que acá en México se hable del “Estado fallido”, una clasificación empujada por los propios organismos de inteligencia de EU [por eso en este espacio se rechaza esta clasificación, porque sirve a los intereses geopolíticos del imperio]. Al igual les funciona a los gringos que se adopten críticas en contra del gobierno calderonista por su fallida estrategia, como de no combate a los carteles de las drogas. Una postura que también le es útil a EU [pero las críticas, también desde este espacio, como de otros colegas es que se atienda el problema de raíz; por todos los canales que el mismo fenómeno presenta hasta llegar a modificar el modelo de desarrollo neoliberal que nunca ah servido].
Y últimamente, le favorece a EU que en México se hable de terrorismo. Por eso el doble peligro señalado. Porque el terrible atentado —que dejó fríos a miles de mexicanos— del casino en Monterrey, y dejó un saldo de 52 muertos, dio pretexto a EU para movilizar a militares de alto rango expertos en antiterrorismo, desde Irak y Afganistán hasta el centro de inteligencia de Colorado, sede del llamado Comando Norte de Estados Unidos.
Porque dicen —son asesores de los halcones bushianos quienes atizan una intervención militar de sus ejércitos en México— evitarán con todo que la violencia cruce sus fronteras, como las drogas, los dólares y las armas, entre otros ilícitos que son suyos pero sólo ven en los bueyes del compadre. El interés político imperial que intenta allanar a México con el pretexto de las bandas del crimen organizado que ellos mismos alientan con la venta de armas. Doble peligro. Triple, mejor dicho, porque el gobierno de Calderón no hace lo propio.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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