19/abril/2010
*Entre la cotidianidad y los errores
*Del miedo social a la incertidumbre
En México, cuando se presta, en pláticas cotidianas entre amigos salen a relucir siempre las preocupaciones sobre lo que está ocurriendo en el país. Y por qué no, en algunas ocasiones hasta lo que pasa en el mundo. Porque lejos de no estar enterados, a las personas les ocupa y preocupan los acontecimientos (las noticias, así sean los tips de la televisión y no precisamente de los diarios que ofrecen una información más amplia pero desafortunadamente son menos leídos), porque saben que tarde o temprano les afectará en sus vidas.
Las inquietudes son tanto generales como específicas. Y sobre los más diversos temas: tanta violencia desatada en el país y la inseguridad que ello representa en algunas ciudades específicas, los elevados precios de las cosas (tanto como la pérdida del poder adquisitivo del salario, con un acumulado de décadas), la falta de fuentes de empleo y en general los bajos ingresos.
También las complicaciones para adquirir algunos bienes de consumo; para salir de viaje (tan siquiera por aquí cerca durante las vacaciones; no se diga los fines de semana), cubrir los costos de los colegios particulares (cuando es el caso), comprarse ropa, zapatos, tenis, hasta los útiles escolares, etcétera. Todo es preocupación.
Problemas coyunturales, como el involucramiento de los hijos en el consumo de drogas, al igual que los adultos. La obesidad de los niños, también de los mayores. Las dificultades para bajar de peso, un problema de las familias y del país; México tiene el segundo lugar en obesidad después de Estados Unidos, en sus tres clasificaciones por región norte, centro y sur, aunque los platillos son diferentes. Cuenta la flojera para preparar alimentos nutritivos, de la mano del consumo chatarra y del refresco dulce, la vida sedentaria de los niños que crecen frente a un televisor, y la falta de ejercicio.
La venta de chatarra —que no merece el calificativo de “alimento”—, como gran negocio de directores e inspectores en el sistema escolarizado a nivel primaria y secundaria, que les deja grandes dividendos a costa de la salud de los niños. Por eso hubo reacciones a la norma aprobada hace unos días desde el Congreso para eliminar los productos chatarra de las escuelas, de las llamadas “cooperativas”. “Porque no habrá tiempo para que ejerciten los niños veinte minutos diarios”, o “porque será un tiempo desperdiciado”. Ni siquiera se cuenta con la infraestructura ni los espacios. Pretextos todos para un “negocito” antes intocable, en beneficio de las autoridades.
Incluso como diagnosticó recién el propio titular de la Secretaría de Educación Pública, Alonso Lujambio (el presidenciable de Felipe Calderón caído Juan Camilo Mouriño y apoyado por Elba Esther, una vez que otros mencionados son muy bisoños), que es muy bajo el nivel de los profesores que enseñan en las escuelas, y que un elevado porcentaje de maestros “no sabe enseñar matemáticas”.
El temor creciente por tanta violencia relativa a las pugnas entre pandillas por controlar colonias, unidades habitacionales, calles, espacios públicos; el involucramiento de más jóvenes en actos delictivos porque no encuentran oportunidades ni de estudio ni de trabajo. Y se están enviciando, gastando más de lo que tienen, o que los propios padres pueden darles al día.
Los niveles de deserción desde el nivel primaria han ido en aumento, es verdad, pero las complicaciones son mayores por la falta de espacios en las escuelas públicas a todos los niveles. Tan sólo a nivel profesional, recuérdese cómo hace poco también la UNAM admitió en sus aulas únicamente a un 10 por ciento del total de aspirantes. Pero claro está que no es un problema de la universidad, sino del sistema escolar del país en general.
La inseguridad que crece en las calles porque aumenta la violencia, y lo que se deriva de ello. Lo peor es que se percibe un ambiente de incertidumbre, porque no se ve por dónde las autoridades estén haciendo los estudios y los planes propios para contrarrestar la situación. Los policías no están capacitados para controlar un fenómeno tan grave.
No se sabe cuántas son las corporaciones policiacas que están infiltradas por las bandas delincuenciales. Pero coludidas o no y en qué grado, el caso es que el fenómeno permea a la sociedad cada vez más. Y la amenaza, que es lo peor. Es la fuente de la incertidumbre, y sobre todo de la inseguridad hasta de salir a las calles. No se diga en aquellas ciudades que están auténticamente sitiadas, como algunas del norte del país.
Causan indignación social casos como los de la pederastia sacerdotal. El tema Marcial Maciel y los problemas derivados para la Iglesia católica por eso. Los hijos denunciaron las violaciones del fundador de los Legionarios de Cristo, y los herederos del emporio educativo y sacerdotal se han puesto a temblar porque El Vaticano les arrebate el control de los dineros, o les demande reestructurar, y por el desprestigio de su padre fundador.
La aceptación de los vicios de Maciel, así como las disculpas para los ofendidos por parte de los Legionarios, son insuficientes. Más cuando el tema tiene alcance mundial. Los curas pederastas son protegidos desde la propia estructura clerical. En El Vaticano, ni el actual Papa Benedicto XVI, ni el anterior, Juan Pablo II, escapan al señalamiento público por proteger pederastas. No basta, como lo dijo el Papa recién en Malta, que la Iglesia ha sido “herida por nuestros pecados”. Los pederastas deben ser enjuiciados y castigados.
Peor tantito con el tratamiento que le están dando al tema los sacerdotes mexicanos. El cinismo del salirse por la tangente del “libertinaje sexual”, o de “la cultura de erotismo (que) afecta a toda la sociedad y como consecuencia a los sacerdotes que están inmersos en ella”, como declaró el mismísimo obispo Samuel Ruiz García, de San Cristóbal, Chiapas. Incluso las palabras de cinismo de Juan Sandoval Íñiguez, cuando afirma que los ataques al pontífice por los casos de pederastia cometidos por sacerdotes se deben a que la Iglesia católica “pisa muchos callos”.
Hacen caso omiso a declaraciones como las del teólogo Hans Küng, excompañero de Ratzinger en el Concilio Vaticano II, en el sentido de refundar a la iglesia. Como dictamina en su carta a los obispos del jueves pasado que reprodujo la prensa mundial. O a los llamados a un nuevo concilio, para tratar temas como el celibato y la sexualidad.
La nube tóxica de la erupción del volcán ubicado en el glaciar islandés Eyjafjalla, y que invade Europa preocupa a todo el mundo porque no parece disminuir y no se sabe las consecuencias que traerá. Todo genera un ambiente tenso y de incertidumbre. Preocupación común. Sea o no opinión pública.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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