09/marzo/2011
*Televisa/TV Azteca versus Telmex
*Con mal gobierno pierde la sociedad
Hay “una frase del economista liberal estadounidense John Keneth Galbraith (que) sintetiza muy bien el dilema del Estado y la sociedad mexicanos frente a la pantalla: ‘Un país con una televisión rica y escuelas pobres está en serios aprietos’. México, como muchas otras naciones subdesarrolladas, cumple cabalmente con este diagnóstico. Las dos grandes empresas televisivas del país [Televisa y TV Azteca] cuentan con veinte veces más recursos que la UNAM, con una influencia en la formación y percepción de la infancia y la adolescencia mucho mayor que la Secretaría de Educación Pública, y ambas definen día con día no sólo el buen o mal gusto de los televidentes, sino también lo que se debe entender como cultura, información y entretenimiento”. Cita del libro de Jenaro Villamil, La televisión que nos gobierna (Ed. Grijalbo, 2005, p. 125), que refleja muy bien lo correspondiente a la influencia que tiene la televisión abierta entre los mexicanos de todos los sectores, y en todas las áreas de la cultura.
Peor aún, desde que el modus operandi de la televisión resulta, aparte de la mediatización-enajenación de los mexicanos como herramienta para la continuidad del estatus quo bajo el manejo cuantioso de recursos y de cualquier tipo de privilegios —concesiones del Estado nunca puestas en entredicho, o sujetas a revisión jamás—, un jugoso negocio que los actores de la política se encargan de acrecentar; ya por la vía de la espotización [muy de moda en los tiempos del Partido Acción Nacional] desde el gobierno o la difusión casi continua de promocionales para el posicionamiento de algún político en particular. De por medio está que se trata de una visión abiertamente mercantilista, como vil artículo de consumo reflejado en los altos costos de la publicidad, para los concesionarios sin importar lo relativo a la educación y a una información imparcial de la sociedad.
El caso es que en el país los últimos gobiernos le han otorgado todo el poder a las pantallas de la televisión. Bajo el precepto que lo dicho por la televisión es lo verdadero; o quien no está en las pantallas no existe, apostándole todo a la imagen. En ese tenor, por supuesto que los más beneficiados son los accionistas del duopolio Televisa/Tv-Azteca que dominan el espectro en México. Esto más como una actitud de sometimiento sin limitación desde el gobierno, que de un tratamiento equitativo o siquiera de regulación acorde con la prioridad para cualquier país de una televisión sin tapujos pero útil a dicha sociedad.
“El presidente y su partido han sido, con el PRI, los principales obstáculos para una reforma democrática al sector. Calderón ha querido modificar las reglas del juego mediante acuerdos y decretos administrativos y, por lo mismo, unipersonales, en respuesta a las presiones de coyuntura, pero sin la participación del Congreso y de otros sectores de la sociedad”, alude el especialista Gabriel Sosa Plata en entrevista también con Villamil en Proceso N° 1791 del 27 de febrero de 2011. Ver también la propuesta de la exsubsecretaria Purificación Carpinterio en Proceso 1792, donde prevenía a Calderón sobre el conflicto a punto de estallar, ya desde diciembre de 2008.
Y claro está que quienes se mueven en el caos son quienes tienen la batuta; la tesis del divide y vencerás Y sendas televisoras son las reinas de un caos en parte generado por ellas, en parte tolerado por las propias instancias gubernamentales merced al utilitarismo, al uso político por el potencial [ambas tienen el control del 98% del mercado visual del país] y la incapacidad de emitir reglas claras [¿Pero y quién no recuerda la mal llamada “Ley Televisa”?]. Es decir, que la reglamentación a fondo en el sector de las telecomunicaciones no existe en el México moderno.
Y el tema viene a cuento porque la disputa por el triple play sigue tocando callos; mejor dicho, millonarios intereses. Y en esto también entra la empresa gigante de las telecomunicaciones, el Grupo Carso al cual pertenece Teléfonos de México, del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, en abierto pleito por el mercado mexicano del internet, la voz y la imagen, al lado de Emilio Azcárraga y Salinas Pliego. O viceversa, porque la lucha es fuerte y desde varios frentes. Al menos atorada en múltiples demandas, en tanto el gobierno no atina a regular al sector.
Lo más caliente del pleito estalló recientemente [viernes 18 de febrero], cuando Slim declaró que sacaba la publicidad de sus empresas (Telmex, Telcel, tiendas y restaurantes Sanborns e Inbursa) de las dos televisoras. Con Televisa se alegó el aumento de tarifas publicitarias “más allá de la tendencia de los últimos años”. Con Tv Azteca, el condicionamiento de la publicidad por parte de la televisora, a la firma de un convenio de conectividad. Azteca quiere entrar al servicio de telefonía utilizando la infraestructura de Telmex; es decir, sin invertir.
Pero ambas problemáticas representan más bien la punta del iceberg. Porque las televisoras quieren la conectividad de Telmex a cambio de nada. Y Slim no se deja por claras razones. Porque tampoco el duopolio televisivo quiere que el monopolio de las comunicaciones entre a competir en el mercado de la imagen porque, alega Televisa, ya tiene voz e internet y su título de concesión de 1991 [otorgado en tiempos de Carlos Salinas], se lo impide.
Es más, Televisa demandó a la Confederación Federal de Competencia la revisión del título de concesión de Telmex, porque le impide prestar el servicio de televisión restringida, como lo está haciendo con dish vía las alianzas con Echostar y Multivisión que constituyeron Dish México, y ya cuentan con 2.6 millones de suscriptores. Telmex lo niega alegando que sólo presta los servicios de “venta y facturación”.
Está claro que, por un lado, desde el gobierno se ha apoyado fuertemente particularmente a Televisa —Tv-Azteca no se queda atrás— porque le ha favorecido en muchas acciones. Por otro, que otras empresas de personajes allegados al gobierno están interesados en arremeter contra Telmex. Pero tampoco Slim se ha dejado. Y el problema va todavía más allá.
Lo cierto es que, más allá de las disputas entre los dueños de las televisoras y la telefónica —con el gobierno tratando de inclinar la balanza hacia un lado en lugar de regular al sector—, quien está de por medio es la sociedad que no cuenta con opciones fruto de una competencia sana; principalmente en el terreno del manejo de la imagen. En otras palabras: una televisión rica en un país de pobres y con un gobierno más que parcial.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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