Salvador
González Briceño
**Cambios
a la estrategia fallida de F. Calderón; Segob, la supersecretaría
**De
la Unidad de Fusión de Inteligencia al Centro Nacional de Inteligencia
Lo
primero que saltó
a la mente de los analistas de los problemas del país, cuando se anunciaron las
reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (APF) en
noviembre de 2012 todavía durante el sexenio anterior, fue que con el regreso
del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República
encabezada por Enrique Peña Nieto, se crearía una especie de elefante blanco con la “supersecretaría”
en que se pretendía erigir a la Secretaría de Gobernación (Segob).
Tampoco
faltaron
quienes, sin embargo, creían que simplemente se estaban retomando las funciones
operativas, políticas y ejecutivas, que en los sexenios anteriores del régimen
priista tenía la Segob. Cuando era la plataforma
desde donde saltaban los futuros
candidatos presidenciales del continuismo político en México.
Cuando
en los
tiempos de un priismo puro, con todo y lo autoritario que le caracterizó, Gobernación
realizaba efectiva y eficientemente, por qué no reconocerlo, las tareas tanto
de espionaje —de los declarados “enemigos” del Estado y de “algunos políticos”—
como de inteligencia que le eran encomendadas. Recuérdese las labores de negociación en todo tipo de conflictos para
evitar su desbordamiento logrando un cierto control. Una extensión, de ese modo
institucional y al viejo estilo a la pax
porfiriana, del antiguo régimen que ejercía las tareas políticas encomendadas al final por cada presidente en turno.
Pero
una vez
publicadas en enero de 2013 las reformas a la citada ley de la AFP, quedó claro
que la Segob en manos de su nuevo titular, Miguel Ángel Osorio Chong, asimilaría
tareas otrora sueltas, como las relativas a la política de seguridad que tanto
laceraron a la sociedad mexicana durante todo el sexenio de Felipe Calderón con
su fallida estrategia en contra del
crimen organizado, en donde brilló por su ausencia la también errática Secretaría
de Seguridad Pública (SSP) que encabezó durante el periodo Genaro García Luna.
García
Luna,
el funcionario que “sospechosamente” aguantó
todo tipo de presiones de la sociedad, desde la ya cuestionada Agencia
Federal de Investigación (AFI) en el gobierno del también panista Vicente Fox
Quesada —el presidente que dilapidó el capital político que ganó en el año 2000
para emprender el cambio democrático del régimen priista—, aún con
señalamientos claros de corrupción y de no entregar los resultados desde la dependencia
encargada “del orden y la paz pública”,
de “salvaguardar la integridad y derechos de las personas”, así como “prevenir
la comisión de los delitos”, “desarrollar la seguridad pública del Ejecutivo” y
“proponer su política criminal”.
Todo
de papel,
menos la inoperancia del García Luna, los señalamientos de enriquecimiento
ilícito, el presunto proteccionismo al cartel de Sinaloa que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán, y lo peor de todo: el
sometimiento a las órdenes y a las políticas injerencistas de las agencias de
inteligencia y al propio gobierno de los Estados Unidos. Una suerte de efecto
dominó encabezado en su momento por el mismo ilegítimo presidente Calderón, y en
seguidilla por la titular de las relaciones exteriores de México, la también gris
Patricia Espinosa Castellano que tiró por la borda los preceptos históricos de
la otrora digna política exterior del país. Aún ante EU.
Pues
bien.
Resulta que ya desde noviembre pasado, el propio Chong aseguraba que para tener
un “buen sistema de inteligencia en materia de seguridad se requiere de que las
partes se pongan en un todo, y eso es
lo que se está buscando con esta reforma administrativa (la de APF) que está
planteando el presidente electo”.
De
la mano de
los planteamientos iniciales de Peña Nieto una vez que toma posesión. Peña decreta
la desaparición de la SSP, el mando
único para las policías federal y auxiliar, la coordinación de las políticas e
instancias de información, de seguridad nacional y criminal, y el comando de la
Gendarmería Nacional. Todas funciones para la Segob; o una Segob reestructurada
para su nuevo papel.
Porque
además
Chong seguirá con las políticas de seguridad interior, de prevención del
delito, del sistema penitenciario, de vigilancia fronteriza y protección civil.
De la política interior, las relaciones con los otros poderes, los diferentes
niveles de gobierno y los actores políticos. Junto a las tareas encomendadas
por el Artículo 27, las tareas con los gobiernos estatales y municipales, el
desarrollo urbano y metropolitano, las operaciones de la función pública y la
comisión anticorrupción. Sí que supersecretaría.
Pero
en la piel
de la sociedad está la principal demanda, que para el gobierno es su problema
primordial: atender la seguridad. Por la inseguridad que se creó atizando el
avispero con los escobazos al crimen organizado —la sola guerra de la
confrontación militar—, y los ríos de sangre que hicieron correr las diferentes
bandas del crimen organizado.
