27/mayo/2011
*México, en la órbita imperial de traspatio
*El petróleo y el gas, en las prioridades
Es lamentable pero es la verdad. Que México está subordinado, por no decir sometido completamente, a los intereses de los Estados Unidos. El país cae en la órbita imperial, como el resto de América Latina desde el siglo XIX a la fecha, pero la política exterior gringa se volvió agresiva en todo el mundo desde el 11/S de 2001 para acá [una tendencia presente durante la Guerra Fría, pero que cobró fuerza a raíz de la debacle de la URSS y la órbita socialista]. Fueron los halcones que dirigieron a George W. Bush y lo llevaron a las guerras contra Afganistán e Irak, los que sentaron las bases de la ofensiva militar global.
Desde entonces la política de EU con el mundo —su política exterior que representan los diplomáticos en cada país mudaron su actividad de simples interlocutores a espías en activo, con todo el andamiaje tecnológico como soporte— parece cada vez más subordinada a los fines exclusivos de la “seguridad nacional”. Pero no en los términos tradicionales, sino que dicha política va más allá: a la estrategia de guerra continua. Es decir, contra cualquier país y en cualquier momento, a fin de conseguir sus metas.
Sólo eso nos explica el por qué EU sólo requiere un pretexto simple para acometer militarmente al país que se le antoje. La invasión estadounidense de Irak tras el allanamiento de Kuwait por Saddam Hussein en 1990, la llamada Guerra del Golfo, sentó el precedente más inmediato de lo dicho. Los beneficios están a la vista: la disponibilidad al menor costo de los yacimientos energéticos, tan indispensables para la sobrevivencia como potencia económica y mundial.
Claro que el costo es alto. La movilización del aparato militar-industrial del pentágono cuesta millones. Esos salen de los aportadores de impuestos, de los créditos internacionales o de la colocación de valores desde la hacienda, el Tesoro de EU, más no así los beneficios que se consiguen. Porque los que ganan son aquellos poderosos inversionistas que le apuestan siempre al reparto del pastel. Es decir, por un lado el Estado gringo hace la guerra pero por el otro son particulares los que disfrutan el saldo de las “nuevas inversiones”. Por ejemplo, de las guerras en Irak las empresas beneficiadas han sido las petroleras texanas.
Y son los hombres de las grandes empresas los que, en lo oscurito, tiran línea a los presidentes para el ejercicio de sus políticas internas y externas, al Congreso para la aprobación de leyes que mejor convenga a sus intereses, a los partidos —el bipartidismo que, con la mascarada de la democracia, funciona conforme a sus fines—, a los medios de comunicación y a todo aquél operador que interviene o participa de las relaciones con otros países.
En esto entran las representaciones diplomáticas cuyos personajes titulares se acomodan conforme a la política de resguardar su seguridad interior o “seguridad nacional”. Claro que cada país es tipificado, maniqueamente, como amigo o enemigo, siempre y cuando esté encabezado por un aliado o no. Y si responde a sus fines o se niega a aceptarlos. De eso depende, incluso si se abre un frente de guerra o se queda en una amenaza continua para igualmente lograr lo que quiere.
Como tales, entonces los embajadores de EU en los países son más que fieles a los preceptos de la política exterior y a las prioridades del imperio gringo. Tampoco podrían hacer otra cosa. Aquí y en China. Y se entiende. Lo que no es que no haya reacciones con respecto a eso por parte de países como México. Además de ser el traspatio, o precisamente por ello, México es visto como objeto de uso. Si hay una prioridad para EU, pero porque la cicatriz es grande. Y por ahí fluyen muchos intereses. No por otra razón porque los gobiernos responden abiertamente al sonar de la campana o al son que toque EU.
Los gobiernos últimos del PAN se han doblegado totalmente a los fines de EU. Los otrora valientes principios de la política exterior de México —que le dieron respetabilidad entre los países desarrollados y entre los símiles de Latinoamérica— están en el cajón de un sastre sin dueño. Hoy ni siquiera el PRI se pone la camisa y defiende lo que el gobierno del PAN no hace.
Por eso ya no hay una agenda propia de México en los encuentros entre funcionarios de ambos países. Por ello ya no dan fruto las reuniones interfronterizas o los encuentros entre presidentes. Llámese Vicente Fox-George Bush u Obama-Calderón. Es más. El subordinamiento de los políticos panistas al imperio es tal, que muchas de las grandes decisiones se toman no en Los Pinos sino en Washington. Desde los tiempos del gobierno mexicano de Carlos Salinas se entregó la soberanía de México con la firma de un TLCAN totalmente inequitativo.
De ahí para acá. Ernesto Zedillo, tras el rescate autorizado por William Clinton por la debacle del 94-95 [el efecto tequila], hipotecó a México. Entonces arreciaron las inversiones privadas, desde las empresas gringas, a Petróleos Mexicanos por la vía primero de los Pidiregas y luego los CSM o Contratos de servicios múltiples. Por citar un ejemplo.
Vicente Fox fue el acabose porque permitió un cambio total de estrategia de EU ante México. Con una visión monotemática de la relación —impuesta gracias a la intervención del flamante secretario de relaciones exteriores, Jorge Castañeda— que se ocupó únicamente del problema de la inmigración, Fox no consiguió más que denigrar la política exterior de México.
Con Felipe Calderón, quien por el reconocimiento a un triunfo mal habido en las elecciones del 2006 hipotecó soberanía ante EU en cuanto a la toma de decisiones importantes —los cables de Wikileaks al respecto son reveladores—, lo único que se ha conseguido es una clara y abierta intervención en los asuntos internos con visos desestabilizadores. Desde la consabida guerra contra al narcotráfico donde EU juega su propio papel por todo lo que deja de hacer.
El petróleo y el gas de la frontera norte de México, eso está sobre la mesa de la casa oval de Washington. Y Obama no es más que simple instrumento de los hombres ricos y oscuros que definen las políticas del imperio, no importa si es el vecino del sur o el país más alejado de su órbita. Eso explica por qué Obama camina en reversa durante su gestión. Ahora es más papista que el Papa; casi un republicano. Por ello, EU hace todo para someter al mundo a sus fines. México es cosa fácil gracias al entreguismo de los gobernantes del PAN. Y ya viene la amenaza con el nuevo embajador.
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