17/enero/2011
*Con PRI o PAN, tras el 2012
*Seguirá la crisis del sistema
Y nada. A punto de entrar el país al jolgorio electoral para elegir el relevo de Felipe Calderón Hinojosa en la Presidencia de la República en julio de 2012, porque los tiempos están muy adelantados, los primeros indicadores tanto de los partidos como de los aspirantes parecen no tener alternativas para México. Y esa no es fruto de una lectura superficial sino de fondo.
La zozobra que padece el país, desde la década de los 70 cuando estalló la crisis económica —la crisis del petróleo con secuelas mundiales— que luego trajo consigo la instrumentación del modelo neoliberal a principios de los años 80, y devino en inestabilidad política por el desequilibrio mismo del sistema en su composición política, en lugar de encontrar salida se profundiza con el tiempo. Pero no es una manifestación en doble sino en triple vertiente; económica, política y social. Y desde entonces los gobiernos no han sabido responder a eso.
En otras palabras, el estatus que legó al país el PRI se engendró en el largo plazo, pero con algunas variantes mínimas siguió con el PAN. El primero la generó, luego de enquistarse en el poder 81 años —y en algunos estados del país más tiempo—, el segundo por una década, pero irá hasta los dos sexenios por lo menos. Hoy la situación de crisis continúa en todas sus variantes, con un anexo que pasará a la historia como herencia de los panistas: la agudización de la violencia en muchas partes del territorio nacional, por una declara “guerra” contra el crimen organizado. Necesaria, pero mal planteada y desarrollada de origen.
La violencia como manifestación de la crisis sistémica de los últimos años. No sólo porque violencia llama violencia, sino sobre todo porque fue una reacción de botepronto por un actor político —aunque haya sido el titular del Poder Ejecutivo, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas— que tomó una determinación superficial —con claros fines de legitimidad—, desoyendo consejos y sin planear acciones coordinadas para todas las vertientes posibles en las que se manifiesta el flagelo, tanto del crimen organizado como del narcotráfico.
El caso es que, ya por la ruta del continuismo del PAN o con la restitución del viejo PRI —o el ejercicio de la simple alternancia política—, tras el 2012 habrá más de lo mismo para el país. O sea que, difícilmente veremos una estrategia integral para resolver los problemas derivados del crimen organizado en el corto plazo. No lo ha hecho el PAN —con Vicente Fox ni Calderón—, ¿lo hará el PRI en caso de retomar la silla presidencial para el mediano o el largo plazo? Ojalá, pero nada parece indicarlo. Aunque sea una exigencia nacional. Al menos no se hará desde el poder en tanto no sea por presiones de la sociedad.
Por una razón muy simple: se trata del síndrome de la descomposición de un sistema político viejo que, en lo fundamental, no ha sufrido cambios desde que se instituyó la Revolución Mexicana, o ésta se hizo institucional. Porque tanto la corrupción como la impunidad hacen gala de haber infiltrado abiertamente a toda la estructura del Estado, con sus brazos extendidos hasta la sociedad, aunque sea en menor grado para encontrar sustento. Y precisamente una de sus raíces corroídas se extendió hasta salirse del control. Porque no hay delincuentes fortalecidos sin la protección debida desde el mismísimo poder; sea por corrupción, sea por colusión, sea por la impunidad que deja intacta dicha actividad, sea porque es un negocio millonario.
A tal punto que ahora, al parecer, lo revolucionario del 1910 devino en su contrario en 2010, recordando el Centenario celebrado el año pasado. Antes había urgencia del cambiar el sistema, ahora no sólo no lo hay sino que la sociedad se mira en el espejo de la amenaza de una violencia sin sentido. O por el sinsentido propio de un sistema sin proyecto de país, que es a donde lo ha conducido el ejercicio del poder tanto con el PRI como el PAN.
Porque ambos representan a un poder que no le interesa la sociedad, sino tan sólo su continuidad, consolidación y reproducción. Y en la cumbre de ese poder están los hombres más ricos de México, con sus respectivos homólogos en el terreno de la representación política. Pero también las elites del poder afuera, en los poderosísimos intereses que emanan desde los Estados Unidos. Recuérdese que muchas, o casi todas, de las decisiones y determinaciones que se toman en el país tienen su origen allá. Porque tanto el injerencismo del imperio gringo acá, como la sujeción de las elites del poder local así lo cultivan como una constante desde hace décadas.
Claramente, al menos, desde los mismos tiempos revolucionarios de principios del siglo anterior, pero sobre todo con el entreguismo de presidentes como Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón; es decir, los neoliberales desde De la Madrid para acá. Todos han tolerado las políticas impositivas que derivan en aplicaciones públicas aquí sin importar las consecuencias —léase TLCAN o ALCA o Plan Mérida, etcétera—. Dígase por ahora que el interés de EU está en la geopolítica y la seguridad nacional “energética”, como imperio voraz que lucha siempre por la ganancia y la protección de sus empresas, una apuesta suya tanto económica como políticamente a escala internacional.
Así, sin importar que el síndrome se imponga o que rebase al país y desate la violencia en todas sus proporciones, aún amenazando la misma gobernabilidad —mejor para los fines estratégicos del imperio vecino del norte de México, EU, porque tiene pretextos para intervenir como salvador—, ni partidos ni seguramente los candidatos ofrecerán alternativas viables para sacar al país de donde está.
Lástima por México, porque seguir por la línea del PAN o la del PRI [cualquiera que gane en el 2012, da lo mismo] es sumirse en un sexenio más de desastre para la sociedad. Ni las propuestas de los partidos han sido de fondo, mucho menos lo serán las de los candidatos que a estas alturas se perfilan ya por unos y otros. La descomposición del sistema, como lo delata el síndrome visible que llegó con toda violencia en un año antirrevolucionario como lo fue el pasado 2010 pero se extiende más allá, el narcotráfico, no alcanza hasta el trastocamiento de los intereses que encubre desde el mismísimo poder.
Sería tanto como hacerse el haraquiri. ¿O no? Que lo digan los hombres del sistema. Pero ¿cuándo? ¿Lo harán en esta oportunidad electoral, tanto del pasito del 2011 como en el 2012? ¿Habrá candidatos de esa talla, con las propuestas de país, o la capacidad para elaborar bajo consenso un Proyecto de Nación como el que requiere México? La sociedad no aguanta más tamaño deterioro, ni la violencia ni la inestabilidad; ni incertidumbre como ingobernabilidad. Esa misma sociedad debe cobrar las facturas correspondientes a un sistema que no sirve para hacerla avanzar. En tanto el poder no le otorgue a un estadista.
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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