Se
espera eficacia,
evidentemente no por razones políticas ni por retener el poder en el 2018. Por
la exigencia generalizada de parar el clima de violencia, desatada durante seis
años en casi todo el territorio nacional, y con el saldo lamentable personas
asesinados, desaparecidas, desplazadas. Y la zozobra en que dejó al país el
PAN, pero especialmente Felipe Calderón. La demanda es de tranquilidad, pero
sobre todo de justicia y castigo a los responsables.
De
entrada se
reconoce la voluntad política de Peña Nieto con normas como la recién rescatada
Ley de Víctimas. Pese a los vacíos y deficiencias que presenta y por lo mismo
ha generado cuestionamientos.
Para
avanzar
se requiere unidad en las políticas y en las acciones correspondientes. La
Segob camina hacia allá con el anuncio de la creación del Centro Nacional de
Inteligencia (CNI) en referente a la inteligencia precisamente de seguridad. El
CNI servirá para “recopilar la información” que generen todas las instancias de seguridad y procuración de justicia en el
país.
Se
trata de conjuntar información que generen el Ejército, la
Marina, la PGR, el propio Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen),
y todas las dependencias federales y estatales para dar una respuesta eficaz
contra el crimen organizado. No para cumplir promesas de campaña sino por la demanda
social. Para, en aquellos operativos donde tengan que intervenir la PGR,
Marina, la Gendarmería Nacional, las policías estatales y municipales, todos sean
coordinados por el mando único del Secretario de Gobernación, en su turno Miguel
Ángel Osorio Chong.
Para
ello la Segob
ya cuenta con las funciones y los recursos disponibles. Para eso mismo se ha
creado el CNI dentro de la propia supersecretaría. Para ello se presume ya se
contrató a personal, expertos en materia de seguridad desde EU, para armar de
lo que se da en llamar la “CIA mexicana”. Las políticas para el caso ya están
armadas.
Dicho
lo
anterior, cabe mencionar que los cambios se han operado bajo los anuncios del
propio entonces presidente electo Enrique Peña Nieto. El 2 de noviembre de 2012
dijo que se crearía una “Unidad de Fusión de Inteligencia” —el ahora CNI—, para
“sistematizar y analizar la inteligencia de las distintas dependencias”. Y
anunció también la elaboración del “Atlas Nacional de Delincuencia para
Prevención y persecución del Delito”.
Entre
otras
medidas, como las “siete áreas” de la “Nueva Estrategia de Seguridad” también
de noviembre pasado. Una decisión estratégica
ciertamente para atender el problema del crimen organizado. Así se propuso:
1) La creación del Centro de Control y
Comando para coordinar a las instituciones de seguridad en tiempo real y con el
auxilio de la población en caso de desastres.
2) La Unidad de Fusión de Inteligencia,
que integrará, sistematizará y analizará, además de dar coherencia a la
información de inteligencia de las dependencias.
3) La elaboración del Atlas Nacional de
la Delincuencia; la geopolítica aplicada a la protección de la sociedad de la
violencia, el crimen y la persecución del delito.
4) Las Unidades de Inteligencia Financiera
para dotar de instrumentos de toma de decisiones para combatir con eficacia el
lavado de dinero.
5) Mejorar la seguridad en las aduanas,
para la operación y control de los espacios terrestre, aéreo y marítimo, para
cerrarle el ingreso a las armas y las drogas.
6) El mejoramiento del sistema
penitenciario, a efecto de rehabilitar y reinsertar en la sociedad de un modo
productivo a los internos.
7) El fortalecimiento de la cooperación
internacional. Uso de mecanismos institucionales para intercambiar información
con países y regiones, así como organismos como la ONU e instituciones
regionales.
Lo
anterior
habla de un buen intento por rediseñar tanto institucionalmente —a la Segob—,
como una cierta preocupación por retomar los hilos del control de fenómenos del
crimen organizado que ha generado zozobra e incertidumbre en la sociedad quien
ha padecido durante los últimos seis años el desatino de dos sexenios.
Pero
falta
considerar aquellos convenios firmados por México a nivel internacional. En el
caso de la Convención de Palermo. Igualmente el rubro de la recuperación de la
sociedad desde las mismas comunidades hasta las grandes ciudades. Una auténtica
reforma en el sistema de atención y procuración de justicia. Atender las raíces
de la corrupción y de la impunidad. Entre otras.
Para
redefinir
una nueva estrategia de seguridad desde el Estado, un llamado de atención para
no descuidarse y desarrollar alternativas a las ofensivas crecientes desde EU
que, utilizando los recursos de inteligencia a su alcance, arremete en atención
a sus intereses.
Más
no olvidemos
que la seguridad nacional de EU, redefinida desde el 11/S, no pasa por la de
México. Todo lo contrario. Los retos son de los gobiernos, pero mayormente de
los pueblos. Las conditio sine qua non ya
están. Junto con las políticas de Estado están las tareas de Inteligencia. Las buenas
intenciones se perfilan. Hay que apostarle a los resultados. Por el bien de
México; por el bien de todos.
18/enero/2013
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