19/julio/2011
*El Estado-nación es cosa del pasado
*EU, la amenaza de la intervención
Discutir la soberanía nacional y su resguardo, es atender un asunto multifacético. Tiene que ver con las relaciones entre los Estados, pero también con el respeto a su autodeterminación. Con el intercambio económico, pero igual con las relaciones internacionales; con los niveles de desarrollo de unos y otros, hasta la firma de acuerdos comerciales.
Para su respeto, en el sentido de la teoría clásica del derecho internacional, las Fuerzas Armadas de un país son el instrumento que posee y desarrolla todo Estado para la defensa de su soberanía frente a otros estados. Pero hace tiempo que la soberanía —igual en sentido clásico y como factor clave de la relación de los Estados entre sí— dejó de ser respetada gracias a la sobreposición de intereses. Es decir, que la segunda mitad del siglo XX para acá, la dinámica capitalista y más precisamente neoliberal; la realidad económica se impuso a la actividad política, y aquella sobrepasó sutilmente el meollo soberano del Estado.
En otras palabras, la soberanía quedó al garete de los intereses económicos ni más ni menos que de unos países ante otros; por la interrelación de todos, o de los más débiles con los más desarrollados. El factor económico; los negocios, las “inversiones extranjeras”, las importaciones y las exportaciones, la paridad de las monedas, etcétera, ganaron terreno y control desde los países de alto crecimiento —al grado del control por dichos medios sin la necesidad de una intervención militarizada—, hasta los de bajo desarrollo.
Al menos no siempre. Porque de todas maneras se hicieron realidad los acuerdos comerciales desventajosos. Y del mismo modo, bajo cualquier pretexto, por otras vías se operaron invasiones, golpes de Estado o intervenciones militares sin, precisamente, una declaración de guerra de por medio. Estas prácticas han sido muy comunes operadas desde el Estado gringo, primero en América Latina y luego hacia el resto del mundo: Asia y África. Pero no es el único país, porque los europeos también acudieron a dichas prácticas, por el resguardo de intereses o la urgencia de nuevas inversiones.
México tiene frente a Estados Unidos un dilema con su soberanía. Y si bien no resulta sencillo que ahora EU lance una ofensiva militar [como se puede percibir por todas las acciones que ha emprendido últimamente en la frontera para resguardar su territorio bajo el pretexto de priorizar la seguridad nacional], tampoco se ve factible que México haga valer —a estas alturas del partido— sus otrora incólumes principios de política internacional: respeto a la autodeterminación de los pueblos, no intervención y solución pacífica de controversias, para escudarse de la geopolítica de los gringos.
Cuando la ofensiva neoliberal se impuso en México bajo la presión de EU, se firmó un tratado lleno de desventajas para el vecino del sur. El operador de tamaña ofensa fue el presidente mexicano en su tiempo Carlos Salinas de Gortari. La cesión parcial de soberanía dadas todas las desventajas que el TLCAN significó para México, hicieron innecesaria la intervención armada. Pero tampoco se descarta. Ya antes México habría ingresado al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles, Aduaneros y Comercio).
Llegaron al país las inversiones extranjeras, se impuso el modelo que liberalizó la economía haciéndola una de las más abiertas del mundo. Pero de igual modo las condiciones desiguales de intercambio empresa-empresa=EU-México. Se vendieron las empresas paraestatales dizque para cubrir los montos de la deuda y sus respectivos intereses, vino la promesa de la estabilidad macroeconómica para lo cual se anclaron los salarios a la inflación y el Estado se convirtió en garante de los préstamos a pagar en mediano y largo plazos.
Amarrado por la vía económica, México quedó bajo el control de las políticas proestadounidenses. Fue como generar un ambiente propicio para violentar la soberanía; las prácticas geopolíticas y geoeconómicas del imperio gringo. Fue la imposición económica por encima de la política. Porque los gobiernos mexicanos no supieron amagar y menos negociar con el vecino del norte un tratado comercial equilibrado.
Paulatinamente, desde que el sistema político mexicano comenzó su etapa actual de descomposición a la fecha, no hay opciones de modificar lo pactado. Y no se hará porque en sus términos, para EU de lo que se trata es de ganar-ganar. Y para eso le sirvió el gabinete negociador y entreguistas, tanto de De la Madrid como de Salinas. Y la descomposición de la política debilitó aún más a México. El entreguismo, servilismo, fragilidad, ilegitimidad de las elites políticas, así como los últimos cinco presidentes mexicanos no han servido más que para debilitar al país frente al exterior y hacerlo más vulnerable.
Por eso la teoría clásica del derecho internacional y los viejos principios de la política exterior mexicana quedaron en desuso; o lo que es peor, los sucesivos gobiernos mencionados no han tenido la fortaleza —la fragilidad misma del sistema político fue generada por el mismo sistema político— para defender, hacer valer y menos fortalecer todo lo necesario para una soberanía nacional inviolable; con el sucesivo resguardo de los intereses vitales del país.
El valemadrismo de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional y luego los del Partido Acción Nacional han dado al traste con la soberanía de México, debilitándola al extremo. Ni se diga que el último gobierno del PAN ha sobreexpuesto a México, por emprender una estrategia fallida para combatir el narcotráfico y sin resultados a la vista. Más allá de los 50 mil muertos por esa cruenta guerra, la sospecha de que el activismo de las mafias en la frontera México-EU alentada por las armas que entran al país, sirve para violentar al máximo la situación y orillar a una invasión militarizada.
Luego entonces, una de las mayores amenazas que tiene México frente a sí es la de una soberanía echa trisas. Y un riesgo de invasión por parte del ejército de EU bajo el pretexto de la amenaza que representa el narcotráfico, pero que en el fondo lo que quiere junto a sus empresas petroleras es el control del sector energético. Una prioridad de su “seguridad nacional” y de sus geopolíticas en el mundo. La soberanía quedó en el pasado, con el Estado-nación. En tanto el Ejército mexicano hace labores policiacas que no le corresponden.
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