15/febrero/2011
*La privatización resultó suicida
*Multimillonarios vs. los pobres
Sí que son reveladores de contenido sobre México, los cables que entregó Wikileaks al diario La Jornada y comenzó a dar a conocer al público desde el pasado jueves 10 de febrero. Los temas apenas comienzan a salir, pero está claro que todos tienen que ver con los laberintos que ocupan y preocupan a la “seguridad nacional” estadounidense, con lo que ellos ubican como “peligros” procedentes del exterior.
Reflejan la percepción que de los problemas de México tienen los diplomáticos —desde la sede consular y otras representaciones—, bajo su consabido injerencismo en una primera instancia, para luego rayar en un peligroso intervencionismo por parte de EU en los asuntos internos de México. También el cumplimiento de la tarea no sólo de informar desde las sedes, o centros de inteligencia, sino aparte proporcionar todos los elementos posibles para que, ulteriormente, con dichos informes el imperio del norte conforme sus políticas hacia, o incluso en contra de otros países. Lo peor de todo es que, como en este caso, sucede bajo el consentimiento pleno de los gobiernos mexicanos.
Ya se sabe que la publicación de los más de 250 mil mensajes de la diplomacia estadounidense, que reveló el sitio Wikileaks a partir del 28 de noviembre 2010, procedentes de todas las sedes espías en los diversos países del mundo hacia el Departamento de Estado, se convirtió tanto en la filtración más grande de la historia de la diplomacia mundial, como en la desnudez de las artimañas que ponen en jaque a la política exterior estadounidense global.
Se conoce también, que entre las más variadas reacciones generadas desde la propia dependencia que dirige la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ni los cables fueron tachados de falsos ni los contenidos negados en sus dictámenes. Ni siquiera en los descalificativos de políticos o el lenguaje montaraz con el que se les refiere o trata así en corto. Al contrario, pusieron al descubierto que los diplomáticos son espías al servicio de su país —no únicamente representantes con cartas credenciales para la buena vecindad [¡ja, ja!]—, y que por ello fungen como informantes de cualquier asunto delicado considerado de Estado.
Así, ya sea porque el pretexto de la “seguridad nacional”, sobre todo a partir de los atentados terroristas del 11/S en 2001, le ha proporcionado buenos dividendos a los negocios imperiales, como el aseguramiento del abasto de los pozos petroleros de Irak o los frutos del control de los cultivos de amapola en Afganistán, o porque con ello justifica una participación —intervencionismo puro— en los asuntos internos de otros países considerados estratégicos. Ni se diga México con quien comparte los más de 3 mil kilómetros de frontera y se constituye el segundo socio-amigou del mercado mundial. Por eso la muda de estrategias que significó el 11/S en la política exterior, también el cambio paradigmático que trajeron consigo las revelaciones de Wikileaks. Y México no podría estar fuera de tamañas tretas diplomáticas.
Cierto que las tareas del Departamento de Estado apenas representan una parte del cultivo de materiales para la construcción de la política exterior de EU, porque otras muchas instituciones gringas igualmente generan sus evaluaciones con materiales propios. Pero queda más que claro que esta parte de la inteligencia resulta clave en la política imperial. Como significativo, también que ningún país podría espiar libremente a otro —léase en la relación EU-México— sin el aval y autorización necesaria; o la formalidad de los propios informantes. Por eso los espías están y así trabajan, literalmente, metidos desde la cocina.
Como parte de otros mecanismos utilizados por el imperio, en este caso contra México, entonces está la imposición por la ruta financiera, los lineamientos que a todas luces terminan por responder a los intereses ajenos de México y a los propios de EU. Es el caso de la aplicación de las variables neoliberales impuestas a la economía mexicana desde principios de los años 80, por el entonces presidente Miguel de la Madrid. La vía: los organismos financieros internacionales, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, que responden a Washington, a Wall Street y en última instancia a la Reserva Federal. El pretexto: la crisis de la deuda tras la caída de los precios internacionales del petróleo durante la década de los años 70.
Para contener el deterioro de las finanzas públicas y en general de la economía, los préstamos del FMI llegaron al rescate cobijados de muchas condicionantes. Y los Chicago boys, y sus peleles surgidos del ITAM, se aplicaron pronto y supieron qué hacer. E insisto, entre otras medidas, se aplicó la vía de la privatización de las empresas otrora en manos del Estado; las llamadas empresas paraestatales.
Como en su momento justificó el itamista-salinista Jackes Rogozinsky, entonces coordinador de la Unidad de Desincorporación de la Secretaría de Hacienda [a la privatización o desmantelamiento de las empresas del Estado se le llamó pomposamente “desincorporación”], la institución que maneja los presupuestos públicos. El programa de desincorporación era para: “a) Fortalecer las finanzas públicas, b) Canalizar adecuadamente los escasos recursos del sector público en las áreas estratégicas y prioridades, c) Eliminar gastos y subsidios no justificables, ni desde el punto de vista social no económico, d) Promover la productividad de la economía, transfiriendo parte de esta tarea al sector privado, e) Mejorar la eficiencia del sector público, disminuyendo el tamaño de su estructura”.
Tamaño dislate camuflado como meta del Estado mexicano, porque nada de eso fue. Todo lo contrario. Porque el saldo de la privatización resultó fatal para México, y en general la aplicación a pie juntillas de los preceptos neoliberales. Y EU se queja ahora de la situación mexicana. Justifica primero: desde que logró “institucionalizar su agenda de seguridad con México…, como parte de la agenda de seguridad de Estados Unidos”, le preocupa la situación económica y social del país porque “les afecta directamente”. Porque “la competitividad mundial de EU depende de un México más competitivo”.
Ahora sí, dice EU: “México requiere índices de 6 a 8 por ciento de crecimiento anual de manera sostenida para crear empleo suficiente, con el propósito de apartar a millones de sus ciudadanos de la pobreza y proporcionar una alternativa atractiva a la migración ilegal hacia Estados Unidos”. Un lastre inducido por ellos que ahora les molesta. Después del niño ahogado…
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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